El sueño se hizo realidad, y la realidad duró exactamente 79 mágicos e inolvidables minutos. Tras más de una década disputándose los títulos más prestigiosos del mundo, creando una de las rivalidades más importantes de la historia del deporte y peleando mano a mano por quedarse la eternidad en solitario, Roger Federer y Rafael Nadal jugaron su primer partido de dobles juntos en la segunda jornada de la recién nacida Laver Cup. La legendaria pareja de contrarios derrotó 6-4, 1-6 y 10-5 a Jack Sock y Sam Querrey y dejó al equipo europeo muy cerca de la victoria (llegan al domingo decisivo dominando por 9-3 al resto del mundo), pero eso fue lo de menos: ver a los dos mejores jugadores de siempre (35 grandes tienen entre ambos, 19 del suizo y 16 del español) unidos en el mismo lado de la pista fue como asistir al paso de un cometa de los que tardan mil años en aparecer, pero por el que merece la pena esperar.
“Todos los ingredientes estaban en su sitio para que el partido fuera inolvidable y así ha sido”, se arrancó Nadal tras el encuentro ante casi 100 periodistas en la sala de prensa del O2 Arena de Praga. “Ha sido un encuentro único, muy especial. He jugado con alguien que he tenido toda mi vida enfrente. Evidentemente, todo ha sido muy bonito. Tanto la preparación como el instante de salir a la pista. Sabía que era un momento especial dentro de nuestra historia como rivales, que es muy larga”, prosiguió el número uno del mundo. “Hemos podido hablar bastante antes del partido sobre cómo jugaríamos y luego hemos conseguido adaptarnos muy bien. Queríamos tener la actitud y la energía que necesitábamos para ganar. Y lo hemos logrado”, cerró el balear.
“Siempre que estemos en activo seremos rivales”, le siguió Federer, sentado a su izquierda, recordando sin decirlo el cara a cara que Nadal controla con 23 victorias y 14 derrotas. “Gracias a Dios o por desgracia, después de hoy volveremos a ser rivales, pero esto ha sido algo muy especial”, añadió el suizo. “Ha sido un auténtico placer compartir el mismo lado de la pista con Rafa. Ha sido genial saber que podía confiar en él en los grandes momentos, ver cómo toma las decisiones y también su forma de pensar”, añadió. “Me voy a quedar con estos recuerdos para toda la vida”, confesó el número dos.
Antes del partido, Federer y Nadal se sentaron alrededor de una mesa blanca en el vestuario para organizar la estrategia del partido. Bajo la mirada de Bjorn Borg y Thomas Enqvist, los capitanes del equipo europeo, suizo y español decidieron cómo colocarse en la pista (Federer en el lado del iguales y Nadal en el de la ventaja, renunciando a golpear las bolas del centro con su derecha para dejarle esa posibilidad a su compañero), hablaron de la táctica al resto (“prefiero tenerte conmigo en el fondo cuando reste”, le dijo el mallorquín a su pareja, pidiéndole que no se fuese a la volea con la intención de tener más opciones desde atrás, y plantearon la posibilidad de hacer esporádicamente durante el saque de Nadal la australiana, una jugada táctica en la que el tenista que está en la red ocupa el centro de la pista agachado con el objetivo de hacerse imprevisible para el contrario.
La concentración de talento que reunieron Federer y Nadal con solo pisar la pista eclipsó a la pareja estadounidense, invitados ocasionales a una fiesta de la que se fueron sin bailar con la chica deseada, aunque Sock y Querrey persiguieron ese honor con mucha insistencia tras ganar la segunda manga aprovechándose de su rodaje como doblistas, un déficit que persiguió a sus contrarios desde el inicio. La energía con la que jugaron suizo y español, sin embargo, tapó todas las carencias que demostraron (falta de decisión para cruzarse en la red o dudas en la creación de algunas jugadas), la mayoría consecuencia de no haberse juntado nunca antes, ni tan siquiera en un entrenamiento.
La arrebatadora pasión de Nadal, que quiere ganar incluso cuando duerme, y el olfato de Federer, resolutivo en la red pese a llevar mucho tiempo sin jugar dobles, bastó para acabar con Sock y Querrey, un buen peligro en esta pista (dos sacadores bajo techo), y completar a lo grande la valiosa colección de imágenes que dejó el cruce: los rivales de toda la vida chocándose las manos, los rivales de toda la vida tapándose la boca para contarse en secreto la táctica antes de sacar, los rivales de toda la vida poniendo de su parte para que dos estilos tan distintos conjugasen más o menos bien, los rivales de toda la vida abrazados tras conseguir su primer triunfo de la mano.
Con 36 y 31 años, Federer y Nadal fabricaron en Praga una icónica pareja de dobles que nació muy tarde, pero que representa todos los valores del deporte (esfuerzo, sacrificio, trabajo, motivación, capacidad de superación…) y que también une a las dos raquetas más brillantes de siempre (suman 167 títulos conjuntamente y casi 450 semanas en la cima de la clasificación). Por un día, los dos lobos más hambrientos que ha visto la historia dejaron de cazar en solitario para hacerlo juntos, y cubriéndose las espaldas. Impensable y maravilloso. Como un cuento de hadas hecho realidad.
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