“¿Qué harías si ahora mismo entrase alguien aquí, te apuntara con una pistola y te dijese que si dejas de correr te va a disparar? ¿No pararías de correr, verdad?”. Es el domingo 1 de febrero de 2009 y quedan dos horas para que arranque la final del Abierto de Australia. Rafael Nadal ha calentado para el partido casi sin poder moverse, tieso como un palo y mareado. El mallorquín viene de jugar 5h14m en la semifinal del viernes contra Fernando Verdasco y tiene sobrecargados todos los músculos del cuerpo. Roger Federer, su rival, lleva descansando desde la noche del jueves (un día antes) y con un desgaste infinitamente menor (victoria en tres mangas ante Andy Roddick). La cara de Nadal es un poema: jugarse un Grand Slam con el depósito vacío es como intentar escalar el Himalaya sin una mísera cuerda.
Entonces, Toni Nadal se encierra con su sobrino en el vestuario y toma el mando de la conversación durante un buen rato. El jugador escucha cómo su mentor le habla de trenes que pasan una sola vez, de oportunidades que quizás no vuelvan nunca más, de convencimiento y de mentalidad. Llega un momento donde le plantea una situación irreal, pero que termina siendo clave para que su discurso tenga efecto. “¿Qué harías si ahora mismo entrase alguien aquí, te apuntara con una pistola y te dijese que si dejas de correr te va a disparar?”. Por la noche, abrazado al título de campeón tras aguantar otras 4h23m contra el suizo, Nadal ha respondido a esa respuesta: correr sin parar.
“Fue exactamente lo mismo”, explica el tío y entrenador del campeón de 14 grandes, asaltado por ese recuerdo después de la agónica victoria frente a Grigor Dimitrov (4h56m). “Federer jugó un día antes y a Rafael le tocó hacerlo el viernes, como ayer. Al ir a calentar, dos horas antes del partido, estaba hecho polvo, roto”, prosigue el técnico mallorquín. “Nos metimos en el vestuario y estuvimos hablando durante horas para ver si se animaba”, recuerda. “Le cambió la cara y empezó a ver las cosas un poco mejor”.
Nada más terminar el partido con Dimitrov, Nadal empieza un proceso contrarreloj. Tiene menos de 48 horas para recuperarse antes de jugar la final con Federer. El mallorquín, que se marcha a dormir muy tarde, aparece el sábado a las dos del mediodía en la pista número uno del National Tennis Centre y se pone a entrenar durante una hora, sin exigirse lo más mínimo, sin grandes esfuerzos, haciendo lo más básico posible. El doctor Ángel Ruiz Cotorro supervisa lo que ocurre en la pista mientras Toni Nadal y Carlos Moyà acompañan al número nueve, que se marcha a descansar al hotel para estar listo antes del partido decisivo cruzando los dedos para que todo siga igual y el cansancio no sea un problema inesperado: a los 30 años, Nadal se está moviendo mejor que nunca, como en ese partido de 2009 ante Verdasco de hace ocho años, la antesala del título en Melbourne. ¿Por qué?
“Es una discusión que hemos tenido últimamente en alguna ocasión”, confiesa el tío y entrenador del finalista. “Hay gente de nuestro entorno que decía que no estaba igual de rápido, pero yo no estaba de acuerdo”, continúa el preparador mallorquín. “Me pareció curioso que en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro estuviese rapidísimo, ahí está el ejemplo del partido contra Del Potro, aunque terminase perdiendo. Llegó mermado físicamente y consiguió jugar a un nivel espectacular. ¿Entonces? Si no es por el físico es por la cabeza”.
El argumento de Toni Nadal es llamativo, pero a la vez está cargado de sentido. ¿De verdad la cabeza puede actuar como motor de un jugador? ¿Es posible moverse más rápido gracias a la mente? ¿En serio la tranquilidad ejerce influencia en los desplazamientos sin que la edad importe?
"Las cosas funcionan mucho mejor si estás bien de cabeza”
“La cabeza te hace ser más rápido”, asegura el entrenador del número nueve del mundo. “Si estás relajado, no es una cuestión solo de físico. Se trata de ver la pelota y salir antes a por ella. Si estás tenso haces las pausas mal y corres más tarde, llegando en una mala posición”, prosigue, desarrollando su argumento. “Cuando tienes problemas juegas más tenso. Y si te tensas es difícil desplazarse bien”, reitera. “Es lo que le está pasando ahora. Al margen de llegar a bolas que no habría llegado antes, hay una cuestión muy fácil de entender: llegar en una posición mejor le permite golpear la pelota con más precisión y más potencia. Lo determinante aquí es la precisión y la potencia”.
Dimitrov sufre todo eso que analiza el entrenador del español. Mil veces ataca el búlgaro y mil veces tiene que volver a empezar el punto porque Nadal construye defensas prodigiosas, desplazándose a la velocidad de la luz para devolver la bola, la mayoría de las ocasiones fabricando un contraataque que su rival encaja como puede. Un aviso para Federer, un mensaje de cómo llega el balear a la pelea por la copa.
“Hace mucho tiempo, la gente me decía que los futbolistas se retiraban con 30 años porque eran mayores”, desvela Toni Nadal. “Mi argumento era el siguiente: a los 33 años, Linford Christie ganó en los Juegos Olímpicos de Barcelona una prueba de explosividad como son los 100 metros. Así que la respuesta está clara: las cosas funcionan mucho mejor si estás bien de cabeza”.
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