El gesto de Rafael Nadal nunca se tuerce. Sus entrenadores están callados. Su banquillo no grita ni se pone en pie. Sorprendentemente, se respira tranquilidad en la pista número uno de Wimbledon, donde no cabe un alfiler para ver el estreno del campeón de 15 grandes. Es el primer partido que el español juega en hierba en más de dos años (2 de julio de 2015) y John Millman espera aprovecharse de eso, beneficiarse de las dudas que ha arrastrado su contrario sobre césped en el último lustro para acabar siendo un héroe. Al final de la tarde, cuando Nadal ha roto esas intenciones con su triunfo más contundente de siempre en el torneo en 50 encuentros (6-1, 6-3 y 6-2), Wimbledon ha visto algo indiscutible: el mallorquín podrá ganar o perder, pero por primera vez en mucho tiempo está preparado para pelear por el título. [Narración y estadísticas]
“He jugado a muy buen nivel, haciendo las cosas bien y cometiendo pocos errores”, dice luego el número dos del mundo, citado el próximo miércoles con el estadounidense Young (5-7, 6-4, 6-4, 6-4 y retirada de Denis Istomin) por el pase a la tercera ronda. “He ido de menos a más, hablando a nivel de decisión a la hora de ir a buscar los golpes ganadores. Es el camino que debo seguir, aunque aquí cada partido es una historia distinta”, añade Nadal, convertido en el séptimo jugador de siempre que llega a las 850 victorias. “No es una superficie en la que uno se sienta completamente bien casi nunca. He jugado cinco finales en Wimbledon y lo digo por experiencia: la sensación de dominar la superficie por completo es imposible”.
“Ha estado muy bien desde el principio y ha acabado mejor, haciendo más cosas”, le sigue Francis Roig, uno de sus técnicos. “Venía tocando muy bien la pelota en los entrenamientos y este partido le ha servido mucho para ver por qué lugar atacar, cómo ir a buscar la bola. Yo estaba con mucha confianza de que pudiera hacerlo bien, pero la competición es muy distinta a los entrenos”, cierra el catalán.
La noche antes, Nadal y sus entrenadores se sientan a ver vídeos de su rival en Youtube. El español nunca ha jugado con el australiano y necesita referencias para preparar el partido junto a su equipo. Millman, huérfano de victorias (último triunfo hace 10 meses), no es un mal cliente para arrancar en el torneo, pero al balear le da igual. Todas las precauciones son pocas contra un oponente desconocido, y más aún antes de debutar en Wimbledon, con la hierba sin estrenar, sin ritmo de competición en la superficie y con los automatismos oxidados. La experiencia le dice a Nadal que el estreno es muy peligroso, que se ande con ojo porque se puede ir fuera en un parpadeo, y ahí están los ejemplos de 2012 (segunda ronda con Lukas Rosol), 2013 (primera ronda con Steve Darcis) o 2015 (segunda con Dustin Brown) para recordárselo por si se le olvida.
El número dos, que aterriza en el cruce con un pobre balance sobre césped en las últimas temporadas (10 victorias en hierba en cinco años y solo cinco en Wimbledon), debería ser un jugador vulnerable en el comienzo. Los expertos coinciden en que tanto tiempo sin jugar sobre pasto se nota, que los movimientos son torpes, que la lectura de las jugadas es lenta y que como todo pasa tan rápido es difícil encontrar espacio para reaccionar si las cosas se ponen complicadas.
Nadal, sin embargo, no sufre. Su break de entrada en el encuentro anticipa lo que luego ocurre: el mallorquín, que se desplaza con soltura por la pista, gana 6-1 y 6-3 en algo más de una hora y tiene la victoria controlada, a la que llega sin desgaste alguno. El resultado nace de la raqueta del balear, que saca provecho de su primer saque (77% de puntos ganados con ese golpe), que pega de lo lindo (33 ganadores) y que asalta la red con pericia (se lleva 19 de los 25 puntos que disputa en la cinta), cumpliendo a rajatabla con todo lo que dicen los libros que se debe hacer para competir césped.
Así, y rumbo del vestuario, al mallorquín le debe asaltar un pensamiento lógico: si la adaptación a la hierba se mide en sensaciones y números, Nadal está en el buen camino para empezar a plantearse cosas importantes.
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