“La premisa fundamental para intentar luchar por todo era tener continuidad y jugar los torneos que tocaba”.
Carlos Moyà abraza la raqueta contra su pecho antes de soltar esa frase cargada de sentido. Hace frío incluso bajo techo (cinco grados fuera a las 10 de la mañana) y el ex número uno del mundo lleva un abrigo largo que le llega hasta las rodillas mientras observa cómo Rafael Nadal prepara su estreno en el torneo de París-Bercy con Alexander Zverev.
A cubierto, los pelotazos del español son sopapos sordos que el alemán persigue asfixiado, empapando de sudor una camiseta tras otra y mirando enrabiado a Juan Carlos Ferrero, su asesor. Nadal, que se entrena sin rastro del vendaje que lució en la rodilla derecha en la final de Shanghái, la misma en la que sufrió una carga de estrés que le impidió participar la semana pasada en Basilea, debuta este miércoles contra Hyeon Chung (1-0 en el cara a cara) en el último Masters 1000 de la temporada buscando una victoria clave porque si gana se habrá asegurado terminar el curso como número uno del mundo por cuarta ocasión en su carrera, igualando a Novak Djokovic y acercándose a las cinco veces de Roger Federer. Hay algo, sin embargo, más importante: a los 31 años, el campeón de 16 grandes afronta esa oportunidad de oro porque ha cumplido la meta de mantenerse sano, la más importante de todas las que se marcó en pretemporada.
“El año está siendo muy bueno”, dice Moyà sobre el 2017 de Nadal, que ha jugado 16 torneos y solo ha roto su plan en tres (Rotterdam, Queen’s y Basilea), siempre por precaución y no por ninguna lesión de gravedad como en el pasado. “Hasta ahora, las lesiones han respetado a Rafa y ha podido competir con regularidad. Es posiblemente una de las claves del gran año que ha tenido”, sigue sobre el mallorquín, que se estrena en Bercy con 75 partidos encima (65 victorias y 10 derrotas), una cifra altísima, aunque todavía lejos de los otros tres años en los que acabó en la cima del circuito (93 en 2008, 81 en 2010 y 82 en 2013). “Luego hay que tener suerte porque siempre hay espacio para una torcedura de tobillo o para cualquier otro percance. También está ese factor porque no ha tenido ningún problema físico gordo, evitando perderse algún Grand Slam o Masters 1000”.
“Es una cosa que no había pasado desde hacía mucho tiempo”, coincide en la zona de jugadores Toni Nadal, tío y técnico del tenista, protegido por una chaqueta acolchada de color rojo. “Siempre acababa pasándole algo. Este año ha padecido algunos problemas ahora al final de la temporada, pero son problemas que se pueden llevar”, recuerda, haciendo referencia a la rodilla derecha. “Las otras temporadas Rafael no era capaz de hacer el calendario completo y había un momento en el que tenía demasiados problemas para poder seguir jugando con garantías”.
El miércoles, y por primera vez desde 2015, el balear habrá jugado los nueve Masters 1000 de la temporada (Indian Wells, Miami, Montecarlo, Roma, Madrid, Canadá, Cincinnati, Shanghái y París-Bercy), algo que antes solo lo había hecho en 2007, 2008 y 2009. En 2017, el español ha ganado dos grandes (Roland Garros y el Abierto de los Estados Unidos), dos Masters 1000 (Montecarlo y Madrid) y dos 500 (Barcelona y Pekín), ha llegado como mínimo a cuartos de final en 13 de los 16 torneos en los que ha competido y ha recuperado y mantenido durante meses el número uno, que ahora tiene a un triunfo de asegurarse hasta 2018.
“Todo lo que ha estado en nuestra mano lo hemos hecho bien”, celebra Moyà, cuyo aterrizaje en el banquillo de Nadal el pasado mes de diciembre provocó un cambio que se tradujo dentro y fuera de la pista. “Los entrenamientos, la preparación física, la prevención, el trabajo del fisioterapeuta, escoger los torneos, dosificar los horarios, encontrar el tiempo de descanso… todo eso se ha hecho”, cerró el entrenador.
“Necesitaba descansar después de Shanghái porque he tenido muchos partidos este año”, reconoció el jugador, que en los dos torneos que le quedan por delante (París y la Copa de Maestros de Londres) se enfrenta a partidos bajo techo, uno de sus mayores retos de siempre. “Estoy aquí para tratar de darlo todo como siempre e intentar llegar lo más lejos posible. Al final, solo trato de entrenar bien cada día. Ya veremos hasta dónde puedo llegar”.
Antes de jugar por primera vez este año en Bercy, y sin saber si finalmente podrá ganar uno de los tres Masters 1000 que le faltan en su currículo, Nadal lanzó ese mensaje con una certeza: su monstruosa temporada habría quedado en nada sin salud.
Noticias relacionadas
- Wozniacki, finalmente Wozniacki
- Wozniacki y Venus, el pasado sigue siendo el presente
- Muguruza: “Este año es un éxito, el mejor hasta ahora”
- Muguruza se queda sin nada: adiós a la Copa de Maestras, adiós al número uno
- Muguruza, sin salida: ganar o ganar
- Muguruza se diluye ante Pliskova
- La Copa de Maestras busca nuevo hogar
- Muguruza aprende a ganar sin ser protagonista
- Muguruza, estreno inteligente en Singapur
- Los apuntes maestros de Medina