“Aquí no estamos para jugar exhibiciones. Esta es una competición nueva, pero nos la estamos tomando completamente en serio. El día ha durado desde por la mañana hasta pasada la medianoche. Todos los partidos han sido apretados, la mayoría decididos en desempates. Ni ha sido una exhibición ni lo va a ser. Es un evento que para nosotros tiene un valor importante y queremos conseguir la victoria. Que no se especule en ningún caso con eso porque no es el espíritu de esta competición”.
Antes de las palabras de Rafael Nadal, más claras que el agua, la demostración de que la Laver Cup no es ninguna broma. Tras más de una hora y media animando y cerrando el puño en la grada, el número uno mundial no aguantó más, saltó a la pista y se fue al banquillo de Dominic Thiem para intentar ayudar al austríaco, que acababa de salvar bola de set en su partido ante John Isner. Sentado al lado de Bjorn Borg, el capitán del equipo europeo, el número siete mundial escuchó cómo el campeón de 16 grandes le daba tres ideas rápidas para restar el poderoso saque de su rival y el efecto que tuvo esa conversación fue inmediato: Thiem remontó 6-7, 7-6 y 10-7 a Isner, sumó el segundo punto para Europa y dejó claro que la recién estrenada competición está muy lejos de ser una exhibición normal y corriente, aunque tampoco sea un torneo organizado bajo el paraguas de los organismos oficiales.
“He sentido un poco más de nervios que en un partido del circuito”, reconoció el austríaco, que antes de la ayuda de Nadal recibió también los consejos de Roger Federer, como el español dispuesto a bajar al banquillo para echarle una mano cuando tenía el marcador en contra. “Aquí estamos jugando para un equipo, tenemos esa responsabilidad. Si pierdes en el circuito las consecuencias son únicamente para ti, pero en este torneo es totalmente diferente”, prosiguió Thiem. “Además, había visto el encuentro anterior en este escenario imponente, repleto de público, con una atmósfera increíble…Todo eso me hizo estar un poco más nervioso de lo normal”.
A la una de la tarde del viernes, Mans Zelmerlow, el ganador de Eurovisión en 2015, agarró el micrófono para cantar a oscuras Heroes. La canción con la que el sueco alcanzó la fama hace unos años puso en pie a más de 17.000 personas y se fusionó con el espectacular juego de luces proyectado sobre la pista del O2 Arena de Praga antes de dar la bienvenida a los jugadores de los dos equipos de la competición, que fueron desfilando entre los aplausos del público. Esa fantástica puesta en escena anticipó lo que sucedió luego.
Cuando Marin Cilic y Frances Tiafoe salieron a jugar el primer partido en la historia del torneo, cuando croata y estadounidense inauguraron oficialmente una idea que estaba un poco verde al ser presentada en el hotel St. Regis de Nueva York durante la semana previa al Abierto de los Estados Unidos de 2016 y que se ha ido madurando en los últimos meses, las dudas sobre todas las expectativas generadas (las entradas se agotaron rápidamente) quedaron disueltas de un plumazo.
“La gente se estaba preguntando si esto sería una exhibición, pero para ninguno de nosotros es una exhibición”, reconoció Cilic tras vencer 7-6 y 7-6 a Tiafoe. “Quizás, puedo compararlo un poco con la Copa Davis, por el tipo de competición y por las sensaciones. Al salir ahí quería hacerlo lo mejor posible, quería conseguir el primer punto para nuestro equipo. Traté de estar centrado todo el tiempo en mi juego para dar el nivel más alto que tengo”, subrayó el croata. “Aquí el equipo es una prioridad: estamos todos juntos, entrenando, conviviendo en el día a día, intercambiando vivencias y discutiendo qué tácticas son las mejores”, siguió. “Obviamente es un formato diferente, pero nos hemos preparado bien y estamos muy interesados en la competición. Está siendo agradable vivirlo desde dentro”.
“Quizás es más especial que un torneo normal”, le siguió Alexander Zverev, que superó 7-6 y 7-6 a Denis Shapovalov para conseguir el tercer punto del equipo europeo, que llegará al sábado ganando 3-1 después de que Nick Kyrgios y Jack Sock superasen en el cruce de dobles a Tomas Berdych y Nadal por 6-3, 6-7 y 10-7. “Todo el mundo se lo está tomando muy en serio porque queremos ganar”, insistió el alemán. “Todos los partidos han demostrado que este es un evento completamente serio. Cualquiera puede ver lo apretado que fueron los encuentros y lo intenso que fue nuestro juego”, reiteró. “Eso demuestra lo mucho que nos importa”.
Los responsables de la Laver Cup (Team8, la agencia de representación de Federer, y las federaciones australiana y estadounidense) se marcaron varios objetivos primordiales. Primero, buscaron un formato atractivo, basándose en la Ryder Cup de golf para hacer que el sentimiento de equipo tuviera un peso clave en el juego. Segundo, se lanzaron a cerrar patrocinadores importantes (Rolex, Mercedes-Benz y J.P. Morgan) para garantizar la sostenibilidad económica del evento. Tercero, pelearon por tener a los mejores jugadores posibles, ofreciéndoles una cantidad económica fija por su participación (en función del prestigio y del ranking) y poniendo en juego un bonus individual de 250.000 dólares para los ganadores del torneo. Cuarto, concedieron mucha importancia a la prensa (sala de trabajo para 150 periodistas, con los medios más relevantes del mundo presentes en Praga) y usaron la televisión como trampolín (el torneo llegará durante el fin de semana a 200 países y alcanzará un billón de espectadores potenciales). Y quinto, realizaron un montaje espectacular en todas las áreas del recinto (pista, zona de jugadores, espacio para los aficionados…), muy similar a la Copa de Maestros que se celebra a finales de temporada en el O2 Arena de Londres.
Así, la edición inaugural de la Laver Cup se ha hecho a lo grande, pero cuidando con mimo cada detalle. Por ejemplo, los tenistas juegan de azul (Europa) y rojo (resto del mundo), llevan las mismas chaquetas fuera de la pista (con en el logo del equipo en el lado izquierdo del pecho y el de su marca deportiva en el derecho), no se encuentran ni para comer y están alojados en hoteles distintos, algo que no es una tontería porque así se marcan las distancias y se incrementa la tensión competitiva.
“Y sí, este es un evento de primera clase y cualquiera que ha estado aquí hoy ha podido verlo”, apuntó John McEnroe, capitán del equipo formado por jugadores del resto del mundo. “Es genial cuando hay tanta energía, cuando hay jugadores animándose unos a otros”, añadió el estadounidense, campeón de siete grandes. “Esta competición tiene el potencial para ser algo muy grande en el futuro”.
Tras el primer día de competición en Praga, un puñado de preguntas en el aire y una conclusión. ¿Cuándo un torneo se considera una exhibición? ¿La ausencia de puntos para el ranking es suficiente para meter a la Laver Cup en esa categoría? ¿Qué importancia tiene la respuesta de los jugadores, la del público, la de las marcas y la de las audiencias? La mayoría de los protagonistas, desde luego, vivieron la primera jornada con la seriedad de un evento ideado para ser muy importante el día de mañana.
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