Un halcón dorado brilla en las manos de Rafael Nadal. Es 2014 y el español ha derrotado a Gael Monfils para celebrar el título de campeón en Doha y comenzar la temporada como un auténtico tiro. Sin saberlo, sin embargo, también acaba de abrir una sequía que dura demasiado tiempo: el número uno se pasa más de tres años sin ganar un trofeo en pista dura y pierde siete finales seguidas en cemento (¡siete!) hasta que conquista la copa de campeón en el Abierto de los Estados Unidos de 2017 y todo se termina.
“Lo puedo decir yo y suena mal, pero es una realidad: este año estaba jugando la final del Abierto de Australia con 3-1 en el quinto set”, recordó el balear, que terminó perdiendo ese partido después de que Roger Federer firmase una remontada increíble. “Luego jugué la final de Acapulco ganando partidos de nivel y la de Miami de la misma forma, compitiendo contra los mejores del mundo. Es verdad que no las gané, pero en pista dura juego pocos torneos que no sean del máximo nivel. Cuando juego, lo hago casi siempre en eventos de categoría 500, 1000 o en los grandes, que son muy complicados de ganar para todo el mundo”, añadió el balear. “No había ganado, pero sí que había estado preparado para ganar. Hoy he ganado, igual que otras veces me tocó no hacerlo. Es parte del deporte, a veces se gana y a veces se pierde: Ganar, perder… son compañeros de viaje”.
De marzo de 2014 al mismo mes de 2017, Nadal jugó más de 30 torneos en pista rápida y perdió siete finales consecutivas en esa superficie (Miami 2014, Pekín y Basilea 2015, Doha 2016 y Abierto de Australia, Acapulco y Miami 2017). Las oportunidades fueron pasando y el español no le echó el lazo a ninguna, aunque muchas veces estuvo cerca de ganar esos partidos decisivos que le habrían dejado con el título en las manos. ¿Por qué?
“Yo soy poco dado a las estadísticas”, se arrancó Toni Nadal, tío y entrenador del número uno. “Es anecdótico ahora que hemos ganado una final de Grand Slam sobre pista dura, pero al mismo tiempo es sintomático. Tuvimos un poco de mala suerte en la final de Australia de 2014 cuando se lesionó de la espalda con Wawrinka y creo que también podría haber ganado la final en Melbourne este año”, siguió el preparador balear. “Rafael también atravesó un mal momento físico y anímico, sobre todo en 2015. Eso le impidió jugar a un buen nivel, pero la realidad es que cuando no ha tenido problemas lo ha recuperado”.
“En 2015 y 2016 no ganó ningún torneo en pista rápida, pero es que también le costó hacerlo en tierra batida”, recordó Francis Roig, que desde 2005 forma parte del cuerpo técnico del campeón de 16 grandes. “En ese período tuvo muchos problemas, primero mentales y luego físicos. Si baja el nivel, en cemento hay más jugadores que le pueden ganar. Y eso es exactamente lo que ocurrió”, remarcó el entrenador catalán. “Y esta temporada lo ha rozado en tres ocasiones, sobre todo teniendo en el Abierto de Australia un 3-1 en el quinto set contra Federer”, cerró Roig.
“Este año se ha dado la oportunidad y ha sabido seguir siendo constante”, festejó Carlos Moyà, otro de los técnicos del número uno. “Tarde o temprano lo iba a conseguir, en el equipo estábamos seguros. Este año había estado cerca ya y en las dos últimas temporadas había sido por problemas físicos o por lo que le pasó en 2015”, rememoró el ex número uno mundial. “Este año era ya la cuarta final sobre pista rápida y ha habido varias en las que estuvo bastante cerca de ganar. Al final, cuando persigues algo de esa manera acaba cayendo, tarde o temprano”.
El discurso a una del equipo de Nadal es tan simple como real: el español, que en tierra podía vencer incluso sin estar de todo bien, ha vuelvo a ganar sobre cemento cuando ha recuperado su mejor versión tras dejar atrás todos los problemas que sufrió en 2015 y 2016.
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