Rafael Nadal agotó este domingo el pequeño abanico de calificativos que todavía quedan para definir su 2017. A lomos de una versión sin fisuras, agresiva y convincente, el español zarandeó 6-2 y 6-1 a un iracundo Nick Kyrgios para levantar el título en Pekín (sexto del año y 75 de su carrera, a dos de los 77 de John McEnroe), tomó una importante ventaja para ganarle a Roger Federer la carrera por ser número uno a final del curso (aparecerá este lunes con 2370 puntos de margen sobre el suizo) y consiguió algo que radiografía mejor que ninguna otra cosa su estado actual: el campeón de 16 grandes no ganaba dos trofeos seguidos en cemento desde el verano de 2013 (Canadá, Cincinnati y Abierto de los Estados Unidos) y ha vuelto a hacerlo con sus victorias en el último Grand Slam del curso y en Pekín. [Narración y estadísticas]
“Es una prueba de que estoy jugando bien, nada más”, aseguró Nadal después de la victoria, la número 61 del año. “Cuando he jugado bien he ganado en dura también. No es que de repente ahora haya ganado dos torneos: había jugado la final del Abierto de Australia, la de Miami, la Acapulco… cuando uno están en finales de este tipo es porque está preparado para ganar”, prosiguió el mallorquín. “He ganado dos torneos complicados, pero no tienen un sentido especial porque sean en pista dura. Nunca tuve la sensación de no poder volver a ganar en cemento. Soy consciente de que para mí es más difícil que en tierra, pero lo que necesitaba era jugar bien”, insistió. “Cuando gané aquí en 2005 nunca soñé que pudiera volver a hacerlo”.
Nadal salió a jugar con la cabeza en Cincinnati. El 19 de agosto, el australiano le ganó un partido que el español no compitió, posiblemente uno de sus peores encuentros del curso. Fue la última derrota de Nadal antes de encadenar una racha de victorias que estiró hasta 12 este domingo. El recuerdo de lo que ocurrió aquella noche de verano persiguió al balear durante los minutos previos a la final, pero nunca llegó a amenazarle con privarle del título de campeón. Ocurrió que esos pensamientos negativos quedaron aparcados muy pronto, que Nadal creció ante la adversidad y que sobre la pista no tuvo rival.
El incendio que Kyrgios se provocó desniveló el cruce muy pronto. El número 19 se enfrentó a Mohammed Lahyani, el juez de silla del partido, después de que no le dejase pedir un Ojo de Halcón por demorarse en la solicitud, obligándole a tener que repetir un punto que le habría dejado con un interesante break de entrada (“¡No hay derecho a que me hagas esto! ¡Vaya mierda!”, le gritó encorajinado). A partir de ahí, Kyrgios recibió dos sanciones por abuso verbal (llegó a perder un punto, con 2-5 en el primer set), destrozó un par de raquetas y dejó que se lo llevaran sus demonios.
Pese a un inicio lleno de talento, 20 minutos para pelear de tú a tú los tres primeros juegos del duelo, la resistencia del australiano cayó en un suspiro: cuando el mallorquín consiguió ponerse 4-2 en el primer parcial, cuando abrió brecha por primera vez en el marcador, el partido se acabó y la final pasó a ser un juego de niños pequeños para Nadal: ganando nueve juegos consecutivos, de 2-2 a 6-2 y 5-0, el balear aceleró sin medianías hacia el trofeo.
El número uno desarmó el imprevisible tenis de Kyrgios con solidez. Al australiano le costó mil sudores ganar cada punto. No tuvo el apoyo de su poderoso saque (48% de primeros). Perdió la primera manga al resto después de haber cedido previamente su servicio. Y acabó desdibujado el segundo parcial, donde Nadal hizo lo que quiso ante un oponente fuera de sí, roto en quejas y lamentos que le birlaron la concentración hasta dejarle indefenso.
“Ha sido uno de mis mejores partidos esta temporada”, celebró luego Nadal. “Kyrgios es uno de los tenistas más talentosos del mundo. No me afectan sus protestas, pero sí es verdad que en algunos momentos es un poco extraño”, aseguró el balear. “Rafa me ha destrozado”, le siguió a continuación el australiano. “No puedo ponerle excusas a mi derrota hoy. Él está en un gran momento de forma y… ¿a quién le importa perder un partido de tenis después de lo que ocurrió en Las Vegas?”, se despidió Kyrgios, en referencia al tiroteo que provocó una masacre el pasado domingo durante un festival country llamado Route 91.
Así, el número uno levantó su segundo título en Pekín, donde no ganaba desde 2005 (venció a Guillermo Coria). Ha pasado mucho tiempo, pero hay algo que no ha cambiado: el español sigue teniendo tanta hambre como entonces, y tiene mérito porque entre un trofeo y otro hay 12 años de distancia. Nadal, claro, no tiene fin.
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