Un siglo de España
La editorial y librería jurídica Marcial Pons ha creado un sello dedicado a la Historia. Con una idea muy clara, "apostar por libros de largo recorrido" que venzan "la actual fugacidad que padecen en las librerías los títulos que han cumplido más de dos meses." Carlos Pascual del Pino, su director editorial, ha contado además con la complicidad de investigadores y expertos "que creen en esta idea, contribuyen activamente, nos apoyan y asesoran". También escriben. Así, acaba de aparecer Un siglo de España, compuesto por tres volúmenes en los que el economista José Luis García Delgado, rector de la UIMP, y los historiadores Juan Pablo Fusi y Santos Juliá estudian respectivamente la Economía, la Cultura y la Política y la Sociedad españolas de este siglo que agoniza
José Luis García Delgado (ECONOMíA)"España ya no es el problema"
Es, dice el profesor García Delgado, "el libro de mi vida, con el que más he disfrutado, en el que he derrochado más pasión, más esfuerzo también. No es estrictamente para economistas, sino que realizo una interpretación de la España de este siglo para un público no especialista, con la intención además de que se lea sin saltarse una línea. Es el que he escrito con más libertad, con más placer. En realidad resume toda mi vida". Resume también las profundas transformaciones de nuestra economía a lo largo del siglo. Un siglo que para García Delgado comienza en 1898.
-Sí, porque es una fecha con una carga simbólica muy elevada y ha dado nombre a una generación que da la pauta al siglo. España, tras cuatro siglos, deja de ser un Imperio, y aunque económicamente no tiene mucho realce ni se produce ninguna crisis económica significativa, marca el siglo. También podía haber escogido 1902, fecha en la que Alfonso XIII sube al trono.
"Allegre con brío"
-Identifica metafóricamente con los cuatro movimientos de la "Heroica" de Beethoven la evolución de la economía española. La Monarquía de Alfonso XIII transcurriría así al ritmo de "Allegro con brío", la España de Franco al de un "adagio" fúnebre...
-En efecto, en la España del siglo XX hay grandes períodos desde el punto de vista económico. La tesis que sostengo en este libro es que hay tres Españas: en la primera, la del primer tercio de siglo hasta la guerra civil, hay un proceso de crecimiento moderado, pero no pierde terreno como nación puntera con respecto al resto de Europa, como sí había ocurrido en el XIX. En esa primera época mejoran las condiciones de vida, aumenta la renta por habitante, se diversifica el tejido industrial. Lo cierto es que tiene muy mala prensa desde Ortega y Gasset, pero, aunque padece problemas y oscilaciones, es una España que progresa.
-¿Y la segunda España?
-Es la de la guerra declarada y no declarada, la de los terribles años 40 que conoce la tragedia del estancamiento y la penuria económica. Disminuye el nivel de vida, el consumo de electricidad. Es una España detenida durante veinticinco años terribles. Una gran tragedia que puede arrancar del 36 o de finales del 38.
-Usted y su colaborador en este libro, Juan Carlos Jiménez, definen con un "scherzo, allegro vivace" la segunda mitad del siglo...
-Porque es medio siglo de crecimiento importantísimo, en el que las líneas de modernización se profundizan y aceleran, como en toda Europa. Lo bonito es que termina bien. España afronta en los años setenta el reto de la democratización y es capaz, económicamente, de salir, y de salir bien además, de la crisis de orden mundial de ese tiempo.
-¿Cuál es el balance del siglo?
-Uno evidente. España ha cumplido sus deberes de modernización, algo que no se podía decir el siglo pasado. Ha sido necesario un gran esfuerzo que no ha sido en vano. Ya no se puede afirmar, como hacía Ortega, "España es el problema, Europa la solución". España ya no es el problema.
-Hablando de problemas, ¿cuáles son los más graves que afligen hoy a nuestra economía?
-El principal sigue siendo el del paro. Es cierto que somos el país europeo donde más ha crecido el empleo, pero el paro sigue siendo muy alto. En segundo lugar sería necesario incorporar la eficiencia a la gestión del sector público porque España es un país que se ha incorporado tarde a la cultura empresarial. Finalmente, somos una nación próspera, que ha hecho un esfuerzo importante, pero quedan por resolver problemas de exclusión social importantes, especialmente con la gente de la emigración, porque seguimos siendo un país que es frontera de diferentes civilizaciones, y ahora para los habitantes del norte de áfrica somos la puerta de Europa.
-¿Y el futuro?
-Hay muchos motivos para la esperanza vigilante. La autocomplacencia puede ser fatal, pero los últimos años hemos tenido los mejores ejercicios del siglo: si se estudian los precios, el crecimiento económico, la apertura al exterior, la disminución del déficit, la capacidad en los mercados exteriores, las relaciones fluidas entre los agentes sociales... hay que restregarse los ojos porque es de no creer.-
Juan Pablo Fusi (CULTURA)
"El franquismo perdió la batalla de las ideas"
Una frase de Ortega -"Cultura es el sistema vital de las ideas de cada tiempo"- abre el volumen de Fusi, ya que "sin conocer ni esa cultura ni esas ideas no es posible entender la España del siglo XX. Los libros que se publican en un país; su arquitectura, su pintura, su música; la ciencia que se hace, o que no se hace, en sus universidades, y aún la difusión de la cultura y la acción del Estado a su servicio". Todo eso analiza Juan Pablo Fusi en esta obra que estudia las formas que definen la cultura española y los cambios experimentados en un siglo "asombroso".
-Recoge en su libro una cita de Curtius muy clarificadora: "el despertar cultural de España es de los pocos sucesos agradables del siglo XX".
-Sí, es notable que un historiador alemán de la cultura europea considere tan importante la nuestra. Desde luego sí creo que en este siglo hay momentos como el 98, el 14 y el 27 en los que se realizan obras excepcionales.
Digno y discreto
-El 98, el 27... ¿están los creadores actuales a su altura? ¿Tienen razón quienes hablan de una nueva "edad de oro"?
-Han cambiado tanto las circunstancias que es imposible establecer comparaciones. Ante todo, por la especialización del saber, que hace que el saber científico, las humanidades, la historia, la sociología, la economía, requieran de una especialización que hace imposible la aparición de sujetos tipo Ortega que puedan pensar los problemas de toda la sociedad. Por otra parte, en lo literario y en lo artístico no siempre coincide un número determinado de personalidades. Ahora la cultura española tiene un nivel digno y discreto, no es un mal momento. Conviven tres o cuatro generaciones de creadores y hay un considerable número de autores de importancia y con proyección fuera de nuestras fronteras. Gentes como Barceló, Calatrava, Tápies, Halffter, Dalí, Goytisolo, Semprún, o más jóvenes, como Javier Marías, Muñoz Molina, Atxaga, Savater. O, por ejemplo, Jon Juaristi, que ha escrito un par de ensayos sobre el problema vasco que podrían competir muy bien con reflexiones de otras épocas.
Y apunta un nuevo fenómeno, "global, es decir, no específico de España", que lo contamina todo:
-El mundo de la cultura actual está pendiente de las grandes operaciones de mercado, y se caracteriza por la explotación de éxitos efímeros y una obvia desjerarquización general de la que son en parte responsables los medios de comunicación.
-Me gustaría que se detuviera brevemente en las tesis del libro. La primera es que la cultura española del siglo XX "aparece cuando menos como una versión discreta de la cultura europea de ese mismo siglo".
-He parafraseado la frase de Jover sobre la Ilustración europea, pero sin intención peyorativa alguna, es más, es encubiertamente favorable. La cultura española del siglo XX es comparable y en algún caso, mejor; no sólo se asoma a Europa, sino que la enriquece: Unamuno, Baroja, Valle, Lorca, Ortega, Machado, Alberti, Juan Ramón, Marañón, Falla, Picasso, Gaudí... son excepcionales.
-Su segunda tesis es que los intelectuales "interesan ante todo como intelectuales, que lo determinante en ellos es su individualidad, su capacidad creadora".
-Sí, he intentado desviarme de quienes ven en los intelectuales a representantes de grupos sociales, cuando la suya es una labor solitaria, de reflexión, de diálogo con la cultura de su país y de su entorno que no pertenecen ni obedecen a intereses de clases ni de clanes ni de grupos.
-Finalmente, la tercera es que la visión crítica de muchos intelectuales sobre España fue una de las claves para el desarrollo de la democracia.
-Sí, creo que en general, en los años 20 y 30 la labor crítica de la sociedad que hacen los intelectuales contribuye a profundizar en el conocimiento y es la base de la modernidad y el progreso. En las generaciones anteriores al 36 la crítica de los rasgos más rancios de la sociedad, con independencia de sus propias opiniones personales, es la base de nuestro futuro. Incluso en la España de la Dictadura, bajo la represión, los Maravall, Del Corral, cumplen esa tarea soterrada de crítica que retoma la tradición cultural española y que fundamenta una cultura no oficialista, rigurosa y competente. En los años 50 y 60 se fueron creando foros de discusión de temas de pensamiento político, económico, que sirvieron a la transición. El franquismo perdió la batalla de las ideas, que conquistó buena parte de la sociedad española, instalada en una cultura democrática gracias a esa labor silenciosa y rigurosa que acabó por impregnarlo todo.
-¿No cree que ahora los intelectuales han renunciado a desempeñar ese papel?
-No, lo que ocurre es que los intelectuales han sido sustituidos, desplazados por la influencia de otros medios, sobre todo por la televisión, un medio radicalmente distinto que influye en la sociedad creando otro tipo de personas y valores. No hay dejación, y sí un pensamiento profundo sobre la realidad, pero se ha producido un cambio no deliberado y hoy en la sociedad influyen las operaciones de mercado, se concibe la cultura como un acto social, y surge un nuevo tipo de intelectual que domina los medios y que ofrece comentarios tan rápidos como superficiales que influyen más que los de los verdaderos intelectuales.
-¿Cuál es nuestra temperatura cultural y moral?
-Soy un moralista que cree que hay una debilidad moral en la valoración actual de lo bueno, de lo verdadero, estéticamente, y que la sociedad española, como la europea, sufre una vaga crisis moral porque ya no hay grandes valores éticos que impregnen la sociedad. En cuanto a la temperatura cultural, hay una oferta cuantitativamente muy importante: se publican cada año 50.000 títulos, se ruedan 80 ó 90 películas, ha aumentado además la calidad media de lo que se produce, pero, al mismo tiempo, hay una televisión cada vez más deplorable que influye en las masas y que desfigura la calidad de la vida académica, literaria y cultural.-
Santos Juliá (POLíTICA Y SOCIEDAD)
"Por vez primera en el siglo XX, el estado es legítimo"
Uno de los mayores retos de José Luis García Delgado, Juan Pablo Fusi y Santos Juliá a la hora de elaborar estos libros fue la de su extensión. Dirigidos al público no especialista y con una clara intención divulgativa, ninguno de los tres volúmenes debía superar las doscientas páginas. Un verdadero problema para todos ellos, especialmente para Santos Juliá. Porque ¿es posible analizar la evolución de la política y la sociedad española de este siglo en tan poco espacio?
-Sí, no es fácil, y el resultado siempre es algo decepcionante porque lo primero que falta es todo lo que se ha quedado fuera, que puede ser tan importante como lo que está en el libro. En realidad es una síntesis de lo que ha sido este siglo, a la que he añadido algunas notas sobre la sociedad.
El problema de la legitimidad
-Sostiene en el libro que en España ninguna forma de Estado ha durado más de dos generaciones a lo largo de este siglo. ¿Hemos aprendido al fin la lección?
-En efecto. Yo lo que apunto es que, si España ha tenido -con la excepción de la Guerra Civil y sus consecuencias- una evolución coherente y, en el sentido de la urbanización, alfabetización, cambios demográficos, equiparable a lo que ha pasado en los países limítrofes, también ha habido un problema de legimitación del Estado desde el 98, de manera que ningún régimen político ha gozado de legitimidad ni ha entroncado sus raíces en la sociedad. Ni la monarquía de Alfonso XIII, que tuvo enfrente a amplias capas de intelectuales, ni la República, que tampoco logró consenso social amplio, ni la Dictadura, que sólo pudo mantenerse a costa de la represión aunque no fuera ésta su único soporte, pero que excluyó a todos los exiliados y a los perdedores. Ahora es diferente. La Constitución del 78 ha gozado de un consenso amplísimo, es producto de todas las fuerzas políticas, menos los nacionalistas vascos, y viene a recoger además las distintas tradiciones politicas, a derechas e izquierdas, al ejército, de manera que este fin de siglo resuelve el problema de la legitimidad del Estado, con la excepción ya comentada del nacionalismo vasco.
-Ahora que lo menciona, en el libro señala como gran cuestión a resolver la de los estatutos de autonomía que son rechazados por los partidos nacionalistas y apunta incluso que de su solución puede depender el futuro de España...
-El problema, más que a España, afecta a la constitución del Estado, que es parte de lo que llamamos España, pero hoy no hay, como durante la República, nadie fuera de la Constitución. Parte del nacionalismo vasco ataca a la constitución del Estado con su ambigöedad y reticencias ante los estatutos de autonomía, a pesar del juego que han dado. De hecho, las transferencias de poder desde el Estado a sus comunidades autonómicas es muy superior a lo que se había pensado en el 78. El efecto ambiguo ha reforzado las demandas de más autonomía, pero hoy la Constitución, a pesar de todo, sigue vigente, más fuerte.
-¿Por eso en algunas autonomías se reinventa la historia?
-Creo que es casi inevitable. Cuando se quiere reforzar una identidad nacional o regional y los poderes políticos tienen el control de la enseñanza, siempre se utiliza para el reforzamiento de la idea de identidad propia del poder. Es el origen de la historia, es decir, en los arcanos de los tiempos la historia nace de la épica nacional. El problema surge cuando en la educación o en la enseñanza de la historia entran otro tipo de intereses, los de los políticos, que nunca pueden coincidir con los de los historiadores. Ya lo dijo Croce: los políticos refuerzan su posición de poder y los historiadores, su comprensión del pasado. No hay más que ver algunas exposiciones organizadas desde el poder por instituciones nacionalistas: hay cosas manifiestamente ridículas, porque son un canto a lo inventado, a lo que nunca ha existido.
-Volvamos al pasado: ¿cuáles son las causas de la caída de la Monarquía en 1931?
-El sistema político de la Restauración funcionaba a trancas y barrancas, pero sí hay una causa: la aventura marroquí, que dió el poder al ejército, creando un gran malestar social que impidió que el sistema político funcionase. De hecho, Primo de Rivera da su golpe de Estado para acabar con el debate parlamentario sobre las causas del desastre de Annual.
-¿Por qué fracasó la República?
-Por lo mismo, por el ejército. De la misma manera que Alfonso XIII unió su suerte a la de Primo de Rivera, la República no logró asentar un amplio consenso social y tuvo serios problemas de orden público, pero finalmente lo que provoca la guerra y su derrota es que un sector del ejército que había jurado la Constitución se levantó contra ella y en lugar de garantizar el orden constitucional lo quebrantó. Fíjese que en ese período las luchas políticas son generales en Francia, en Inglaterra, en Alemania, y en cada una la solución es distinta. Así, en Francia las fuerzas armadas permanecen fieles a la Constitución mientras en España, con una marcada tradición intervencionista en política, el ejército se divide y un sector da el golpe. Es el principio del fin. Se podría decir que la respuesta es muy trivial, y buscar por qué sucede así, pero eso nos llevaría a un debate demasiado amplio y en cualquier caso un golpe de Estado jamás está justificado.
-¿La transición ha concluido?
-Sin duda. Esa historia de la segunda transición era pura demagogia política que se han tenido que tragar porque era desleal a la Constitución y abría una peligrosa indeterminación sobre el futuro. Nuestra transición se cierra con el triunfo socialista en el 82. Antes, la democracia era frágil, había sufrido un intento de golpe de Estado. Ahora tiene los mismos problemas, del mismo tipo, que otras democracias occidentales. No existen cuestiones específicas al margen de la del nacionalismo, y no de todo el nacionalismo, dado que el catalán es un nacionalismo pactista.
Lecciones aprendidas
-¿Cuál ha sido el secreto del éxito de la transición?
-Después de los desastres vividos y con la lección aprendida, las cautelas fueron mayores y los rompimientos más comedidos. En realidad se ha cumplido el proyecto político de los disidentes del franquismo y el de los del exilio: la única posibilidad de asentar la democracia exigía una amnistía general y la búsqueda de la reconciliación y eso se logró con el sacrificio del programa de cada uno de los sectores implicados, tanto de quienes venían del poder como de la izquierda y el exilio. Hay un terreno intermedio donde se encuentran poder y oposición, un terreno conocido desde el 48, el 56, Munich que está en la conciencia de todos: la única salida era la reconciliación. Además, el Rey elige al político adecuado, que era además el político inesperado, Adolfo Suárez.-