—¿Qué es lo que te ha ayudado a ganarle por primera vez cinco partidos seguidos?
—No enfrentarme a él en tierra batida.
Tras derrotar a Rafael Nadal en la final del Masters 1000 de Shanghái, Roger Federer escuchó una y otra vez la misma pregunta y respondió sin variar demasiado el rumbo de su respuesta. El suizo, que sumó su sexto título de la temporada, superó por quinta ocasión consecutiva al español (Basilea 2015, Abierto de Australia, Indian Wells, Miami y Shanghái 2017) y cambió oficialmente la dinámica de la rivalidad más importante de la historia del tenis, recortando considerablemente el cara a cara con su rival (de 10-23 a 15-23) y provocando en Nadal una sensación desconocida: la ventaja mental de hacer sentir al otro impotencia, con la que tanto tiempo ha jugado el balear, está ahora en la cabeza de Federer.
“Ahora cuando juego contra él tengo un plan, sé cómo jugarle”, se arrancó el número dos mundial. "Probablemente estoy sacando mejor y de manera más consistente. Logro más potencia desde que me cambié a una raqueta más grande. También siento que conecto mejor el revés”, explicó Federer, que en enero de 2017 se decidió a usar un modelo distinto de raqueta, con un marco más grueso. “Antes tenía que usar el cortado mucho más porque la raqueta que tenía entonces iba muy bien para el cortado, pero me encontraba golpeando muchos golpes con la caña. Era difícil para mí atacar varias bolas seguidas con el revés. Hoy eso no es un problema”.
Ese cambio de raqueta ha sido clave para que el suizo haya logrado reinventar su revés y cerrar la grieta por la que Nadal se ha ido colando una vez tras otra durante tantos años con su derecha alta, un martirio. A diferencia de cualquier otro Federer anterior, el de 2017 puede pegar varias veces seguidas su golpe a una mano en posiciones de ataque sin que eso le cueste un error y emplear el cortado solo en situaciones más especiales, en lugar de como recurso habitual.
“Es más sencillo jugar con Rafa ahora, ya no me marca tanto como antes”, aseguró el suizo. “No es algo que me marcase de manera horrible, pero he perdido muchas veces con él, especialmente en tierra batida. Sigo creyendo que perdí la final de Wimbledon en 2008 por la paliza que me dio en Roland Garros ese mismo año. Me afectó en los dos primeros sets de esa final de Wimbledon”, reconoció, recordando uno de los partidos más famosos de siempre. “Estoy jugando bien contra él y evitarle en tierra me ha ayudado claramente”, reiteró Federer, que ha perdido 13 de los 15 partidos con Nadal en arcilla. “Ahora soy capaz de aguantar en pista dura y en pistas rápidas contra él y he podido jugar muy bien cuando nos hemos enfrentado”.
Nadal le ganó al suizo por última vez en semifinales del Abierto de Australia de 2014, hace más de tres años y medio. Aquel encuentro vio a un Federer desdibujado, superado de arriba a abajo por el balear, que estiró su ventaja a 23-10 en los enfrentamientos directos entre ambos. La crisis de juego que afectó a los dos en los siguientes cursos separó sus caminos, a excepción del encuentro de Basilea 2015, que ganó el suizo.
Lo que ocurrió en 2017, sin embargo, fue inesperado: al agónico triunfo en la final del Abierto de Australia, con una remontada imposible en la quinta manga (perdía 2-3 y saque de su oponente), le siguieron otros tres fáciles en Indian Wells, Miami y Shanghái. Federer, que no jugó ni un solo partido en tierra batida, esquivó lo que luego celebró al vencerle en China: como se saltó la temporada de arcilla, como antepuso su cuerpo a la competición renunciando a la superficie más exigente de todas, no se vio las caras con Nadal en albero, evitó una probable derrota contra el español y mantuvo su confianza en el mismo punto en el que la dejó tras la final de Miami.
“El de Shanghái ha sido un partido muy difícil para mí”, confesó el campeón de 16 grandes, siempre muy lejos del triunfo desde que arrancó el cruce. “Ha hecho lo de otras veces: jugar muy rápido y jugar bien. No sé cuántos errores no forzados ha cometido, pero ha jugado muy bien”, insistió el español sobre su oponente. “Yo podría haber hecho algunas cosas mejor, pero no las he hecho. Esto es todo, así que felicidades a él”, se despidió el número uno, que puso en duda su participación en Basilea y París-Bercy, los dos siguientes citas de su calendario antes de la Copa de Maestros de Londres (desde el próximo 12 de noviembre).
“Nos hemos vuelvo a encontrar con un gran Federer en una pista muy rápida”, fotografió Francis Roig, el entrenador que acompañó a Nadal en la gira asiática. “Otra vez ha sacado muy bien y se ha encontrado muy cómodo. Al final, a nivel táctico había pocas cosas que hacer. Si quieres hacer muchas cosas, te sales de tu guión, y salirte de tu guión en situaciones en las que todo pasa tan rápido… Es difícil”, prosiguió el técnico catalán. “A Federer le patinaba la bola muchísimo, era un espectáculo. Es que ponía la mano y le salía la bola a 2000 por hora”, insistió. “Todo dependía de si Federer aguantaba el nivel. Y lo ha aguantado”.
Así, y tras encadenar tres rachas de cinco victorias contra Federer entre 2005 y 2006 (Roland Garros, Dubái, Montecarlo, Roma y Roland Garros), 2008 y 2009 (Montecarlo, Hamburgo, Roland Garros, Wimbledon y Abierto de Australia) y 2013 y 2014 (Indian Wells, Roma, Cincinnati, Copa de Maestros y Abierto de Australia), algo ha cambiado. Ahora es el suizo el que está en esa posición después de zarandear una rivalidad en la que hasta este año había dicho muy poquito.
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