En 2014, después de unos años de tránsito en la irrelevancia de las marcas, el salto de altura, agonizante de savia nueva, resurgió como el centro de expectación del atletismo mundial: seis hombres sobrepasaron la mítica barrera de 2.40 en la misma temporada por primera vez en la historia. Y el inalcanzable récord de Javier Sotomayor vio peligrar su reinado seriamente. No fue una simple intentona alocada, sino que hubo dos atletas con la valentía y fuerza necesarias para enfrentarse al muro erigido por el cubano: 2.45 metros.
Bohdan Bondarenko y Mutaz Essa Barshim protagonizaron varios duelos en las alturas como los de antaño, cuando Sotomayor, Sjöeberg o Paklin desafiaban a la gravedad con el único impulso de su pierna de batida. El primero voló hasta 2.42, mientras que el segundo fue un centímetro más allá (2.43) con un salto estratosférico, probablemente el mejor que haya ejecutado un ser humano nunca. Pese a las numerosas tentativas del ucraniano y el catarí -quizá faltó la adrenalina de un gran campeonato- la sombra del récord de Sotomayor pervive hasta día de hoy, con 28 años de perennidad.
Ambos tuvieron la oportunidad y las piernas de elevarse hasta el Olimpo del atletismo, pero el imponente listón acabó por derrotarles. Ahora llegan a Río entre ligeras incertidumbres, ansiosos por recuperar aquel estado de forma y sin la confianza de las citas previas. Bondarenko y Barshim ya no son imbatibles: en el Mundial de Pekín 2015, el canadiense Drouin se llevó el oro; este año, el líder de la disciplina era el inconfundible Gianmarco Tamberi, con su característica media barba.
Sin embargo, el italiano no podrá pelear por el título olímpico debido a una inoportuna lesión en el tendón del pie de batida cuando intentaba sumarse al selecto club de los 2.40 en la Diamond League de Mónaco. En la calificación del domingo, eclipsada por el brutal crono de Van Niekerk en la vuelta a la pista y el show de Usain Bolt, y donde todos los favoritos cumplieron sin problema, se produjo una de las imágenes de los Juegos en la que muy poca gente reparó: Tamberi estaba en la grada del Engenhao, con los ojos vidriosos y la pierna escayolada, observando a sus compañeros de prueba, asaltado por la rabia y la impotencia mientras su novia trataba de consolarle.
Radiografía de dos estilos diferentes
Si bien Bondarenko y Barshim han subido prácticamente hasta la misma altura, sus técnicas de salto presentan bastantes diferencias. En cuanto a la carrera de aproximación, el ucraniano se ha mostrado mucho más regular a lo largo del tiempo, dominando los tiempos a la perfección. Las nueve zancadas que realiza antes de llegar a la batida se caracterizan por buscar la velocidad a través de una frecuencia robótica, como si fuese un velocista.
Por su parte, la fase de carrera ha sido la gran flaqueza del saltador catarí. Consiguió saltar 2.40 con cuatro apoyos de lanzado, pero le costó mucho perfeccionar una galopada más larga, de ocho zancadas, que le impulsó casi hasta tocar las nubes. Barshim aprovecha mucho más toda la planta del pie para cepillar el tartán y generar velocidad 'empujando' el suelo. Sus pasos son mucho más largos y circulares, llevando el talón hasta el glúteo y levantando las rodillas.
Técnicamente, es una delicia verle saltar cuando es capaz de enlazar todas las fases del salto. Sin embargo, tras un período marcado por la irregularidad, el discípulo del entrenador polaco Stanisław Szczyrba ha vuelto a reducir la carrera a cuatro apoyos, con la que se encuentra mucho más cómodo y con la que ha firmado la mejor marca mundial del año (2.40).
A la hora del salto en sí, los dos baten muy lejos de listón por la gran velocidad a la que entran. Barshim, de figura más espigada, camufla toda su fuerza en un estilo mucho más delicado; sobre el listón, realiza un arqueo impoluto gracias a su enorme flexibilidad. Bondarenko es mucho más brusco en todos sus movimientos: el despegue del suelo lo basa en su fuerza bruta y en el aire es mucho menos hábil, formando un escorzo. Otra técnica es la de Derek Drouin, actual campeón del mundo, cuya carrera de aproximación es mucho más controlada, casi saltando en vez de corriendo, lo que le permite dominar todos los aspectos antes de enfrentarse al listón.
Pese a poseer el segundo y el tercer mejor salto de la historia respectivamente, Barshim y Bondarenko no tienen un palmarés demasiado abultado en lo que a títulos se refiere. La gran victoria del catarí se remonta al mundial indoor de 2014 en Sopot (Polonia); además, firmó un bronce en Londres 2012 y una plata en el campeonato del mundo de Moscú en 2013, donde fue derrotado por su gran rival: Bondarenko.
Este martes es difícil pronosticar quién es el máximo favorito, menos en una prueba tan impredecible como el salto de altura, donde el atleta, que siempre queda eliminado tras cometer tres nulos, se enfrenta a una lucha psicológica por superar una barra colocada lo más alto posible. No estará el campeón olímpico en Londres, el ruso Ivan Ukhok, por culpa de la sanción impuesta por la IAAF a su país; y Tamberi lo verá desde la grada. Bondarenko, Barshim y Drouin, junto con otros posibles outsiders como Kynard o Zang, se calzarán las zapatillas de clavos para romper el mito de que el hombre no puede volar. Siempre con la huella del gran Sotomayor unos centímetros por encima.
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