Una dejada que pasa acariciando la red evita la eliminación de Rafael Nadal en las semifinales de Wimbledon. Es 8-7 en el quinto set y Novak Djokovic tiene punto de partido al resto para llegar a la final del torneo. ¿Qué hace el español? Buscar un buen saque, que no encuentra, y como no le queda otra se enfrenta al peloteo, que gana para poner el 8-8. ¿Qué hace el serbio? Ganar su siguiente turno de servicio sin problemas y cerrar el encuentro al resto (6-4, 3-6, 7-6, 3-6 y 10-8 en 5h17m) para disputarle el trofeo este domingo a Kevin Anderson. [Narración y estadísticas]
“He tenido momentos de dudas, de frustración, desilusiones, de preguntarte si quieres ir por este camino o por este otro… Todo el mundo pasa por esto”, reconoció el serbio tras el triunfo ante Nadal. “No conozco a nadie que pueda ser positivo o conservar la confianza siempre. Es la vida. Somos humanos. Yo he sido capaz de superar los obstáculos y tengo toda la ambición del mundo”, avisó Djokovic antes de la final.
El sábado, la reanudación se juega bajo techo y con luz artificial porque los dos rivales deben estar de acuerdo para abrir la cubierta, y lógicamente Nadal y Djokovic no quieren lo mismo. Mientras que el español prefiere descubrir la pista y retomar el encuentro con las condiciones habituales de Wimbledon (al aire libre), el serbio escoge mantener cerrada la central y beneficiarse así de las ventajas de pelear su clasificación para la final en un entorno hermético, sin factores externos (aire y sol) que ensucien su propuesta ofensiva. Sin consenso entre ambos, el techo se despliega a media mañana y la semifinal prosigue manteniendo el vertiginoso ritmo del día anterior.
Djokovic sale a morder al resto. En el primer juego al saque de Nadal en el cuarto set, que dura más de 15 minutos, el serbio tiene dos bolas de break de muchísimo valor. Convertirlas, claro, es mandarle un mensaje a su contrario, decirle que todo sigue igual que el viernes, que nada ha cambiado, que va a ganar el partido sin necesidad de llegar al quinto set. Dejarlas escapar, por supuesto, tiene el efecto contrario: es como impulsar a Nadal hacia la remontada, ponerle alas a un avión de los grandes.
El español se dispara desde esa situación e inmediatamente se coloca 3-0. Con un posicionamiento muy agresivo, los pies bien cerquita de la línea de fondo, el número uno recupera el mando del partido. Es Nadal lanzándose como una fiera a la yugular de Nole, Nadal obligando a recular al serbio con tiros que son puñetazos a la mandíbula, Nadal jugando al límite, y encontrando en el límite una vía para empatar la semifinal, forzar el quinto parcial y mantener vivo el sueño de llegar a la pelea por el título de Wimbledon.
Para que el balear iguale por segunda vez el partido, sin embargo, tienen que pasar muchas cosas. Nadal debe volver a abrir brecha (5-3) después de que Djokovic recupere la ventaja en el marcador (de 0-3 a 3-3) y necesita salvar un 0-40 sacando por la cuarta manga, anulando una a una todas las bolas de rotura que se fabrica su contrario. Con todo eso puede el español, que cuenta con una marcha más, algo especial, para gestionar los puntos clave del duelo, los momentos de presión.
“¡Tú!”, le grita entonces Francis Roig, su entrenador, puesto en pie en la grada. “¡Tienes que ser tú!”, le repite el técnico catalán al tenista, animándole a seguir buscando la iniciativa en cada peloteo, la única manera de contener a Djokovic, de no dejarle entrar al cuerpo a cuerpo. Sorprendentemente, el serbio encaja bien la decepción de perder el cuarto set. En lugar de perder los nervios, acepta el desafío con ganas y se lanza a jugar con las entrañas la manga decisiva, en la que no hay desempate.
Con el gentío aplaudiendo enloquecido, el quinto set es una de las batallas más bonitas en la rivalidad de Nadal y Djokovic, y eso es mucho decir tras 51 enfrentamientos. Cuando el partido entra en terreno definitivo, los dos contrarios se miden en una titánica carrera de resistencia, que al final es lo que termina llevando el triunfo a las manos del ganador. Nadal salva un 0-30 con 5-4 y un 15-30 con 7-6. Djokovic le responde anulando tres pelotas de rotura con 7-7 (antes aborta otras dos con 4-4) y aúlla porque huele la victoria.
Eso es lo que ocurre. El serbio, impecable, aguanta un poco más y levanta los brazos en Wimbledon. Con todo merecimiento, la final le pertenece.
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