Sin alardes, pero también sin sufrimientos. Garbiñe Muguruza debutó con victoria en la Copa de Maestras de Singapur y dio el primer paso para superar la fase de grupos y alcanzar las semifinales del torneo que reúne a las ocho mejores jugadoras del año. El domingo por la noche, la número dos mundial se impuso 6-3 y 6-4 a Jelena Ostapenko en un partido que estuvo en la raqueta de su contraria y que sin embargo la española hizo suyo utilizando la cabeza, poniendo inteligencia contra la agresividad desmedida de la letona y encontrando en la paciencia una vía segura para salir vencedora. [Narración y estadísticas]
“Ella es una jugadora muy agresiva que revienta la bola por arriba y por abajo”, resumió Garbiñe tras arrancar con victoria y citarse el próximo martes con Karolina Pliskova (6-2 y 6-2 a Venus Williams) por el liderazgo del Grupo Blanco. “Ostapenko ha tenido un año impresionante y tiene la confianza necesaria para jugar así. Eso hace que sea todavía más peligrosa”, siguió Muguruza. “Al salir a la pista sabía que podía jugar de forma increíble, así que estuve preparada para buscar soluciones”.
“No estoy muy contenta con mi partido de hoy porque he cometido muchos errores no forzados”, añadió luego Ostapenko, que acabó con 25 fallos. “No he podido acostumbrarme a la pista. El bote de la bola es diferente al resto de superficies en las que jugamos durante el año. He fallado demasiado por la zona de mi revés, algo extraño”, añadió la letona. “El primer encuentro siempre es uno de los más difíciles, pero tengo la oportunidad de aprovechar dos que me quedan para intentar continuar en el torneo”.
Tras pasarse más de 20 días sin jugar (se retiró ante la checa Strycova en la primera ronda del torneo de Pekín como consecuencia de una gripe), Muguruza no necesitó hacer grandes esfuerzos para engancharse al ritmo de la competición porque los entrenamientos previos (primero en Basilea y luego en Singapur) le dieron una preparación suficiente para poder superar a una contraria condenada a la autodestrucción por su manera de plantear el cruce, la misma que le ha dado las grandes victorias de su carrera.
Ostapenko propuso un tiroteo desde todos los lados de la pista y acabó disparándose en el pie. Como siempre, la letona invocó al riesgo para jugar de su mano, incisiva como los dientes de una sierra, y el plan se le volvió en contra: la número siete produjo muchos golpes impecables e imparables que combinó con otros fallos terribles, intolerables para sumar el triunfo porque los cometió en los momentos clave del encuentro, durante los peloteos que marcaron la estrecha diferencia entre salir viva o muerta.
Tres veces perdió su saque la aspirante en la primera manga (para 0-2, 1-3 y 3-5) y dos veces lo recuperó (2-1 y 4-3), pero fue incapaz de poner un poco de orden en un tenis de picos completamente opuestos, muy altos y muy bajos. Ostapenko, que cosió a Muguruza a ganadores y le hizo mucha pupa con su clásico ángulo corto de derecha, tembló para ponerle su firma a los puntos importantes del duelo y por ahí se escaparon todas sus oportunidades.
Un ejemplo resumió la situación. Con todo perdido (3-6 y 2-5), restando para no decir adiós, la letona rompió el saque de Muguruza, ganó el suyo en un suspiro y amenazó con soltarse del todo (de 2-5 a 4-5). La rebelión quedó en nada porque Ostapenko volvió a demostrar lo mismo que durante toda la tarde: supo competir muy bien estando abajo en el marcador, sin presión, y mal cuando le tocó dar un paso adelante.
A Muguruza, que jugó con manga larga pese a que bajo la cubierta del estadio no hizo ni un poquito de frío, le sirvió con poner mucha solidez y esperar tranquilamente a que Ostapenko descarrilase sola. Tras completar un proceso de aprendizaje que le ha ayudado a entender que muchas veces se puede ganar sin pegar más fuerte que su rival, la número dos empleó esa táctica a la perfección y celebró su primera victoria en la Copa de Maestras demostrando una lección bien práctica.
A veces, vencer con la cabeza es tan efectivo como hacerlo pegando de línea en línea.
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