Londres se despierta el miércoles todavía con la resaca de un 400 que pudo haber sido y no fue: Van Niekerk completó la final de la vuelta a la pista tranquilo, sin nadie que se atreviese a hacerle sombra y con un hueco vacío en la calle de al lado, la siete. Ese sitio estaba reservado para Isaac Badman Makwala, a quien la IAAF no dejó entrar en la pista de calentamiento porque el día anterior había rechazado competir en las series de los 200 metros —prueba en la que posee la mejor marca mundial del año— aduciendo que era víctima de un norovirus que afecta a más de una treintena de atletas. El botsuano, claro candidato a alcanzar dos medallas, no puede tan siquiera ni pelear por ellas.
Un par de horas antes de que arranque la jornada de tarde en el Estadio Olímpico una noticia bomba conmociona el Mundial: Makwala informa en su cuenta de Facebook de que la organización le dejará correr en solitario un 200 e intentar así clasificarse para las semifinales. Pocos minutos después, la IAAF publica un comunicado que confirma el hecho, justificando que el atleta ya ha superado las 48 horas en cuarentena que exige el protocolo en estos casos.
Con una fuerte tromba de agua cayendo sobre la capital británica, Makwala se coloca en los tacos de salida. Está él sólo sobre el tartán, pero desde la grada le alientan 50.000 personas. El botsuano empieza a convertirse en el gran protagonista del campeonato, el ídolo de la gente por delante incluso de Bolt o Farah. En estas pésimas condiciones, con la pista empapada, Makwala, que dos días atrás vomitaba en la cámara de llamadas, marca un tiempo de 20.20 segundos, suficiente para clasificarse a semifinales —necesitaba correr por debajo de 20.53s—. Al cruzar la meta se pone a hacer flexiones como un loco, tratando de demostrar que está sano y en condiciones de dar guerra por el trono del doble hectómetro. Rápidamente, tan siquiera sin pasar por zona mixta, se lo llevan: en menos de dos horas tiene que volver a correr.
El público vuelve a recibir a Makwala con una ovación tremenda. Él, esta vez con un manguito fluorescente en el brazo derecho, se crece. Le toca la calle uno, que se parece más a un una piscina que a una pista de atletismo. Su curva es formidable y, aunque en la recta las piernas le pesan un poco más, llega a meta segundo (20.14s) y se clasifica directamente para la final. Makwala demuestra que pertenece a otro planeta, que es indestructible.
"Todavía corro con el corazón roto, con rabia. Quiero mi 400", dice el botsuano en la zona mixta. Allí, un pequeño grupito de compatriotas le corea; uno de ellos le dice a este periódico: "Isaac es mi héroe, el héroe del país. ¡Hasta el del presidente!". Mientras esto sucede, Van Niekerk sufre para avanzar ronda: queda 3º y accede finalmente por tiempos. La sensación que transmite ya no es de imbatibilidad, el cansancio hace mella. Pero ambos, Makwala y Van Niekerk, por fin se enfrentarán cara a cara. Es el duelo esperado, la final de los 200 metros, donde no habrá ningún jamaicano por primera vez desde 2003.
El lío interminable
Este martes, día de la final del 400m, el affaire Makwala fue el tema de conversación de todos los corrillos. Por la mañana el cuatrocentista había afirmado sentirse víctima de "un sabotaje": "No estaba tan enfermo como para no competir, había trabajado muy duro para llegar aquí. Tengo el corazón roto", dijo después en los micrófonos de la BBC. Pero según el reglamento Makwala no podía correr: más allá de su estado de salud, un atleta que está inscrito en una prueba y finalmente no se presenta en cámara de llamadas es automáticamente descalificado del resto. El botsuano ya estaba en la final de los 400m, por lo que al no salir en las series de los 200m las normas eran claras: no iba a poder medirse a Van Niekerk.
Sin embargo, la polémica se acrecentó cuando Badaman, como él mismo se llama, llegó a las instalaciones del Estadio y quiso entrar en la pista de calentamiento. Miembros de seguridad de la organización se lo impidieron y las reclamaciones de la federación del país africano no surgieron efecto. "Estaba listo para correr y me encontré con una trampa", escribió Makwala en su cuenta de Facebook poco después de disputarse la final de los 400m.
Al día siguiente, cuando el barullo parecía remitir, la federación de Botsuana envía una petición a la IAAF solicitando que deje a Makwala correr un 200 en solitario para ver si es capaz de marcar un tiempo que le clasifique para las semifinales. En la nota se explica que, de logarlo, ninguno de los 24 atletas que ya ha avanzado ronda sería expulsado: Makwala se libra porque en el Estadio Olímpico de Londres hay nueve calles. Con su revancha concedida, el velocista de 30 años esprinta y se luce, levanta los brazos y espolea el ánimo de los presentes; es probablemente el hombre más querido del Mundial.