Esperando para atender a la televisión en el pasillo que comunica la Rod Laver Arena con el vestuario, Rafael Nadal tiene la vista clavada en una pantalla donde aparecen todas las estadísticas del partido que acaba de ganar a Milos Raonic en cuartos de final del Abierto de Australia. El mallorquín, citado con Grigor Dimitrov este viernes por el pase a su primera final de Grand Slam desde Roland Garros 2014, está buscando entre los números la media de velocidad de su segundo saque y no es casualidad. Tras trabajar a conciencia para subir los kilómetros de ese golpe, Nadal ha conseguido trasladarlo con éxito a la competición en el comienzo de la temporada. El objetivo es cristalino: el número nueve quiere evitar que los rivales dejen de ver su segundo servicio como una diana a la que apuntar para destruir su juego.
“He estado entrenando el segundo saque para intentar golpearlo un poco más rápido”, confirma el campeón de 14 grandes. “Lo he hecho muy bien durante los entrenamientos, pero eso no es motivo para pensar que me vaya a salir siempre igual en la competición porque es algo un poco nuevo para mí”, sigue el balear. “He sacado algún segundo por encima de 160, cosa que no es muy habitual, pero estoy decidido a hacerlo”, prosigue, con la convicción que caracteriza normalmente todas sus explicaciones. “Para conseguir cosas, para mejorarlas, hay que arriesgar y saber que puedes cometer errores. Tengo que medir el riesgo, pero estoy determinado a hacer lo que me toca para mejorar”.
Entre 2015 y 2016, por resultados las dos peores temporadas de su carrera, Nadal ganó menos de un 55% de puntos con su segundo servicio. Solo en 2008 y 2010, dos años fabulosos en los que levantó los títulos de Roland Garros y Wimbledon en la difícil transición de la tierra batida a la hierba, el mallorquín elevó esa cifra hasta el 60%. En 2017, y con la única referencia de Brisbane y el camino hasta las semifinales del Abierto de Australia, el mallorquín suma un impresionante 64% en esa estadística clave, normalmente el hueco por el que intenta colarse cualquier restador.
“Es una de las cosas que hablamos cuando empezamos juntos”, reconoce Carlos Moyà, uno de los entrenadores del número nueve mundial. “Simplemente era un tema de atreverse, sin tener que cambiar nada técnico. Rafa puede sacar 10 kilómetros mas rápido sin problemas. De hecho, me dijo que el año pasado ya lo había conseguido”, prosigue el ex número uno mundial. “Esta temporada nos hemos puesto una cifra para intentar no bajar de ella: los 150 kilómetros por hora”.
En sus cinco encuentros en el torneo hasta ahora, Nadal ha cumplido con la media que se marcó (156, 150, 149, 148 y 149, respectivamente) e incluso ha alcanzado picos de 169 kilómetros por hora con algún segundo servicio. Así, y amparado en la velocidad de su saque (casi 10 kilómetros por encima de sus registros de la temporada anterior), el español solo ha perdido seis veces el saque, una ante el chipriota Baghdatis en la segunda ronda, dos ante Alexander Zverev en la tercera y tres contra el francés Monfils en octavos de final. Frente a Raonic, en cuartos, anuló las cuatro a las que se enfrentó.
“Tenía miedo de que según avanzase el torneo y subiese la dificultad de los partidos volviese un poco a su zona de confort”, reconoce Moyà, que ha ido repasando día tras día los números del balear. “No ha bajado de 148 kilómetros por ahora. Es donde creo que puede estar, sin sobrepasarse. Tampoco tiene que sacar a 170 porque no es su tenis y podría desordenarse”, avisa. “Haciendo esto permite que el rival no le presione tanto, que pueda jugar un poco más relajado”.
La velocidad no es el único cambio que Nadal está probando con el servicio. Según un informe del equipo de analistas de Eurosport, el español ha empezado a utilizar el segundo saque al cuerpo del rival con mucha más frecuencia, combinandolo con el abierto de zurdo que ha explotado durante toda la vida. Por supuesto, insistir en esa dirección no es fortuito: Moyà le grabó a fuego la variante a Raonic durante su etapa en el banquillo y ahora intenta que Nadal no renuncie a una opción bien interesante.
“Muchos se olvidan de esa tercera dirección que es el cuerpo”, apunta el ex número uno del mundo. “El año pasado intenté que Raonic tuviese una opción más”, revela. “Con Rafa es un tema que hemos hablado menos, pero lo hacemos igualmente. Es un saque que ya tenía y que puede emplearlo porque molesta bastante al contrario”, añade. “Al final, todo suma”.
Nadal y su equipo saben que todas sus grandes conquistas en pista rápida han llegado de la mano de un buen nivel al saque (Abierto de los Estados Unidos 2010 y 2013, por ejemplo). En consecuencia, se han dedicado a pulir ese golpe y el efecto se nota: con unas cifras espectaculares al servicio, el balear asalta el sueño de volver a celebrar un Grand Slam tras fortalecer su golpe más débil de siempre.