¿Es posible ganar un Grand Slam estando embarazada? Sí, es posible. Cuando Serena Williams celebró el pasado mes de enero su grande número 23 en el Abierto de Australia, derrotando a su hermana Venus en la final y desempatando con Steffi Graf (22) para quedarse como la jugadora con más trofeos de la máxima categoría de la Era Abierta (desde 1968), la estadounidense ya sabía que iba a ser madre y, sin embargo, no tuvo problemas en deshacerse de siete rivales durante las dos semanas que duró el torneo para levantar un trofeo de los que cambiarían la carrera de cualquiera otra tenista.
El miércoles por la noche, y después de un día revuelto (Serena subió a Snapchat una foto suya en bañador con un prominente vientre, acompañada de un rótulo en el que se podía leer “20 semanas”, aunque eliminó la publicación a los pocos minutos), Kelly Bush Novak (su portavoz) confirmó la noticia, anunció que la estadounidense no jugará más esta temporada y deslizó la intención de Williams de regresar a la competición en 2018, cuando tenga más de 36 años. Por encima de todas las preguntas, hay una más que evidente: ¿Podrá Serena competir de nuevo al más alto nivel y aspirar al récord total de los 24 grandes de Margaret Court? Si hace tres meses parecía inevitable, simple cuestión de tiempo, hoy es un enigma gigante.
Tras ganar el título en Melbourne, Williams desapareció del circuito sin jugar un partido más, rompiendo su calendario (incluidos Indian Wells y Miami, dos de los torneos más importantes del año) y alegando problemas en su rodilla derecha como consecuencia de la baja. Ahora, días antes de volver al número uno del mundo (a Angelique Kerber se le descontarán los puntos de Stuttgart), Serena decidió destapar el embarazo a su manera (a través de una red social y aparentando casualidad, aunque posiblemente estuviese calculado al milímetro), dar un golpe de efecto increíble en el vestuario y abrir un período de tranquilidad para el resto de sus perseguidoras, que ahora tienen por delante muchos meses para pelear por el trono sin la campeona de campeonas entrometiéndose en el camino.
Pensando en su complicado retorno a las pistas, Williams tiene el ejemplo bien cerca, en Victoria Azarenka, otra ex número uno del mundo. Tras comenzar la temporada pasada como un tiro (ganó Indian Wells y Miami) dejó de jugar en junio de 2016 después de desvelar su embarazo. La bielorrusa, que tiene 27 años, volverá al circuito este curso a la conclusión de Wimbledon, casi un año después de dar a luz. Pese a su juventud, el espacio de recuperación habla de un proceso difícil, para el cuerpo y también para la mente.
A eso se enfrenta Serena, muy cerca de quedarse estadísticamente como la mejor de siempre, aunque posiblemente ya lo es a día de hoy por todo lo que ha logrado. Hay, en cualquier caso, un par de conclusiones claras: nadie ha vuelto de un embarazo a la edad que tendrá la estadounidense cuando su bebé venga al mundo, pero Williams ha demostrado durante su carrera que cualquier cosa imposible le provoca carcajadas.
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