Artes hermanas. Calderón y la pintura
Cuarto Centenario de Calderón de la Barca
2 enero, 2000 01:00La rendición de Breda, de Velázquez
Cuando el público acudió al coliseo del Buen Retiro para presenciar la comedia Andrómeda y Perseo, lo primero que encontró ante sus ojos en el escenario fue un espectacular telón que actuaba como prólogo visual de la obra. En él, junto a las alegorías de la Poesía y de la Música, se hallaba representada la Pintura, y entre las tres hacían alusión a las artes que configuran el teatro barroco.Pero la relación entre el dramaturgo y el arte de la pintura iba más allá de su utilización para construir sus complicadas escenografías. En realidad, su obra y su biografía abundan en episodios relacionados con este arte, y a través de su teatro y de su actividad vital supo convertirse en un portavoz de los intereses de los pintores, al igual que ya lo habían hecho ilustres antecesores suyos, como Lope de Vega.
Las muestras de su amor hacia el arte son numerosas y se localizan en contextos muy variados, que incluyen los literarios y los puramente biográficos o vitales. En una ocasión se refirió a la "natural inclinación que siempre tuve" hacia la pintura, que se tradujo en la formación de una mediana colección de cuadros y en varias iniciativas encaminadas a difundir una imagen ennoblecedora de este arte entre el resto de la sociedad. La más explícita se fecha en 1677, cuando redactó un alegato en defensa de la pintura con objeto de evitar que prosperaran las pretensiones del procurador general de Madrid para que los artistas pagaran corporativamente cincuenta ducados al año. El intento tenía una importancia que iba más allá de lo puramente económico, y afectaba al terreno ideológico y social, por cuanto el cobro del impuesto significaba asumir que se trataba de una actividad manual y artesana.
El escrito anterior ocupa un lugar destacado en la historia de la literatura artística española. Pero había un terreno en el que un dramaturgo famoso podía influir de una manera mucho más eficaz en la sociedad: los propios teatros, a los que acudía en masa una población que mientras se entretenía estaba recibiendo mensajes que actuaban directamente sobre su contextura ideológica. Y Calderón aprovechó en varias ocasiones esas posibilidades para enseñar a la sociedad ejemplos que demostraban que la pintura es un arte noble e intelectual. Su comedia Darlo todo y no dar nada trata sobre los honores máximos a que fue acreedor el pintor Apeles por parte de Alejandro Magno, que no dudó en cederle a su favorita Campaspe para recompensar el servicio que con su arte procuraba al estado; y El pintor de su deshonra está protagonizado por un noble que pinta por afición y simula la personalidad de un artista profesional para facilitar su venganza. Además, el resto de su teatro abunda en referencias elogiosas al arte de la pintura, que el escritor consideraba hermana de la literatura en cuanto a la capacidad de crear realidad inteligente. En alguna ocasión se refirió de forma explícita a esa potestad transformadora, como cuando definió el cuadro como "un manchado lino de minerales, y licores, (que) hace creer que se ve presente lo historiado, y real lo fabuloso".
Al igual que la obra dramática de Calderón se nutre de imágenes pictóricas, los artistas coetáneos supieron sacar inspiración de su teatro, en una relación recíproca que tiene como ejemplo sobresaliente La rendición de Breda, directamente inspirada en la letra y el espíritu de El sitio de Breda, y que muestra de forma perfecta lo muy fructífero que podía ser el diálogo entre artistas y literatos.
Javier PORTúS