Hay relámpagos más lentos. Para celebrar el título de campeón en Shanghái, Roger Federer volvió a jugar a una velocidad supersónica que sobrepasó a Rafael Nadal (6-4 y 6-3 en 1h12m) y rompió su racha de 16 victorias. La victoria del suizo, la quinta consecutiva sobre su máximo rival, le dio el sexto trofeo de la temporada (94 de su carrera, igualado en la segundaposición de siempre con Ivan Lendl), elevó su botín de Masters 1000 a 27, a solo tres del récord que comparten Novak Djokovic y el balear, y mantuvo vivas sus opciones de terminar el año en la cima de la clasificación (está a 1960 puntos de Nadal y quedan 3500 en juego). El partido, sin oposición, estuvo condicionado por dos circunstancias imposibles de separar: la exhibición del número dos del mundo y los dolores del mallorquín en la rodilla derecha, que minimizaron su planteamiento ante el suizo. [Narración y estadísticas]
“No es el momento de hablar de eso después de la final”, respondió Nadal cuando le preguntaron por las limitaciones que le provocó el tendón rotuliano derecho. “Entiendo la pregunta, pero diga lo que diga va a sonar feo tras la derrota. Es una cosa que no me preocupa. Sé que la gira ha sido muy exigente, he hecho un esfuerzo importante”, prosiguió el balear. “Hoy no he estado al nivel que me hubiera gustado estar, pero también es verdad que creo que es mérito de él porque ha jugado muy bien, muy rápido. No creo que haya cometido errores en ningún tramo de todo el partido y además ha sacado muy bien”, continuó el campeón de 16 grandes, que si cumple su calendario competirá en Basilea (del 23 al 29 de octubre) y París-Bercy (del 30 de octubre al 5 de noviembre) antes de la Copa de Maestros, que arranca el próximo 12 de noviembre en Londres. “Ahora mismo no sé si jugaré en Basilea, no puedo decirlo. En estas dos semanas necesito pensar en ello. Mi calendario es Basilea y París pero no sé lo que va a pasar”.
Nadal salió a jugar la final con un vendaje blanco en la rodilla derecha, a la altura del tendón rotuliano. Esa protección, consecuencia de la carga de partidos en poco tiempo (10 en 13 días), anticipó durante el calentamiento lo que sucedería después, cuando el cruce echó a andar: con dolor en una de las zonas más criticas de su cuerpo, donde ha sufrido las lesiones más importantes de su carrera, el español se movió lento, le costó flexionar en los apoyos más explosivos y fue a buscar con un poco miedo los tiros más ajustados de su rival, que fueron la mayoría de los que produjo.
Los problemas de Nadal contrastaron con la exhibición de Federer. El suizo levantó una muralla sobre su saque y no dejó que el número uno se le acercase ni un poquito (ocho puntos ganados de 44 disputados y ni una sola bola de break). Federer, que llegó a ganar un juego en 50 segundos (con tres aces), vivió la final subido en la línea de fondo y desde esa posición dirigió el partido como le vino en gana, marcando el ritmo (centelleante) y las formas (intercambios de dos o tres tiros). Una vez más, la victoria dependió de lo que hizo el suizo, ofensivamente pletórico, tan inspirado que podría haber jugado con una venda en los ojos.
La ayuda de la pista también fue fundamental. Cubierta para evitar la lluvia, la central de Shanghái dobló su velocidad (al aire libre ya es la más rápida de los ocho Masters 1000) y en esas condiciones Federer jugó con todo a favor, encontrando acierto en lo que intentó y desarbolando a su contrario, muy lejos del jugador que había enlazado un puñado de triunfos increíbles durante las últimas semanas. Además, el dolor en la rodilla se metió en la cabeza de Nadal y jugar pendiente de eso borró cualquier oportunidad para remontar. Así, claro, fue imposible que el balear intentase poner en marcha el plan que había ideado junto a los suyos para invertir la tendencia de los últimos cruces.
Federer recibió el estado de su contrario sin torcer el gesto, siguiendo a lo suyo: apoyado en el saque y jugando de frente, siempre recto, el campeón de 19 grandes ganó y continuó cambiando la rivalidad entre los dos, algo que es increíble. A día de hoy, todavía pierde el cara a cara (15-23), pero a los 36 años ha conseguido un imposible: derrotar cinco veces seguidas a Nadal, el mayor desafío al que se ha enfrentando durante toda su carrera.
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