Carmen Calvo
Homenaje, 2001
Tiernas imágenes de niños y adultos en sus mejores momentos se han ido amontonando en las manos de Carmen Calvo para mostrar sus otros perfiles, las otras caras de la realidad. En su última obra, Carmen Calvo, como poseída por un desenfrenado ímpetu iconoclasta, arremete contra las buenas maneras de las imágenes que estandarizan los recuerdos y extrae de ellas lo que dejan velado. Fotografías, grandes y pequeñas, retocadas y ampliadas, dibujos y collages, se van sucediendo para mostrar al espectador un álbum en el que aparecen condensados sueños y pesadillas. Haciendo alarde de su sano espíritu ecologista, Carmen Calvo recicla representaciones de lo cotidiano, señas de identidad que aparecen trastocas en sus manos. Como ya hiciera Duchamp, como los dadás y surrealistas, acude a la realidad más inmediata para mejorarla, para devolverla a través de su obra con todas sus facetas, y en esto parece más bien cubista.Manipulando todo tipo de objetos y soportes, Carmen Calvo juega al escondite con el espectador y lo lleva de una lado a otro. Tan pronto pone a prueba su papel de voyeur como la finura del oído, acercándolo a una mirilla en una instalación que atrapa los cinco sentidos. Y es que sin trampa ni cartón, como una honesta ilusionista, Carmen Calvo deja a la vista del espectador sus rudimentos para conjurar su mirada y ponerla a flor de piel.