El día de su debut en la Copa de Maestras de Singapur, Jelena Ostapenko quiso echarle una carrera a Garbiñe Muguruza buscando la victoria a más de 200 kilómetros por hora y esperando que su contraria igualase la apuesta. La letona, posiblemente la jugadora del circuito que más rápido y más fuerte le pega a la pelota, se encontró con algo que no esperaba. En lugar de ir al tú a tú como tantas otras veces, en vez de tratar de superarla con la fuerza bruta que históricamente ha empleado en su carrera, la española le cedió encantada la iniciativa y dejó que su rival se ahogase sola en su ambiciosa idea de ganar devastando a estacazos, rompiendo un bola tras otra y pegando con furia. Se llama renunciar a ser protagonista, y muchas veces es la mejor opción.
“He sido inteligente”, celebró tras la victoria Muguruza. “Hace poco perdí con ella en Wuhan, pero ni yo he jugado igual ni ella tampoco. He venido preparada después de lo que sentí en aquel partido. Mi nivel ha sido superior”, prosiguió la número dos del mundo. “Lo más importante es que he sabido controlar mi pista, ser constante y no hacer fallos tontos. Ella es una jugadora que le pega absolutamente a todo: bolas altas, bolas bajas… He tenido más precaución porque sé que se las juega todas y toma muchos riesgos. Hay momentos en los que puede hacer puntos increíbles, pero también otros en los que va a fallar y regalar”, siguió. “Hoy no quería ser yo la que arriesgase tanto, quería que lo hiciese ella”.
Los números dicen que la española no miente. Ostapenko terminó el partido con 21 golpes ganadores por 25 errores no forzados, Muguruza con 10 por 14. Esas cifras representan la transformación del estilo de la campeona de dos grandes. La Garbiñe que tiró de una patada la puerta del circuito jugando un tenis moderno, construido sobre el riesgo y la potencia, ha conseguido añadir una alternativa fundamental a su juego de acoso y derribo: inteligencia y sensatez para no ser siempre la que golpee como si le fuera la vida en ello.
Esto es lo que ocurrió hace años. La percha de Muguruza (1,82m) le permitió hacerse un hueco en la élite intimidando con su envergadura, las impresionantes palancas (longitud de brazos y piernas) con las que ser valiente es pan comido. Así, Garbiñe vivió los intercambios de sus partidos en dos o tres tiros y se creó una fama de pegadora indomable (gano yo, pierdo yo, lo hago todo yo) que hizo temblar a sus oponentes, se encontró atrapada en muchas ocasiones cuando se quedó sin inspiración, porque hay que tener muchísima para estar permanentemente apostando al todo o nada. Eso ha cambiado, es cosa del pasado.
¿Cómo habría jugado Muguruza en 2014 el partido del domingo ante Ostapenko? ¿Se habría conformado con estar en manos de su rival? ¿Seguro que no habría entrado al trapo para demostrarle que a latigazos no iba a conseguir nada contra ella?
“Ahora, cuando no me salen las cosas tengo una perspectiva más grande para ver el problema y encontrar una solución”, respondió Garbiñe. “Antes decía: ‘¿por qué me sale mal esto?”, prosiguió. “Ahora puedo pensar y no ser tan burra si no me sale algo”, reiteró. “Yo nunca he jugado tan a lo loco y tan plano... Quizás porque vengo de España, de esa escuela de meter la pelota, pero mi tenis ha cambiado mucho: de ser un poco más defensiva a ir atacando con el tiempo. La realidad es que a día de hoy lo voy combinando”.
Con el liderado de Grupo Blanco en juego, lo que también significa meter los dos pies en las semifinales, Muguruza se mide este martes a Karolina Pliskova (2-6 en el cara a cara), que es otra de las que disfruta jugando siempre de frente, muy recto, con tiros que van directos al corazón de su oponente. La checa, que en su primer partido contra Venus Williams compitió de memoria, como si fuese un robot programado para pegar sin pensar, saltará a la pista con el plan de atropellar a la española. Muguruza, sin embargo, tiene a su alcance dos formas de anular a Pliskova con garantías: intentando atacar tanto como ella o recurriendo al salvoconducto de la entereza que usó exitosamente para ganar a Ostapenko sin hacer ruido.
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