El deporte, a menudo, trata de personificar sus triunfos en un individuo. Como mucho, en dos. Quizás, incluso, en tres. En esta Francia, sin embargo, sería injusto destacar a alguien. Se podría. Por qué no. Griezmann, por ejemplo, marcó y sacó la falta del gol en propia puerta de Mandzukic; Pogba, de menos a más en este campeonato, congregó a sus ‘haters’ para mostrarles todo su fútbol; Kanté, qué decir, esculpió un torneo para el recuerdo… y suma y sigue. Pero, sobre todo, el conjunto galo fue un equipo. Si acaso, si es necesario destacar a alguien, corresponde a hablar de Mbappé, por su edad, por sus condiciones y por su partido. Da igual. Lo realmente importante es que el conjunto de Didier Deschamps suma su segundo Mundial 20 años después –el otro fue en Francia 98– tras imponerse a Croacia [narración y estadísticas: 4-2].



Antes, Croacia, la sorpresa, la cenicienta, la invitada de honor, no quiso depreciar su Mundial. Ni siquiera cumplir con el papel que se le había asignado. Saltó al césped para mirar a los ojos a la todopoderosa Francia. Tocó, mantuvo la pelota y creó ocasiones. Pero los galos golpearon primero. ¿Cómo? Como lo llevaban haciendo todo el campeonato, a balón parado. Griezmann la puso dentro del área y Mandzukic, el héroe de las semifinales, el que marcó el gol en la prórroga, peinó delicadamente para meterse el balón en propia puerta. Primer jarro de agua fría para el equipo de Dalic. Nada más empezar, cuando apenas se cumplían 15 minutos, y por debajo en el marcador.



Sin embargo, el gol, pese a lo que se podía anticipar, no extirpó las ansias de gloria croatas. Y, poco después, en un rechace, Perisic puso las tablas en el marcador. Controló la pelota, recortó delante de Kanté y la cruzó para colocar el balón dentro de la portería. Las aguas, antes de la media hora, volvían a su cauce. El equipo de Dalic, que había sido mejor hasta entonces, recortaba distancias. Pero por poco tiempo. Porque Francia, poco después, se volvió a poner por delante en el marcador con un penalti controvertido (el árbitro hizo uso del VAR y el partido estuvo parado casi tres minutos) y convertido por Griezmann.



Imposible hacer más con menos. Francia, con tan solo un disparo entre los tres palos, se marchó al descanso con una ventaja de dos goles. ¡Inmejorable! Pero, claro, eso puede durar durante un tiempo, pero no eternamente. Y Croacia, nada más comenzar la segunda mitad, se tiró al cuello de los galos. Atacó, tuvo ocasiones y encontró oportunidades. Sin embargo, el que volvió a golpear fue el conjunto galo.



Francia aprovechó los espacios que dejó Croacia para ejecutarlos. Al menos, temporalmente. Pogba, primero, aprovechó un contraataque para pegarle desde fuera del área y dejar el balón durmiendo entre las mallas; y Mbappé, después, con otro tiro desde la frontal puso el cuarto… ¿Y el definitivo? Eso parecía. Hasta que Lloris quiso darle vida a los croatas. El portero galo, que había cuajado un Mundial impecable hasta la fecha, dejó que Mandzukic la empujara dentro y marcara el sexto gol de la final –no se anotaban tantos desde México 1986–. Pero ahí terminó todo. Eso fue sólo un despiste. La corona mundial es de Francia. 

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