Había algo extraño en el semblante de Bolt. Nervios, tal vez. Inseguridad, presión; sensaciones jamás exploradas frente a los tacos de salida. Todo estaba listo para la fiesta de despedida, sus últimos 100 metros, pero el once veces campeón mundial tenía dudas. En el tartán del Estadio Olímpico de Londres no deslumbró el atleta invencible, el más rápido de la historia, sino que se vio la versión más humana del extraterrestre jamaicano.
"Ha sido duro, un poco estresante. Estoy decepcionado porque no me gusta perder, pero he dado lo mejor de mí y mi cuerpo dice que es hora de marcharse". En la derrota, Usain Bolt se humaniza. No se abraza a excusas y reconoce al villano Justin Gatlin, justo vencedor, que se lleva el dedo a la boca para silenciar los abucheos del público británico. Es un final triste, inesperado. Pero como su gran inspiración, Muhammad Ali, Bolt también besa la lona. A veces, los grandes campeones están condenados a la capitulación para engrandecer su leyenda.
Ello no disminuye el estado de shock que se cierne sobre el estadio. Todos los héroes tienen un punto débil y la salida, la puesta en acción, ha sido el gran talón de Aquiles del velocista jamaicano durante toda su carrera, un problema que se acrecentó en el Mundial de Londres. En la final tardó una eternidad (0.183 segundos) en reaccionar al disparo; para cuando quiso progresar, Gatlin (0.138) y Coleman (0.123) contaban con unos centímetros de ventaja a la postre definitivos.
Después de la carrera, rodeado por una masa de cámaras, móviles y flashes, el recordman mundial de 100 y 200 destripa su primera derrota en un gran campeonato desde que se adelantó a la salida en Daegu 2011: "Me presioné bastante porque sabía que estaba saliendo mal. Normalmente voy mejorando a medida que avanzo en las rondas, pero esta vez no ha sido así. Y eso es lo que me ha matado".
"No estaba en la forma que necesitaba"
Sin embargo, la derrota del ocho veces campeón olímpico no se puede achacar simplemente a una mala salida. Bolt, que en unos días cumple 31 años, llegaba a Londres lejos de su mejor estado de forma. Tan sólo había corrido tres carreras previas al mundial —9.95 segundos era su crono más veloz— en un año anímicamente complicado para él debido a la trágica pérdida de su amigo Germaine Mason, que falleció en un accidente de moto.
Su cuerpo, muy alto y con unas piernas muy largas, exagerado para un velocista, ha condicionado a Bolt desde su primer sprint. Pese a salir mal, su zancada potente y elegante comenzaba a devorar metros de forma salvaje; cuando el resto de competidores llegaba al punto de velocidad máxima y comenzaba a crisparse, el jamaicano emergía arrollador. En Londres, el prólogo fue el de siempre, aunque esta vez, el final de Bolt manifestó que, al fin y al cabo, también es humano. "Tenía que estar mejor colocado al paso por el 30m pero la realidad es que no estaba en esa gran forma que necesitaba", dijo en zona mixta, incapaz de certificar la enésima remontada.
Minutos más tarde, en la rueda de prensa con los tres medallistas, un periodista chino saca de su mochila una camiseta de Jamaica. Está firmada por Usain Bolt y pertenece a los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, donde el legado del relámpago de Trelawny —con su primer triplete 100, 200 y 4x100 rompiendo todos los récords mundiales— empezó a fraguarse. Bolt sonríe y rememora aquellos días, tan lejanos ya, aunque no selecciona ninguna carrera como su favorita. Ha firmado tantas gestas impensables no hace tanto que se sabe inmortal. "He demostrado al mundo que soy uno de los deportistas más grandes y lo que ha pasado esta noche no cambia en nada mi carrera".
Gatlin, que antes de celebrar su oro —ganó en 9.92s— hinca la rodilla en señal de respeto, resta importancia a su victoria, "es la noche de Usain": "Perder o ganar aquí, no importa. Usain es el hombre, ha llevado el deporte a un nivel desconocido. Ha sido una inspiración para ser más rápido, más fuerte. Nos admiramos mucho, hacemos bromas y hasta hemos salido juntos de fiesta. La prensa piensa que nos odiamos, pero es lo contrario: tenemos una rivalidad de caballeros".
A Usain Bolt le queda todavía una pequeña oportunidad para desquitarse de este sabor amargo con el relevo 4x100. Aunque su sonrisa no vuelva a copar nunca el peldaño más alto de un podio, lo que ha representado el jamaicano para el atletismo va más allá de las medallas o récords. Su personalidad, su credibilidad y su limpieza han vuelto a emocionar a los fans de un deporte que transitaba por las tinieblas. Pese que en su última cabalgada haya demostrado que está hecho de carne y hueso, como cualquier otro humano, el aura de extraterrestre no se desprenderá jamás del rey.
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