“Rafa no tiene que obsesionarse con el revés, tiene que jugarle también por la derecha y tiene que complicarle las cosas por ese lado”.
Antes de la final del Masters 1000 de Shanghái, las palabras de Francis Roig, entrenador de Rafael Nadal, anticiparon el plan para que el campeón de 16 grandes derrote a Roger Federer este domingo, rompa una racha de cuatro derrotas consecutivas con el suizo (Basilea 2015 y Abierto de Australia, Indian Wells y Miami 2017) y celebre uno de los pocos torneos de la categoría que le faltan (tampoco ha ganado nunca Miami ni París-Bercy). El español, que pese a caer en los últimos cruces sigue dominando con holgura la rivalidad con el suizo (23-14, aunque 9-10 en pista dura), está ante la obligación de mover ficha si quiere cambiar las cosas.
“Posiblemente no voy a hacer saque y red”, explicó entre risas Nadal después de imponerse a Marin Cilic en semifinales y sumar 16 victorias seguidas. “Sé lo que tengo que hacer y sé que es muy difícil en este tipo de superficie”, añadió el balear. “Lo más importante para mí es jugar a mi nivel más alto y si eso ocurre espero tener mis posibilidades. Si no sucede, mis opciones serán mucho menores, pero estoy jugando bien y concentrado para intentar que suceda”.
Después de perder por segunda vez este año en los octavos de Indian Wells, Nadal y sus técnicos empezaron a masticar una decisión que intentaron con poco éxito en la final de Miami, donde volvió a ganar Federer. Tras toda una vida utilizando la misma táctica contra el suizo, la de disparar pelotas altas y pesadas con el drive sobre su revés a una mano hasta encontrar el error, el mallorquín abandonó esa idea para la que su oponente ha encontrado solución, como le demostró en el quinto set de la final del Abierto de Australia.
En Miami, Nadal se marcó tres pautas que le ayudasen a invertir la tendencia de los últimos partidos: no encerrarse en el revés de Federer y buscarle con frecuencia la derecha, subir un punto la agresividad desde la primera pelota para evitar que el suizo le arrebatase el control de los los intercambios y restar más recto el segundo saque de su rival, la única manera de morderle el servicio. El plan funcionó durante seis juegos (hasta el 3-3 de la primera manga) antes de saltar por los aires.
“Lo que hay que intentar mañana es todo eso, pero también sacar bien y que Federer no juegue pelotas fáciles”, analizó Roig, un apasionado de la estrategia. “Aquí ocurre una cosa. La bola corre mucho si consigues pegarla bien, pero si el tiro no es bueno se queda muerta. Eso le abre la puerta al rival. Hay que evitar que Federer pegue bolas sencillas y que no se vaya en el marcador, hay que mantenerlo apretado todo el tiempo”.
Según el índice de velocidad en pista (CPI, por sus siglas en inglés), Shanghái tiene la superficie más rápida de los ocho Masters 1000, que también es de una velocidad superior a la de la Copa de Maestros de Londres. Eso beneficia inevitablemente al juego de ataque de Federer, que cuenta con todas las facilidades posibles para multiplicar el daño de sus tiros.
“Para mí es bueno”, reconoció Federer tras imponerse a Juan Martín Del Potro, que luego se apoyó en la pista para señalar al suizo como candidato título. “Quizás, Rafa no tiene tanto margen para poner una pelota más, para defenderse, aunque también lo puede hacer en pista dura. Así que tiene que jugar en la línea de fondo y lo ha estado haciendo perfectamente esta semana. Posiblemente, incluso sorprendió a algunos de sus rivales desde ahí”, insistió el campeón de 19 grandes. “Es un gran jugador en dura y en pistas muy rápidas. No habría ganado Wimbledon si no lo fuese”.
No es un partido cualquiera ni una final más: por el título Shanghái se enfrentan Nadal y Federer, los dos mejores jugadores de la historia, y más de una década después su rivalidad está en una fase nueva. Por primera vez, el suizo tiene todas las respuestas para las preguntas de Nadal.
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