La vida de Matt nunca ha sido fácil, desde el mismo momento en que nació. Lo hizo en un hospital de la localidad de Kansas City, en EEUU, en 1982, y nada más verlo a sus padres se les vino el mundo encima. ¿Cómo iban a poder criar a un niño sin brazos? Le dieron en adopción a los cuatro meses. 34 años más tarde, Matt Stutzman es una de las grandes estrellas de los Juegos Paralímpicos que se disputan en Río. El increíble arquero con puntería inigualable, y que no tiene brazos.
El caso de Matt no tuvo nunca explicación científica, nació sin brazos porque toca en uno de cada 350.000 nacimientos. Eso le explicaron a la familia adoptiva de Matt, los Stutzman, de Kalona (Iowa, EEUU), que se llevaron con ellos al pequeño cuando tenía 13 meses, y se desvivieron en ir enseñándole, poco a poco, a valerse por sí mismo. Con la ayuda de unas prótesis, el pequeño echó a andar con 18 meses, y a comer solo.
Los Stutzman también le enseñaron a conducir el tractor John Deer de la familia con cinco años, a ayudar a dar de comer a los animales en la granja, y a jugar, como cualquier otro niño, al fútbol, baloncesto o todo lo que se le pasara por la cabeza. “Le dejamos libertad para que lo intentara todo, y en vez de acudir corriendo cada vez que se caía, le animamos a intentarlo de nuevo”, explica la madre.
Con 9 años aprendió a montar en bici, como muchos otros críos, pero en su caso sujetando el manillar con el pecho. Y a tocar la guitarra con 12. A los 14, su padre le enseñó a cazar, y dos años después probó por primera vez a tirar con un arco, justo cuando por fin ahorró suficiente como para comprar uno, a medias con su padre.
Fue él sólo quien aprendió a usar el arco, tensando la cuerda con la ayuda de su boca y utilizando los pies para sujetarlo. La puntería venía de serie. A lo primero que apuntó fue a un ciervo, pero poco después, en 2010, se pasó a la modalidad deportiva. La constancia, las miles y miles de pruebas le fueron dando más y más confianza, y en 2011 llegó al equipo paralímpico estadounidense.
Fue solo cuestión de tiempo que de su cuello colgara una medalla de oro, la conseguida en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012, que además le valió ser elevado a la categoría de estrella mediática entre los deportistas Paralímpicos, con sus impactantes imágenes disparando el arco dando la vuelta al mundo.
Cuatro años después, sigue entrenando ocho horas diarias con vistas a renovar sus títulos. En la primera de las finales de los Juegos Paralímpicos de Río la suerte no estuvo de su lado y tuvo que conformarse con la novena plaza, pero no se ha desanimado. “Hay que pensar en Tokio 2020”, explica.
A sus 34 años, Matt, una de las grandes estrellas de estos Juegos de Río, donde aún aspira a un oro en la competición por equipos, explica a todo el que quiera escucharle que ha cambiado los pañales a sus tres hijos sin ningún problema pese a no tener brazos. Que ha dado biberones, puesto chupetes y sacado de paseo a sus hijos, y ahora al mayor le enseña a montar en bici. Y que como él mismo dice, nació sin brazos, “pero no sin voluntad”.