En la nueva temporada de la NFL, que consume su segunda semana de Regular Season, Bruce Irvin es un elemento más de la Raider Nation. La esencia del equipo de Oakland (California), extrapolada por unos fanáticos caracterizados con pinturas metálicas, de ropas negras y con muchos pendientes, se ha interiorizado en el O.Co Coliseum como una variante de la cultura pirata. Del asalto. Del abordaje. Raider en inglés significa “invasor, incursor”, una persona que ataca a un enemigo en su territorio. Pero también “criminal”, precisamente lo que era Irvin hace menos de una década.
La historia del hoy linebacker de los Oakland Raiders, de 23 años, que ha firmado un contrato de 37 millones de dólares por cuatro temporadas, es el enésimo ejemplo del sueño americano: abandono prematuro de los estudios, con la posterior inmersión en un mundo de drogas y robos, hasta encontrar en el deporte una vía de escape frente a una probable muerte por un ajuste de cuentas. Gracias al football, ahora todo es diferente.
Cada jornada, Bruce Irvin salta al campo para sentirse libre. Mira a su alrededor y piensa: “Joder, estoy en la Liga Nacional de Fútbol”. No da crédito, le cuesta creer que haya sido capaz de escapar de las penurias y las malas compañías de su juventud. Porque no hace tanto se escabullía por las calles de Atlanta robando a la gente. Pero eso ya es historia, la vida le ha dado una segunda oportunidad.
Cuando era un adolescente, en sus años de júnior, abandonó el instituto para terminar viviendo a la intemperie en los suburbios de la capital del estado de Georgia. Su madre le había echado de casa. En ese momento, comenzó un período de casi seis meses donde Bruce Irvin -o BJ, como se le conocía por aquel entonces- se convirtió en un vagabundo rodeado de traficantes de drogas.
Después, vivió en el piso de un amigo hasta que consumió su confianza y, cuando ya no le quedaba nada, se asentó en una rampa para autobuses de un colegio local, donde utilizaba su mochila como almohada. Era un sin techo, portaba una pistola y se relacionaba con drogadictos.
En el año 2007, se produjeron dos hechos clave para enderezar un camino predestinado a cruzarse con una bala perdida, como le sucedió a su tío Charles Bigby -con una trayectoria similar a la de su sobrino-, quien recibió un tiro a los 34 años. Mientras Irvin entraba en casa de un camello en busca de dinero, un vecino presenció el allanamiento y alertó a la policía.
BJ fue acusado de robo y posesión de un arma ilegal, pero nadie testificó en su contra al tratarse de un tema de drogas. Nadie estaba dispuesto a poner en riesgo su identidad ante la mirada de un juez y de la ley. 'Sólo' pasó dos semanas y media en la cárcel.
Sin embargo, entre rejas, una reflexión invadió a Bruce Irvin. ¿Qué habría pasado si los camellos hubieran estado en la casa? “La vida me dio otra oportunidad. Cualquier cosa podría haber pasado. Me sirvió para abrir los ojos y darme cuenta de que tienes que ordenar tu vida antes de que no tengas más oportunidades”, reconoce ahora en declaraciones recogidas por el portal estadounidense Bleacher Report.
En noviembre de ese mismo año, el actual linebacker de los Raiders estaba jugando a la consola en una casa de drogas cuando un excompañero de clase del instituto Stockbridge, aquel que había abandonado hacía un tiempo, le reconoció y le propuso unirse a la Ware Prep Academy para jugar al fútbol americano. Irvin apenas se lo pensó y la suerte se posicionó nuevamente de su lado: al día siguiente, la Policía realizó una redada en ese mismo inmueble. Pero él ya se había desentendido de esa vida. Un amigo le aconsejó: “Dios quiso que estuvieses fuera de esa casa por un motivo. Ahora, vive tu sueño”.
Tras pasar por varias universidades, Bruce Irvin explotó como jugador en West Virginia, lo que le sirvió para que los Seattle Seahawks le draftearan en 2012 en el pick número 15. Se casó en 2014 y tiene un hijo de tres años. Crear una familia le ha servido para estructurar su vida. "Todo aquello me ayudó a convertirme en un hombre, a ser un superviviente. La mayoría de los chicos no maduran hasta los 21, yo lo hice a los 16. La calle se acabó. Esa vida ya no existe. Ahora soy Bruce. Ese era BJ. Son dos personas diferentes”, afirma.
Pero en el terreno de juego, Bruce Irvin es una amenaza para cualquier atacante. Es rápido y escurridizo, lo que le permite realizar una gran cantidad de sacks (derribar al quarterback contrario antes de que lance el balón): 22 en cuatro temporadas a las órdenes de Pete Carroll, entrenador de los Seahawks. Ha sido capaz de transferir esa agresividad de la calle al campo, lo que también le ha conllevado algún disgusto dentro de la NFL.
Irvin fue arrestado por golpear a un vehículo de reparto mientras conducía. Además, lo suspendieron cuatro partidos por violar la política de sustancias prohibidas -drogas- de la NFL, convirtiéndose en el primer jugador de la historia en ser expulsado en una Super Bowl.
Los Raiders han empezado la competición oficial con una agónica victoria en el campo de los New Orleans Saints (35-34). Y, en su primera intervención defensiva, nada más arrancar el encuentro, Irvin abrió su cuenta particular de sacks. No dejará de derribar rivales hasta convertirse en uno de los mejores linebackers de la liga.
Pero nunca olvidará de dónde ha salido: “No cambiaría mi historia por nada. Me he enfrentado a la adversidad yendo a la cárcel, siendo disparado. He tocado fondo, pero lo reescribiría de la misma forma. Nada a lo que me enfrente ahora será tan duro como aquello. Disfruto más esta vida que la anterior”.