La voz tras la mordaza
El día en que se pierde para siempre a un amigo es humano recordar, con toda la viveza de que seamos capaces, algún momento pasado en su compañía de la que no podremos disfrutar nunca más. El día en que muere un escritor cuya obra hemos frecuentado, puede que alguno de sus títulos, de sus párrafos, de sus personajes o de sus versos, contribuya a hacernos presente todavía su figura, aun sabiendo que no cabe esperar de su pluma ninguna obra más.
El primer número de "Papeles de Son Armadans" aparece en abril de 1956, justo cuando se canalizan inicialmente las protestas universitarias contra la dictadura. Es posible que esa coincidencia sea casual, pero tal vez pueda rastrearse alguna relación indeliberada. Por supuesto que Camilo José Cela, fundador de la revista, no debió pensar en nada de eso. Hubo, sin embargo, un tácito acuerdo entre él como director, y yo, que empecé siendo secretario de redacción y me encargué un poco de la búsqueda y filtración de colaboraciones. Quiero creer que eso le dio a la revista desde un primer momento un carácter que no se había previamente planeado: el de ser un poco un vehículo expansivo de ideas habitualmente proscritas. En cualquier caso, Cela supo orientar muy bien esos propósitos por medio de dos hábiles estrategias: se enfrentó con éxito a las renuentes trabas censorias y contribuyó de modo eficiente a fomentar la participación de los más relevantes escritores del exilio. Y eso funcionó muy decorosamente, gracias también a la incorporación a la revista de José María Llompart, un excelente poeta mallorquín y una persona intachable. "Papeles de Son Armadans" fue así algo más de lo que primeramente se había propuesto: fue una empresa cultural casi impensable en aquellos años de sótanos y mordazas. Basta con revisar el índice eminente de colaboradores para comprobar lo que digo. Cuando yo dejé la revista, al cabo de unos dos años de trabajo fructífero, aún continuó siendo durante algún tiempo lo que quisimos que fuera: la primera seria tentativa llevada a cabo en la posguerra para defender la libertad de la cultura.Leer otros capítulos
1. Qué sola la mañana...
2. El latido del aire
3. Aquellos años cuarenta
4. Papeles de un erudito
5. La voz tras la mordaza
6. El testigo de Arrabal
7. De muchos y de buenos amigos
8. El Nobel, para uno de Padrón
9. El escritor y su personaje
10. El narrador: cómo se hace una novela
11. También era un poeta
12. El escritor oficial, el poeta auténtico
13. En el corazón de la novedad
14. Tres obras y dos versiones
15. Un canto a la supervivencia
16. Al cine desde el respeto
17. Galicia de ida y vuelta
18. Cautivos en la isla
19. Vuelta a La Alcarria
20. Dama oscura
21. La casa de la Vida
22. Profesor de energía