Con el gesto torcido después de un mal entrenamiento, y pensando en refugiarse en el gimnasio para hacer físico, Rafael Nadal se marchó de la pista número tres del Mallorca Open, firmó más de 50 autógrafos en menos de 30 metros y entró en la zona vip del torneo, donde se comió unos cacahuetes antes de ponerse frente a los periodistas para analizar en qué punto se encuentra su adaptación a la hierba antes de asaltar Wimbledon (desde el próximo 3 de julio) sobre una superficie que llevaba casi dos años sin pisar.
“Me queda todavía por trabajar”, se arrancó el español. “El nivel al que estoy ahora no es suficiente para competir como quiero en Wimbledon. Me queda un entreno en Mallorca, más otros siete días en Londres. Ahí es donde tengo que terminar de apuntalar. Quiero jugar partidos porque aquí he hecho cosas más específicas”, prosiguió el número dos del mundo, que durante la semana trabajó el saque, la volea o la forma de moverse sobre césped. “Renuncié a Queen’s porque llevaba unos meses muy duros, pero evidentemente me habría encantado estar. Aunque tener las pistas aquí es una gran ayuda, para mi preparación habría sido mejor jugar Queen’s”, aseguró. “Ahora voy a jugar dos partidos de exhibición y espero que me sirvan. Al final, llevo dos años sin pisar la hierba. A ver si con esta semana de entrenos consigo llegar a un nivel óptimo”.
A las 10 de la mañana del viernes, Nadal ya estaba exprimiéndose con Christian Garín, su pareja de entrenos por tercer día consecutivo. Durante las más de dos horas que consumió bajo el sol, el mallorquín nunca terminó de sentirse cómodo, falló demasiado y vio cómo el chileno le ganaba muchos de los puntos que ambos disputaron. A diferencia de otras sesiones, donde el balear dejó muestras de estar en el buen camino para adaptarse a la hierba, el número dos se fue de la pista sintiendo que todavía está lejos de alcanzar su mejor nivel, algo que estará condicionado por la respuesta que reciba de sus rodillas (en césped se juega mucho más agachado) cuando las lleve al límite.
“Soy consciente de que las rodillas me han limitado mucho en hierba estos últimos años”, reconoció Nadal. “Me han impedido competir a un nivel óptimo, siempre lo hice demasiado mermado. Debo verlo porque al final aquí no he forzado demasiado. La adaptación ha sido progresiva y la exigencia llegará a partir de la semana que viene cuando empiece a jugar sets de entreno con los profesionales”, siguió. “Entonces será cuando tenga que forzar y realmente veremos cómo aguantan mis rodillas, pero tengo la confianza de que puedan hacerlo. Luego los resultados siempre dependen de muchos factores. Solo espero poder entrenar y competir en libertad”.
A falta del entrenamiento de este sábado, que será a las nueve de la mañana en la pista central del torneo, Nadal llegará a Wimbledon con mucho por hacer: necesita probarse en prácticas contra los mejores, quiere aprovechar los dos partidos de la exhibición de Hurlingham para acercarse lo máximo posible a las sensaciones de la competición y tiene que continuar con su puesta a punto, forzando hasta ver si sus rodillas gritan o se mantienen en silencio.
“En 2014 llegué a octavos y fue mi mejor año desde la final de 2011”, recordó el balear. “Desde entonces tuve muchos problemas con las rodillas. En 2012 y 2013 estaba muy mal y en 2015, estando bien de la rodilla, me sentía mal por muchos otros motivos”, añadió. “El año pasado desgraciadamente me rompí la muñeca antes de Wimbledon. Llevo una serie de años sin competir bien y eso es un handicap respecto a los que llegan haciéndolo bien año tras año”, apuntó. “Para mí, es importante hacer una buena preparación y llegar bien al primer partido. Sería vital poder pasar los dos primeros partidos para que las cosas se vuelvan más normales”, reiteró. “Necesito días para seguir preparándome, pero todavía me quedan los entrenamientos en Londres”.
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