“Me duele, me duele mucho”. El jueves por la noche, y tras ganar cojeando y vendado en la rodilla derecha a Pablo Cuevas su partido de octavos de final del Masters 1000 de París-Bercy, Rafael Nadal visitó a Bernard Montalvan, el médico del torneo, y aceptó iniciar un tratamiento exprés para intentar recuperarse a tiempo con el objetivo de jugar el viernes los cuartos ante el serbio Krajinovic. Después de repetir los cuidados terapéuticos a la mañana siguiente, durante el calentamiento previo a ese encuentro que realizó sin vendarse, el número uno ya tenía prácticamente tomada la decisión de retirarse porque le costaba mucho moverse como consecuencia de un dolor muy intenso en la articulación. Tras sentarse con su equipo en el vestuario, Nadal llamó por teléfono a Ángel Ruiz Cotorro, su doctor de confianza, y escuchó lo que ya se imaginaba: luz roja para arriesgar, luz verde para volver a casa.
“He tenido que tomar esta decisión y desgraciadamente me voy de París estando en cuartos de final y teniendo una buena oportunidad de hacer cosas importantes”, explicó a este periódico el campeón de 16 grandes antes de subirse a un avión para volar a Barcelona y reunirse con Cotorro, con la idea de hacerse una ecografía y una resonancia magnética para trabajar a continuación en su recuperación. “La limitación viene siempre por el dolor, la limitación no es más que parte del dolor. Cuando tienes un dolor más alto del que puedes tolerar viene la limitación, y yo ayer estaba muy limitado en muchos momentos. Terminé ganando, cosa inesperada después de las sensaciones que tuve durante el partido”, siguió el balear, en referencia a su sufrido triunfo contra Cuevas. “Gané, y eso me daba una pequeña posibilidad de hacer un tratamiento por la noche. Lo hice con el doctor, creo que he mejorado un poquito, pero la mejora no es lo suficientemente importante como para poder afrontar tres partidos con garantías. Si no tengo opciones de ganar el torneo tiene poco sentido continuar y seguir forzando la rodilla. No me parece lógico”.
Según pudo saber este periódico, Nadal llegó a París “al límite”. Impulsado por la posibilidad de asegurarse el número uno a final de temporada, para lo que necesitaba una sola victoria, el balear dio el paso de viajar al último Masters 1000 de la temporada después de no jugar en Basilea por una carga de estrés en la rodilla derecha, provocada por el esfuerzo de todo el año (muchos partidos desde enero) y agravada en la gira asiática, donde ganó el título en Pekín y llegó a la final en Shanghái. Los problemas en la rodilla, en cualquier caso, no son nuevos en 2017. Nadal los tuvo después del Abierto de Australia (renunció a jugar en Rotterdam), los tuvo en Acapulco (jugó vendado sus dos primeros partidos), los tuvo durante la gira de tierra (no fue a Queen’s tras coronarse en Roland Garros) y también en verano, aunque puedo controlarlos en todo momento. En Shanghái, sin embargo, el dolor empeoró (desde los cuartos de final con Grigor Dimitrov), se volvió limitante y el balear intentó rebajarlo con analgésicos, sin demasiado éxito.
“No estaba al 100% al venir a París, pero es que tampoco lo estaba en Shanghái”, reconoció el español. “Uno no sabe cómo pueden evolucionar las cosas. Aquí han evolucionado a peor. Después de Shanghái entrené poco, le di tiempo a la rodilla para recuperarse un poco. Es lo que intentamos y no ha funcionado”, lamentó Nadal. “Por eso, vamos a hacer un tratamiento un poco distinto desde hoy. Ojalá me pueda servir para llegar a la Copa de Maestros, pero sin ninguna locura. Mi prioridad es ser feliz jugando a tenis, ser competitivo el máximo tiempo posible. A veces, para que eso ocurra, uno tiene que perderse cosas que no desearía”, añadió. “Así es mi carrera, y he tenido que aceptar todas estas cosas varias veces. Las sigo aceptando y sigo mirando hacia delante. Voy a hacer lo que toca de la mejor manera posible, voy trabajar e intentar recuperarme bien”.
Las palabras de Nadal son de una lectura fácil y clara. Sin que haya tomado ninguna decisión todavía, sin saber si estará en Londres o no (faltan nueve días, el torneo empieza el próximo 12 de noviembre), el mallorquín es contrario a jugarse la salud y condicionar su futuro por competir en la Copa de Maestros, un título que nunca ha ganado en su carrera. Varios directivos de la federación francesa, entre los que se encuentra Guy Forget, el director del torneo de París, confesaron el viernes por la tarde que Nadal es “bastante escéptico” sobre sus posibilidades de jugar en Londres y pusieron en duda la presencia del número uno en la cita que reúne a las ocho mejores del año, aunque el tenista evitó adelantarse a los acontecimientos, poniendo calma y sentido común.
“La rodilla hace 10 años que me preocupa, no es una preocupación actual”, recordó Nadal mientras se acomodaba la gorra en la cabeza, uno de sus gestos característicos. “Sabemos que está ahí. Hay momentos en los que las cosas van bien y otros en las que van mal. Intentamos manejarlo de la forma que consideramos más adecuada para jugar el máximo tiempo posible. No sabemos lo que va a pasar, lo único que buscamos es hacer las cosas de la manera más coherente para ayudar a que la rodilla aguante el máximo tiempo”, insistió el jugador. “Tengo problemas en la rodilla desde 2005. Estamos en 2017 y he ido aguantando. Vamos a seguir trabajando y haciendo las cosas bien para intentar durar varios años más, pero estando al 100% de competitividad”.
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