Todos los pilotos de la parrilla de MotoGP coinciden al afirmar que éste es el mejor título de Marc Márquez de los tres logrados en la clase reina en las últimas cuatro temporadas. Una corona en la que muy pocos confiaban después de que en el primer test de pretemporada en el circuito malasio de Sepang no se mostrara confiado con una Honda RC213V que poseía un motor con un carácter demasiado brusco, acusaba falta de aceleración y se mostraba inestable en las frenadas.
“La pretemporada fue la más difícil de mi vida. Me vi delante de una montaña muy alta y debía encontrar el camino para escalarla. Recuerdo que les dije a los ingenieros de Honda: ‘Yo confío en vosotros y voy a cambiar mi mentalidad, pero en la segunda parte de la temporada necesitaré vuestra ayuda”, reconoce el flamante pentacampeón del mundo, que puso a la fábrica del ala dorada a trabajar a destajo para solventar cuanto antes sus carencias, pero él fue el primero que se puso manos a la obra porque había comprendido gracias a los errores de la anterior campaña que tenía que aprender a gestionar las carreras y no arriesgar cuando su moto no se lo permitía.
Todo un ejercicio de contención para Marc Márquez, que siempre se ha dejado arrastrar por el corazón y el ímpetu de su juventud cuando en muchas ocasiones debía mantener la cabeza fría. “Esta temporada que tenían atado. Ahora que el título está decidido, volveremos a ver al antiguo Marc porque quedan tres carreras para divertirme. Este año hemos ido haciendo la hormiguita”, resume el tricampeón de la clase reina más joven de la historia, que con 23 años y 242 días ha fulminado el récord de Valentino Rossi (24 años y 230 días).
Un cambio de mentalidad amparado en el proceso de madurez que vivió después del complicado final de temporada vivido en 2015. “El año pasado perdí el título porque creí que jugándomela, incluso donde no podía y en circuitos que no me iban, saldría adelante y ganaría”, añade el único piloto de las tres categorías del campeonato de mundo que no ha sumado un cero en la presente temporada y esta campaña que ha sabido conformarse cuando la situación lo requería, como ocurrió en Assen cuando se dio por satisfecho con el segundo escalón del podio y no peleó por la victoria con Jack Miller dadas las complicadas condiciones de la pista holandesa.
Incluso llegó a perder su eterna sonrisa porque sentía la presión como nunca antes lo había hecho. “La presión de esta temporada ha sido mucha, pero también sentía una motivación extra porque el final de la pasada temporada fue muy duro. No sabía lo que era la presión hasta este año y en mi equipo me decían que no me olvidara de sonreír, que no era el mismo Marc de siempre; incluso se me olvidó disfrutar. Un campeón real es el que sabe aguantar la presión y sabe gestionar las carreras", comentaba el ya campeón.
"El aprendizaje del año pasado lo utilice este año porque he trabajado para encontrar en límite en los entrenamientos y no traspasarlo en las carreras”, sentencia Márquez después de haberse quitado de encima un enorme peso y después de que Emilio Alzamora, su manager, trazara un plan para la segunda parte del campeonato tras estudiar el calendario que quedaba e indicarle en cuáles circuitos podía apretar y en cuáles debía conformarse para poder llevar a cabo su sueño: volver a ser campeón.