Dice Rafael Nadal que en este US Open está "nervioso". No sabe por qué, pero lo está. Es cierto que ese nerviosismo se deja ver en pista cuando, por ejemplo, tuvo que sudar más de la cuenta en su estreno en Flushing Meadows o en la derrota en el primer set ante el argentino Leonardo Mayer antes de remontar para meterse en los octavos de final del último grande del año. Sin embargo, hay otra veces, la mayor parte de ellas, en que la magia del manacorense eclipsa cualquier síntoma negativo. Vean, vea.
Cayó el español en el tie break del primer set ante Mayer y tuvo de nuevo que recurrir a los galones y la fortaleza mental para darle la vuelta a un marcador adverso. Pero si Nadal tiene de sobra de lo anterior, desde luego talento no le falta. La prueba evidente, el punto al resto ya en el cuarto set que puso en pie no sólo a los miles de espectadores en la pista, sino a millones de personas en sus casas mientras veían el encuentro de tercera ronda.
Saque abierto de Mayer, resto forzado de Nadal, volea del argentino a la otra esquina y...
Nadie se mueve en la pista como Nadal, nadie llega a las bolas imposibles que él si puede y sabe llegar, pero, sobre todo, nadie es capaz de devolverlas al otro de la pista como sólo él sabe, como le hizo a Mayer para deleite de cualquier aficionado al tenis, al deporte en general y para los que sólo se asoman a estos highlights.
Golpe forzadísimo con la muñeca, in extremis de una carrera desesperada. De fuera hacia dentro y con una parábola infernal. Uno de esos banana shots a los que acostumbra en sus passing 'paralelos' pero que esta vez describió una giro más parecido a la bomba inteligente que marcó Roberto Carlos con Brasil en aquella Copa Confederaciones frente a Francia. Una curva tan imposible para el cálculo mental que Mayer dejó pasar. "Esa va fuera", debió pensar. Ay, Nadal...