Orlando Ortega se coloca frente a los diez obstáculos. Ha sido un año complicado para él, con muchos problemas físicos, pero una vez pisa el tartán del Estadio Olímpico de Londres todos los dolores pertenecen al pasado. Corre por la calle tres, con fe ciega en sus posibilidades, doblemente motivado por tratarse de una final. El vallista hispanocubano es voluntad, entrega, un competidor ejemplar que siempre pelea por sus sueños, que se crece frente a los grandes retos, como la final de los 110 metros vallas del Mundial. Ejecuta una buena puesta en acción, mucho mejor que la de las semis, pero a partir de la tercera valla sus rivales avanzan más rápido que él. El subcampeón olímpico cruza la línea en séptima posición (13.37s). Mientras, el jamaicano McLeod ya celebra el oro (13.04s), y el ruso Shubenkov, corriendo bajo bandera neutral por la sanción que pesa sobre su país, es plata (13.14s).
Un séptimo puesto sabe a poco a Ortega, que tras colarse en la final con el cuarto mejor tiempo sueña, por qué no, con escuchar el himno español desde el primer lugar del podio. Sin embargo, sus tres zancadas entre los obstáculos no generan suficiente velocidad como para mantenerse a la altura del resto de rivales. El vallista de Artemisa (Cuba) ve cómo Shubenkov, a su izquierda, y McLeod, por la derecha, le adelantan como dos cohetes. Es el jamaicano, oro olímpico, quien se proclama ahora campeón del mundo, ofreciendo por fin una buena noticia para los intereses del país caribeño.
El bronce recae en manos del húngaro Baji con un tiempo de 13.28s, más lento de lo que corrió Ortega en las semifinales. También se queda sin metal el americano Merritt, recordman mundial de la distancia (12.80s), relegado a la quinta plaza tras una temporada en la volvía al máximo nivel después de un trasplante de riñón.
En el pasillo de la zona mixta aparece Orlando Ortega, visiblemente decepcionado con su actuación: "Esperaba mucho más de mí", reconoce. En una prueba como las vallas, el mínimo error derrumba cualquier opción de victoria, y pese a que no ha realizado ninguno de bulto, el campeón español asume que no llegaba en condiciones óptimas a la gran cita del año. "Se vio claro que no estaba, que todavía faltaba mucho trabajo por hacer. No me he sentido nada bien".
No tarda Orlando en hacer autocrítica; es siempre directo y realista en sus afirmaciones pase lo que pase. Se marcha cabreado, diciendo que está "muy molesto" consigo mismo, aunque con más ganas de seguir entrenado. Porque eso es Orlando Ortega: un atleta que no se rinde, que muere sobre el tartán, un lujo para el atletismo español.
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