El Cultural

Javier Codesal

7 noviembre, 1999 01:00

Museo Nacional Reina Sofía. Espacio Uno. Santa Isabel, 52. Madrid. Hasta el 12 de diciembre

No se le oculta a nadie interesado por el arte contemporáneo que la fotografía es hoy por hoy tal vez la disciplina más proclive a la experimentación y la investigación. Por su parte, la escultura lleva ya casi un siglo embarcada en un viaje alucinante que le ha llevado a superar una y otra vez las sucesivas definiciones que de ella se formulaban. Así las cosas, la combinación de fotografía y escultura o, como en este caso, de fotografía y espacio, da lugar a una gama amplísima de "imágenes instaladas", que es como se me ocurre denominar la obra de Javier Codesal (Sabiñánigo, 1958). Codesal ha trabajado siempre la imagen desde un punto de vista conceptual, como narración, como monumento o como condensador de emociones. En este sentido, como tantos otros fotógrafos y videoartistas contemporáneos, lleva a cabo en este ámbito la misma negación de los valores retinianos que llevaron a cabo ya hace tiempo los pintores.

Los temas sobre los que ha trabajado, ya sea el sida o la pena de muerte, son difíciles de abordar sin que lo artístico se desborde hacia lo documental o lo sensible, empujado por tan abrumadora carga emocional. Sin embargo, Codesal ha fraguado un lenguaje visual, sobrio y evocador, eficaz en su exposición. En su intervención en Espacio Uno Codesal nos propone un discurso desarrollado a través de dos obras individuales, que dialogan entre sí. "Inmóviles", constituida por catorce fotografías y una larguísima mesa de acero, quirúrgica y minimalista, es la materialización de la dificultad de relación entre dos seres. Dos hombres desnudos, hundidos en sendas perforaciones, se esfuerzan denodadamente por acercarse, sin resultado. Es una historia muda, casi beckettiana, en la que gran parte de su eficacia reside en la ominosa ausencia de los protagonistas, tan rotundamente evocados en las imágenes. En otra sala se sitúa la videoinstalación "Fábula de un hombre amado", que consta de dos proyectores sincrónicos en los que se desarrolla una narración visual muy poética -inhabitualmente poética en este tipo de instalaciones- acompañada por una sonorización hermosa y eficaz.

Una fábula que como es propio del género, puede contemplarse como un encadenamiento de peripecias pero también como la encarnación ejemplar de un conflicto humano y su resolución. A diferencia de las clásicas, las fábulas de hoy no son transparentes ni se proponen con validez universal. Hasta cierto punto resulta más rotunda como moraleja la dureza metálica de la distancia que separaba a los protagonistas de "Inmóviles". En la videoinstalación se trata más bien de un tono narrativo que enfría y organiza un material visual espontáneo y líricamente ordenado. Encuentro esta obra menos lograda. La otra me parece un completo acierto.