Garbiñe Muguruza también puede ganar sin ser Garbiñe Muguruza. En la segunda ronda del Abierto de Australia, la española tiene que olvidarse de su ADN de jugadora ofensiva para derribar 7-5 y 6-4 a Samantha Crawford y citarse con Anastasija Sevastova (6-3 y 6-4 a Kristina Kucova) por una plaza en los octavos de final del primer Grand Slam de la temporada. La estadounidense, que deja a Muguruza en 13 ganadores (29 suyos), juega sin cabeza, a lo loco, con la única idea de atropellar a su rival. Agachar la cabeza ante ese fusilamiento, en lugar de ir a la guerra, dispara a la número siete hacia la tercera ronda.
“Ha sido muy agresiva, pero muy agresiva a lo bestia”, resume luego Muguruza ante los periodistas. “Por momentos ha jugado increíble, pero también ha fallado bastantes bolas. Sabía que tenía que esperar mi momento”, añade. “Lo difícil era encontrar el balance entre pegar o esperar. Me he pasado todo el partido pidiéndome paciencia”.
Garbiñe juega con manga larga porque la temperatura ha bajado más de 15 grados en un día (de los 37 que se alcanzan el martes a los 21 del miércoles) y en la pista corre un aire frío que obliga a los espectadores a sacar el jersey cuando se esconde el sol. La española, que acaba su partido de primera ronda con el aductor derecho vendado, aparece con esa misma protección en la pierna, pero no tiene ningún problema para moverse.
“¡Vamos Caracas!”, grita una aficionada solitaria en el primer juego del encuentro, con la grada muy lejos de completar su capacidad, posiblemente aprovechando para comer algo mientras esperan que Andy Murray cierre la sesión nocturna. Muguruza, que no conoce a la estadounidense de nada, debe alucinar al ver cómo la 162 del mundo destroza cada pelota con una violencia inmaculada, tan rápido que casi ni la ve pasar.
Crawford especula menos que Garbiñe, y mira que es difícil. Al principio, la estadounidense tiene la culpa de todo lo que pasa en el partido: del 0-3 de entrada (pierde dos veces consecutivas el saque) y también del 4-3 posterior (le devuelve las dos roturas de servicio a Muguruza y estabiliza el cruce). Crawford es más alta que Garbiñe (1,88m, por los 1,82 de su contraria) y eso se nota. Son seis centímetros de diferencia, que traducidos sobre la pista es más de un metro. Las palancas de la estadounidense son más grandes que las de la española y eso provoca un bombardeo. De su raqueta no salen pelotas de tenis, salen torpedos que destrozan las defensas de Muguruza.
Pasan siete juegos y Crawford ya lleva 12 ganadores por los tres de Garbiñe, una barbaridad y también una diferencia abismal entre dos jugadoras que siempre buscan la victoria intentando dominar, mandar, reducir a la otra a pelotazo limpio. La estadounidense, claro, paga su descaro perdiendo la primera manga intentando asegurarse el desempate. Es muy difícil arriesgar en cada tiro (¡no cuida ni uno!) y que esa propuesta acabe teniendo resultado. Con un margen de error mayor, la número siete abrocha el primer set y finalmente el partido.
A Crawford le da igual perder la primera manga porque sigue jugando exactamente igual, de línea en línea, dando pasos al frente tras cada golpe para meterse dentro de la pista y obligando a Muguruza a recular. Rara vez puede la campeona de un grande llevar el peso de los intercambios, aunque eso no importa lo más mínimo. Inteligente, Garbiñe juguetea con la mayor virtud de su oponente, que también acaba siendo su sentencia de muerte: Crawdford le enchufa 29 ganadores, pero comete 35 errores no forzados. Muguruza conecta 13, muchos menos de lo habitual en ella, pero esa estabilidad le abre las puertas para pelear por estar en octavos de final.
“ME ENTRA IMPOTENCIA”
Antes de que Muguruza avanzase a la tercera ronda, Sorana Cirstea despidió 7-6 y 6-3 a Carla Suárez, que decidió participar en el torneo a última hora después de sufrir una lesión en su hombro derecho (impigment labral posterior superior) que le impidió sacar durante toda la pretemporada, condicionando su preparación.
Así, y pese a ganar fácil en su debut (6-2 y 6-2 a Jana Cepelova), la canaria dijo adiós en un encuentro que se le hizo muy cuesta arriba al servicio (48% de puntos ganados con primero y 27% con segundo) y se reunirá ahora con su equipo para ver cómo configurar el calendario, priorizando la recuperación de ese problema físico.
“Me cuesta un poco más al enfrentarme a rivales que juegan un poco más rápido, noto que me falta ritmo”, aseguró la canaria tras la derrota. “Dije que el resultado del primer día no me lo esperaba. Me veo entrenando y estoy lejos del nivel que me gustaría, que se necesita para jugar este tipo de torneos”, añadió Suárez. “No estaba concentrada en tener tranquilidad, estaba más pendiente del hombro, de mi estado físico. Ha sido una pena porque incluso estando así puedo competir”, se lamentó. “Me entra impotencia: juego con un golpe menos y estamos en un Grand Slam”.
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