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17 enero, 2002 01:00

En la muerte de Camilo José Cela

El escritor gallego Suso de Toro realiza un perfil existencial por la vida y la obra de Camilo José Cela. El autor de "Eterno retorno" considera que sólo su literatura en castellano le aguanta el pulso a escritores como Borges, Cortázar, García Márquez o Vargas Llosa.

Lo que queda de nosotros. Lo que queda del autor tras la muerte del individuo que lo encarnó, lo que queda tras la caravana mortuoria con su pompa. Hubo bandas de música, autoridades, multitudes en los funerales de Echegaray, Campoamor, no las hubo en el funeral de Kafka, Beckett. Lo que queda de nosotros. Se queda la obra sola. Se queda muy sola sin nosotros, desnuda ante el mundo. Como debe estar. Ya no la envolverá el autor en declaraciones rotundas, explicativas, provocativas, no se auparán en apariciones televisivas o mundanas. Estará la obra sola.

Y lo que queda del autor son despojos, restos que serán tragados en plazo breve por el ser, o por la nada. El niño, el joven Camilo de una aldea, Iria Flavia, nombre rotundamente histórico, literario, que parece contener ya el afán de duración, de vocación historicista, aquel niño-joven se ha muerto. O ya se había muerto hace muchos años. A lo mejor se murió al partir, decidido a ser artista, a ser héroe.

Porque todo artista, desde Schiller, Shelley, Byron, es héroe. Y el héroe tiene que partir a hacer su camino, su viaje iniciático. Volverá a morir o volverán sus cenizas emigradas o exiliadas. (Y quien quiere ser artista héroe y no parte será vencido y tendrá exilio interior.)

El artista verdadero solo es igual a sí mismo, aunque se parece a todos los que son como él. En ese sentido la trayectoria de Camilo José Cela y la de Valle-Inclán es curiosamente paralela, ambos tienen una vocación clara de escritor y pretenden hacer carrera literaria, juzgan que en su Galicia natal no les es posible realizarla y emigran a Madrid. Hay un episodio americano en sus vidas, que les proporciona a cada uno un libro, Tirano Banderas y La Catira, y hay finalmente una instalación cómoda, incluso entronización, en el mundo literario español. Finalmente uno vuelve a pasar los últimos años y a enterrarse en Compostela y el otro vuelve para ser enterrado a dieciocho kilómetros de allí. Ambos escriben la práctica totalidad de su obra en castellano, y ambos nutren parte de su obra de materiales extraídos de la cultura gallega y del país.

Ese modelo de escritor emigrante tan claro puede ser un modelo maldito, quien conscientemente ha optado por escribir desde Galicia sabe que da un combate por el derecho a no tener que emigrar. Y, quién sabe, quizá algún día, luego de tantos años de la muerte del dictador la cultura española acabará considerando suyas a las obras literarias escritas en esas otras lenguas, las de los escritores que no han querido emigrar. Sin embargo esa peripecia vital del viaje circular ilustra nítidamente una verdad, la vida de artista como viaje, como aventura, camino lleno de pruebas, vía incesante de peligros. Vida agónica que promete agotadoramente o muerte o resurrección, renovación.

Camilo José Cela ha cumplido su tarea. No es justa ni cierta la referencia a su obra como interesante únicamente en sus primeros años, reduciéndola a una renovación literaria tras la guerra con el Pascual Duarte y La Colmena. No es cierto. Cualquiera de esas dos obras renovaron el mundo literario de la España amputada por Franco y su cuadrilla criminal, pero además son obras exactas que siguen vivas, se actualizan cada vez que volvemos a abrir el libro. No tienen meramente interés histórico, son obras de arte que siguen hablándonos. Pero es que además Cela continúa incesante reactualizando la literatura en castellano escrita en España, quien crea que no hay renovación narrativa hasta los años sesenta que lea Mrs. Calwell escribe cartas a su hijo, del año 56. Y sólo su escritura potente le aguanta el pulso a la gran renovación impetuosa de los escritores americanos que irradian en los sesenta, Borges, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa...

Nadie sigue joven siempre, porque nos gastamos, pero hay quien sigue vivo, desafiando la vida, apostando con la muerte, arriesgándose, y Cela lo hizo. Se mantuvo en su oficio de artista, un oficio a vida o muerte; la caída de la cuerda floja es el ridículo, la muerte. Cela escribe libros audaces porque creía que los debía escribir, a pesar de que se juega el prestigio. Cuando ya tiene mucho más que perder que ganar escribe Cristo versus Arizona. Da igual el resultado, importa el gesto. Cela llega a viejo abochornantemente fuerte para otros que nacen más tarde. Y ése es el riesgo a una altura del viaje, no tener oponentes dignos, guerreros solitarios para un desafío, y que la manada de sabuesos muerda las canillas del caminante, abata al gran oso.

No fueron ciertas ni justas las acusaciones contra Cela de que era "escritor antiguo" o "rancio". Su obra no lo era. Pese a quien pese era más moderno en esos momentos que sus oponentes que prentendían un desplazamiento generacional sin ganárselo. El arte no es campo para manadas, generaciones u otras gremialidades por el estilo, el arte es arena para campeones, la gloria no se consigue por enchufe, por ser humildito, por estar colocadito, por oposición o por antigöedad. Simplemente hay que ganarla en combate contra todo lo ya escrito, el premio es la obra viva, dura y duradera. Esa fue la otra lección de Cela. (No es preciso acudir a la pasantía de los artistas, las mejores lecciones se toman libremente a distancia). Cela ha dejado detrás su obra y su modo de caminar.

Claro que para instaurarse, para instalar la obra, los artistas ejecutan legítimamente estrategias con sus tácticas. Todos lo hacen, incluso los que no son artistas, la diferencia es que los mediocres lo ocultan y dicen "a mí no me importa, qué va". Esos denotan que lo hacen de modo oculto a través de manejos inconfesables. Camilo José Cela, en su estrategia creó un personaje, todos lo hacemos y si no lo haces tú te lo darán hecho, ese personaje fue Cela.

Declaro que no siento simpatía alguna por Cela, y evité conocerlo. Cela fue una figura tallada a machetazos de brusca inhumanidad; hecha de la sustancia de la España de posguerra, la brutalidad, el odio, el machismo agresivo contra homosexuales y mujeres, el militarismo; ese Cela sí fue odioso, delator, censor, ofensivo, cruel. Ese fantoche excesivo, esa estatua ambulante que es el personaje se alimenta de la persona; la estatua de piedra devora carne.

La misma existencia de esa figura oscura, Cela, nos obliga a repensar toda su obra. CJC comprendió que la belleza artística nace casi siempre del dramatismo, que se alimenta de dolor humano. En su obra aparece esa humanidad lacerada, su obra refleja las circunstancias más dolorosas de la vida y las vidas más doloridas, pero ¿hay compasión?

No lo sé decir. No es lo mismo representar la desgracia que compadecerse de ella. A los grandes artistas uno le da su admiración, a los más grandes uno les da además un cachito de su corazón. Admiro a CJC pero nunca pude llegar a darle un trozo de cariño. Quién sabe, a lo mejor lo merece.

En todo caso, CJC fue el protagonista de una estupenda aventura vivida como hay que vivirla, a vida o muerte. Y su obra ha tensado su lengua y toda la literatura. A su modo particular ha realizado la alquimia literaria necesaria en la gran arte, la dolorosa coyunda dentro de uno mismo, la electricidad generada al juntar narratividad y poesía. De cavar dentro para alcanzar restos, pedazos de una verdad atávica y perdida. CJC se ha atrevido a hablar de lo indecible, a traspasar umbrales y a pisar las más dudosas luces del día. Por favor, que nadie hablando de su obra le llame "estilista" u obscenidades parecidas. Escribió como un cabrón con las palabras contra las palabras, como todo artista que busca. ¿Qué busca el artista con sus artificios? Verdad.

Suso de TORO

Leer otros capítulos

1. Qué sola la mañana...
2. El latido del aire
3. Aquellos años cuarenta
4. Papeles de un erudito
5. La voz tras la mordaza
6. El testigo de Arrabal
7. De muchos y de buenos amigos
8. El Nobel, para uno de Padrón
9. El escritor y su personaje
10. El narrador: cómo se hace una novela
11. También era un poeta
12. El escritor oficial, el poeta auténtico
13. En el corazón de la novedad
14. Tres obras y dos versiones
15. Un canto a la supervivencia
16. Al cine desde el respeto
17. Galicia de ida y vuelta
18. Cautivos en la isla
19. Vuelta a La Alcarria
20. Dama oscura
21. La casa de la Vida
22. Profesor de energía