Rafael Nadal llegará a su undécima final de Roland Garros con un recuerdo que no ayuda a preparar el partido: Dominic Thiem, su rival del próximo domingo por el título, le ganó el último encuentro que ambos jugaron. Fue hace algo más de un mes, ocurrió en los cuartos de final del torneo de Madrid y la derrota provocó dudas en la cabeza del número uno, que pasó unos días buscando cómo cerrar esa herida y luego consiguió celebrar el título en Roma, aunque sin encontrarse con el austríaco. Ahora, con la Copa de los Mosqueteros a tiro, Nadal tiene por delante a Thiem en un cruce al que llega con una imagen muy viva: la suya marchándose de la central de la Caja Mágica derrotado.
“Preferiría haber ganado la última vez que haber perdido, y para él también es mucho mejor”, reconoció el mallorquín. “Son partidos difíciles, partidos contra los mejores jugadores del mundo, y gana el que está mejor ese día”, aseguró el campeón de 16 grandes. “Yo voy a hacer todo lo posible por estar mejor que él cuando llegue la hora de la final. Uno tiene que asumir el reto y estar listo para las adversidades. Thiem ha sido mi rival más duro en tierra, un contrario complicado que es de los mejores en esta superficie, tanto por resultados como por nivel de juego”.
“Sí, pero firmábamos llegar de esta manera, aunque es mejor llegar con una victoria en el último partido”, le siguió horas antes del pulso Carlos Moyà, uno de sus entrenadores. “Tenemos que aprender la lección de lo que pasó en Madrid e intentar evitarlo”, continuó el exnúmero uno del mundo. “Thiem es muy agresivo, con un tenis que se adapta perfectamente a la tierra batida. Va a ser una batalla bastante dura porque es el rival de Rafa que mejor se adapta a esta superficie”, cerró el técnico balear.
Ni Nadal ni Moyà mienten. Thiem ha sido el único jugador que le ha ganado sobre tierra en los dos últimos años (Roma 2016 y Madrid 2017), privándole dos temporadas consecutivas de hacer un pleno de títulos en la gira de tierra europea previa a Roland Garros (consiguió tres de los cuatro trofeos posibles) y remarcando la sensación de que por su raqueta pasa el relevo del balear en arcilla.
“Tengo que jugar como lo hice cuando le gané en Roma y Madrid, pero también soy consciente de que aquí es más difícil”, avisó el austríaco, en referencia a las condiciones de juego de Roland Garros. “Creo que también es positivo que me haya enfrentado a Nadal dos veces en París”, continuó Thiem, que en 2014 y 2017 ya se cruzó con el español en el segundo Grand Slam de la temporada. “Por supuesto, hay presión, especialmente en una final como esta, porque he recorrido un camino muy largo y no quiero perderla, pero creo que si estoy frente a Rafa no soy yo el que tiene la presión”.
El sábado a mediodía, Nadal se refugió en la pista número 4, la que ha utilizado para entrenar durante la segunda semana de competición, y durante una hora y media preparó con Moyà la final, trabajando en su derecha alta y en el revés cruzado, las dos armas que más necesita cuando salga a pelear ante el austríaco. Después, el mallorquín se marchó a comer, jugó al parchís en el restaurante de jugadores del torneo y se fue pronto a descansar a su hotel para estar listo, pensando ya en el asalto a la copa.
“El domingo es el momento de sacar todo lo que tengo dentro, de luchar hasta el final y de tener una idea clara de cómo quiero jugar”, reconoció el número uno mundial. “Sé que tengo que dar un poquito más de lo que he dado hasta ahora en el torneo. La actitud no me va a fallar, el tenis puede ser, pero espero que no sea así”.
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