Javier Codesal
Los temas sobre los que ha trabajado, ya sea el sida o la pena de muerte, son difíciles de abordar sin que lo artístico se desborde hacia lo documental o lo sensible, empujado por tan abrumadora carga emocional. Sin embargo, Codesal ha fraguado un lenguaje visual, sobrio y evocador, eficaz en su exposición. En su intervención en Espacio Uno Codesal nos propone un discurso desarrollado a través de dos obras individuales, que dialogan entre sí. "Inmóviles", constituida por catorce fotografías y una larguísima mesa de acero, quirúrgica y minimalista, es la materialización de la dificultad de relación entre dos seres. Dos hombres desnudos, hundidos en sendas perforaciones, se esfuerzan denodadamente por acercarse, sin resultado. Es una historia muda, casi beckettiana, en la que gran parte de su eficacia reside en la ominosa ausencia de los protagonistas, tan rotundamente evocados en las imágenes. En otra sala se sitúa la videoinstalación "Fábula de un hombre amado", que consta de dos proyectores sincrónicos en los que se desarrolla una narración visual muy poética -inhabitualmente poética en este tipo de instalaciones- acompañada por una sonorización hermosa y eficaz.
Una fábula que como es propio del género, puede contemplarse como un encadenamiento de peripecias pero también como la encarnación ejemplar de un conflicto humano y su resolución. A diferencia de las clásicas, las fábulas de hoy no son transparentes ni se proponen con validez universal. Hasta cierto punto resulta más rotunda como moraleja la dureza metálica de la distancia que separaba a los protagonistas de "Inmóviles". En la videoinstalación se trata más bien de un tono narrativo que enfría y organiza un material visual espontáneo y líricamente ordenado. Encuentro esta obra menos lograda. La otra me parece un completo acierto.