Andrés Iniesta, Roger Federer, Kobe Bryant… Rafa Nadal. Todos, en algún momento de su carrera, han llorado. Han saltado a la palestra, han abierto el grifo de las lágrimas y han dejado al mundo paralizado, viéndolos secarse ese agua cristalina que sale de los ojos. Y, este domingo, tras ganar su undécimo Roland Garros y barrer a Domic Thiem (6-4, 6-4 y 6-2), el mallorquín se ha derrumbado con lágrimas de alegría cuando ha recibido la Copa de los Mosqueteros.
“Era impensable pensar en algo como esto. Son 11 veces, ya no sé qué decir”, reconoció Nadal, ante la atenta mirada del público. “Gracias a todo mi equipo. Sin vosotros, es imposible. Es alucinante e increíble haber estado aquí todos estos años. Gracias a todos por la ayuda. Gracias a mi familia, también. Sin ellos nada hubiera sido posible. Y gracias al público”, explicó Rafa.
Tras tres meses parado, Rafa Nadal volvió a Roland Garros para ganarlo por undécima vez. Nadie lo ha hecho tantas veces como él y nadie lo hubiera pensado. Ni siquiera Domic Thiem, que vio ganar al mallorquí por primera vez cuando tenía siete años y este domingo jugó contra él en la final y, de paso, ofreció revancha: “Ojalá y nos volvamos a ver aquí de nuevo. Sería un honor”. “Nos vemos el año que viene”, finiquitó Nadal.
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