Doha

En mitad del caos, el teléfono no deja de sonar nunca y el goteo de jugadoras que se acercan al mostrador de información que hay junto a los vestuarios es incesante. Es viernes a mediodía y el torneo de Doha está paralizado por la lluvia que lleva cayendo cuatro días seguidos en la ciudad, lo nunca visto en Catar. La jornada está rota. La final debe jugarse el sábado por la tarde, pero todavía hay partidos de cuartos de final sin acabar, además de las dos semifinales. Las tenistas están nerviosas, inquietas porque no saben si podrán terminar a tiempo (lo que termina sucediendo) o se verán obligadas a doblar al día siguiente.



Cuando el agua para, cuando los operarios empiezan a secar el suelo utilizando máquinas y agilizando el proceso, las jugadoras se agolpan para pedir una pista donde poder calentar. Nayra Ramírez, la española que atiende esa catarata de peticiones, bromea con una mientras habla con otra y a la vez intenta descifrar una hoja blanca dónde están todas las pistas y las reservas del viernes, corregidas con tachones tras una jornada llena de cambios como consecuencia de la lluvia.



“Es un trabajo muy intenso, esa es la palabra”, explica Ramírez a este periódico después de pedir permiso a sus superiores para sentarse a hablar con EL ESPAÑOL. “Me ocupo de organizar los entrenamientos de todos los jugadores que están en el torneo. Es un trabajo con mucha presión. Cada uno tiene sus necesidades e intentamos cuadrarlo para que todo el mundo esté contento”, prosigue. “Es complicado hacerlo, sobre todo los primeros días de torneo. Hay muchos jugadores y a veces las pistas disponibles no son suficientes para cubrir toda la demanda que tenemos. Así que intentamos buscar un término medio, lo que más se acerque al horario que ellos quieren. Nosotros estamos para ayudarles, no para fastidiar”.



El tenista es un deportista metódico por naturaleza. Más allá de lo que le llega al aficionado por televisión, que es la competición pura y dura, los jugadores viven su día a día en los torneos alrededor de los entrenamientos que realizan antes de debutar, en los días de descanso o como calentamiento previo a los partidos. El entrenamiento es para el jugador una parte fundamental sobre la que construir en la sombra los éxitos que luego están a la vista de cualquiera.

Mónica Puig durante su partido contra Caroline Wozniacki de semifinales. Reuters



Organizar los deseos de todos ellos con un número de pistas limitado es complicado, casi un rompecabezas. En Madrid, por ejemplo, son 120 jugadores (56 en el cuadro ATP y 64 en el WTA) sin contar el dobles. Cada uno con sus preferencias de horarios. Cada uno con sus necesidades. Cada uno con sus solicitudes. Ahí está el mérito de la labor que realizan desde el departamento de competición, oculto para para el gran público.



“No considero que sean quisquillosos”, apunta Ramírez. “Los jugadores son profesionales, igual que los que estamos al otro lado. Al final, cada uno tiene que entender el trabajo del otro”, sigue. “Yo entiendo que ellos quieren una hora determinada para entrenar y por eso intentamos hacerlo lo mejor posible”, añade. “Soy muy exigente conmigo misma e intento siempre hacer lo que me piden porque sé que están haciendo su trabajo”, insiste. “Me he comido algunas broncas, pero los días buenos superan a los malos. Con la experiencia se intentan evitar los problemas, pero en cualquier momento puede aparecer uno. Eso sí, muchos jugadores nos conocen al vernos tantas semanas al año y eso termina ayudando”.



Ramírez se hizo cargo de las pistas por primera vez en el Mutua Madrid Open, cuando el torneo se trasladó a la Caja Mágica, y después de pasarse la edición anterior viendo por encima cómo se hacía. A partir de ahí fue creciendo profesionalmente, ocupándose de Doha (masculino y femenino), Pekín y Wimbledon, donde trabaja atendiendo las necesidades de los jugadores en otro mostrador de información distinto al de la pistas. También se ocupa de coordinar el transporte en las eliminatorias de Copa Davis y Copa Federación que se disputan en España.



“Llevo en el mundo del tenis toda la vida”, recuerda. “A mi padre le gustaba mucho, así que he estado ligada desde siempre. Trabajé en la Federación Española un tiempo”, cuenta. “Coincidió que en Málaga hubo dos eliminatorias de Copa Davis, contra Rusia en el 2000 y frente a Argentina en el 2003. Ahí ya estaba dentro, colaborando con la organización. Al final, una cosa te lleva a la otra y acabas aquí”, dice. “Son casualidades. Antes arbitraba y dejé de hacerlo porque me llamaron para trabajar en Madrid y dije que sí, aunque no tenía ninguna experiencia. Necesitaban gente y por qué no. Fue un año divertido, con muchas anécdotas”, rememora. “Al principio te impresiona todo. Los jugadores que ves por televisión están de repente pidiéndote pistas para entrenar y eso choca un poco”.

Caroline Wozniacki durante su partido contra Mónica Puig. Reuters



Durante el resto del año, y como vivir solo de un trabajo temporal es imposible, Ramírez se ocupa de un par de clubes de tenis y pádel que tiene en Málaga y Granada junto a su familia. Eso le permite seguir viajando y combinar las dos cosas sin que sea un problema. “Sinceramente, no es una profesión mal pagada, pero en una semana tienes el volumen de horas de cualquier otra persona en un mes”, reconoce Ramírez. “Yo suelo estar desde las ocho de la mañana hasta que se acaba el último partido, no me voy antes porque el ganador reserva pista para el día siguiente. Una vez lo calculé y me salían como 160 o 170 horas en 10 días”, confiesa, antes de soñar con hacer algún día el torneo que más desea de todos.



“Me gustaría hacer el Abierto de Australia y me lo planteo, aunque es complicado, pero sería lo más”, asevera. “Hay que hacer una aplicación online, como en cualquier otro torneo. Cuando entras un poco en la rueda es más fácil, aunque también más complicado. Si tienes un equipo que funciona no lo cambias. Aunque si están buscando a alguien es más sencillo”, prosigue. “Por supuesto, hay que hablar inglés a la perfección. Se habla mucho español en el circuito, pero es muy importante. Si no entiendes algo puedes meter la pata y eso es inadmisible. Y hay que ser atrevida para intentarlo”.

Karolina Pliskova celebra un punto.

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