Lo que ha ocurrido este sábado en el Santiago Bernabéu es muy difícil de explicar. O muy fácil. La única explicación que tiene es la de llamarse Real Madrid Club de Fútbol, ese equipo con 114 años de historia, con 11 Copas de Europa y 32 Ligas y con una interminable lista de hazañas. Ese equipo que representa el milagro en el fútbol, que remonta partidos de forma increíble, que saca puntos sin saber muy bien cómo. Es el Real Madrid. El de Ramos. O, mejor dicho, el de la cabeza de Ramos. Es el Madrid de las remontadas imposibles, el de los goles en el último minuto. Es, al fin y al cabo, el Madrid campeón, el Madrid de siempre. [Narración y estadísticas: Real Madrid 3-2 Deportivo de la Coruña]
El Madrid obró el milagro en un partido rarísimo. Para una persona que no sepa nada de fútbol, que no entienda de este deporte y que no conozca la inmensa rareza de club, es muy difícil explicarle con palabras lo que el club blanco hizo este sábado ante el Deportivo. Ya no es que se dejara remontar en dos minutos. Tampoco que marcara en el 84' y después en el 92'. Es el global. Es la historia de un equipo indestructible, de un equipo que se basa en la entrega de los últimos minutos. Y es la historia de un jugador que tiene algo, no se sabe muy bien qué, pero algo milagroso. Es Sergio Ramos. El andaluz volvió a marcar en el 92'. No le estamos hablando ni de Lisboa ni de Supercopa de Europa ni de Camp Nou. Tampoco es una broma. Esta vez fue el Deportivo el que se contagió del virus más peligroso que ha tenido jamás un rival del Madrid en su historia: los goles de Ramos en el último minuto que dan puntos al Madrid.
Es mejor comenzar por el final. Con 1-2, el Madrid estaba desquiciado, electrocutado, prácticamente desahuciado. Zidane se encomendó a un Mariano, Díaz de apellido. Había dado descanso a Cristiano y a Benzema. También a Modric. Quizá la idea del técnico francés era que el partido saldría sencillo. Pero no. Le salió muy complicado. Mariano, como salvador celestial, marcó en el 84 para salvar la imagen de un equipo que se tambaleó y llegó a coquetear con el desastre. Mariano como concepto, Mariano como héroe. Hasta ahí era todo normal, porque un gol en esos minutos, con un equipo con todo en el ataque, es algo factible en un partido de fútbol.
Pero tras muchas patadas y amarillas, pérdidas de tiempo y peleas, Kroos se fue al córner. Ahí lanzó un saque de esquina que llegó a la cabeza de Ramos. Gol, lógicamente. No hay mejor sinónimo al gol, máxima expresión de este deporte tan loco, que la cabeza de Ramos. Era el 92' y el Bernabéu se incendiaba para bien. Antes lo había hecho para mal. El milagro se había obrado. Era como si hubiera aparecido Juanito. O Capello con su Madrid del 2007. Fue inexplicable. El Madrid ganó. Y a ver cómo explica el Deportivo que perdió este partido. Y el Madrid que ganó.
Lo que había ocurrido antes también era de locos. El Madrid ganaba gracias a un buen gol de Morata al inicio de la segunda mitad, que se inventó un disparo desde fuera del área para desatascar un partido en el que el Deportivo estaba bien colocado y había dado algún que otro susto con remate al palo incluido. Con 1-0, todo iba a favor. Nadie pensaba ni en las bajas ni en la tabla. Pero, de repente, el equipo de Zidane se electrocutó. Entró en parada respiratoria y se autodestruyó. En dos minutos pasó de controlar un partido a perderlo y entrar en una situación totalmente nueva. Perdía en el Bernabéu por dos fallos.
Primero, Casemiro se empezó a gustar en la frontal del área y empezó a regatear sin sentido. Carles Gil se aprovechó del nerviosismo del brasileño, le robó el balón y se la dio a Joselu, que llegaba por detrás. El canterano blanco, que fue lesionado por Raúl García en la primera jornada de Liga y que reapareció pocos días antes, fusiló a Keylor. Sin tiempo para asimilarlo, otro error en defensa acabó incendiando a los blancos.
Joselu se quedó mano a mano con Keylor y volvió a ganarle la partida. 1-2 con dos goles de un viejo amigo del madridismo, uno de esos talentos que creó durante años y que fue pilar fundamental en el Castilla que subió a Segunda División en 2012, ese equipo que también tenía representación en este partido con Morata, Nacho, Juanfran, Mosquera o Carvajal. Era un equipazo.
Pero apareció el Madrid. El de las remontadas, el de los milagros. Y pasó lo que pasa cuando el Madrid es más Madrid que nunca. Se inventó una de esas cosas inexplicables, unos minutos de rabia para mantener la ventaja en Liga. Y ganó. Le volvió a salir bien. El Madrid será grande por esto. Porque hace posible lo que para otros es imposible. Porque pelea hasta el último minuto y con rabia y furia le vale para sacar puntos. Porque se inventa cabezazos para la historia para mantener intacta su leyenda. Porque es el Madrid. Porque es Ramos. Y con eso todo está dicho. Final de traca en el final del año en el Bernabéu. El Madrid de siempre con el Ramos de siempre. Por esto arrastra tanta grandeza detrás este equipo.
35 partidos sin perder. Supera Zidane el récord del Madrid de 'La Quinta del Buitre'. Lo hace de la manera que mejor puede representar la historia de este club universal: remontando, con rabia y corazón. Con el escudo en el pecho golpeando balones.
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