Tras el quinto salto, Yulimar Rojas se sacudió la arena al salir del foso y gritó con rabia: "¡Vamos carajo!". En el marcador se proyectó al momento el registro de sus tres brincos en uno, 14.91 metros, que le entregaban el liderato. A Caterine Ibargüen, que había llegado hasta los 14.89m, le restaba un intento. Pero fue más corto. Yulimar, venezolana, saltó entonces eufórica; Caterine, colombiana, se vio obligada a abdicar en favor de la nueva reina del triple salto.
El duelo entre las dos atletas latinoamericanas fue vibrante, cambiando el liderato de la prueba casi en cada ronda y decidido finalmente por dos míseros centímetros. Las largas piernas de Yulimar, de 21 años, se impusieron a la potencia de Caterine, de 33. Y el triple salto femenino inició el relevo generacional.
"Un día épico para mí después de una batalla campal en la fosa. Ganarle a Caterine Ibargüen en un Mundial es algo maravilloso que nunca olvidaré", dice la venezolana, con el pelo teñido de verde por una promesa. Envuelta en la bandera de su país, Yulimar, de padres boxeadores, tanto el biológico como el esposo actual de su madre, reconoce estar en una nube. Tras la plata alcanzada en los Juego de Río y ahora en oro en Londres, la venezolana consume sus sueños a ritmo de vértigo. Sin embargo, le queda uno muy ambicioso: superar los 15.50 metros —su marca personal es de 15.02m— y batir el récord mundial de la ucraniana Inessa Kravets, vigente desde 1995. "Soy una chica que no se detiene", afirma.
Yulimar Rojas es un arsenal de calidad en un cuerpo de 1.92m de altura dirigido por el gran saltador Iván Pedroso. Al cubano, campeón olímpico de longitud en Sídney 2000, lo conoció a través de Facebook y le pidió que le entrenase. Pedroso, que ya había reparado en el potencial de la venezolana, no dudó ni un instante en aceptarla en su grupo.
Desde el año pasado el 'team Pedroso' —al que también se ha unido Ana Peleteiro, séptima en la final con 14.23m, su mejor marca personal, y que se retira al cuarto intento tras sufrir una pequeña contusión— entrena buena parte de la temporada en la tranquila localidad de Guadalajara. Allí pule el cubano la técnica de su alumna aventajada, la asignatura pendiente que no le permite explotar a Yulimar, exjugadora de voleibol y atleta del Barça.
Al poco de acabar la final del triple, la flamante campeona mundial habla emocionada sin perder la sensatez: "Me considero una aprendiz en el deporte. Me queda mucho camino por avanzar, mucho trabajo por recorrer". En el futuro, ya sin Ibargüen, que dice estar "supercontenta", que no le duele perder, no descarta que en el podio de las grandes competiciones la escolte su compañera de entrenamientos. "Ana es una chica que tiene todavía mucho que dar, tiene mucho talento".
Si Yulimar, con sus saltos, hace sonar el himno nacional de su país en el Estadio Olímpico de Londres, la incertidumbre política y económica que asola Venezuela después de la Asamblea Constituyente y el intento de levantamiento militar no es algo remoto para ella: "Estoy triste por todo lo que está pasando, pero sé que vamos a salir de todo esto, que se van a acabar las peleas, la guerra entre hermanos venezolanos. Esta medalla le da alegría y orgullo a mi país".
Durante sus conversaciones con los periodistas por la zona mixta y en la rueda de prensa, a la triplista nacida en Caracas le hacen cerca de una decena de preguntas relacionadas con la actual coyuntura de Venezuela. Ella responde a todas educadamente, no rehuye de ninguna, como sí hizo el lunes su compatriota Robeilys Peinado, bronce en salto con pértiga, ni tuerce el gesto ante semejante insistencia. A los brasileños, británicos o colombianos que la interrogan, Yulimar les responde siempre lo mismo: "Mi país siempre se ha caracterizado por apoyarme, por tratar de que me sienta muy bien". Sólo lanza una pequeña crítica: que apoyen más el atletismo, que construyan pistas para que pueda haber más venezolanos en un Mundial.
Con sólo 21 años y un cuerpo rápido y elástico, prodigioso físicamente, el futuro pertenece a Yulimar Rojas. Siguiendo al lado de Pedroso, que la motiva y la mantiene centrada, el límite de la triplista venezolana es el infinito.