Terenci Moix, desde el Valle de los Reyes
Quienes no se reían conmigo, ¿para que van a ir a llorarme?
10 abril, 2003 02:00Terenci Moix. Foto: M.R.
Le hice varias entrevistas y siempre me lo puso fácil. Era un conversador inagotable, lleno de curiosidad, de humor siempre travieso y cultura que rayaba, sin darse importancia, en la alta erudición. Reconozco que tardé en arrimarme a sus libros: cuando yo era adolescente, para mí Terenci Moix no era más que un escritor que salía demasiado en la tele. Fue la circunstancia de que por entonces yo consideraba que todo libro recomendado por Gimferrer merecía ser leído, la que me llevó a sus obras. Nunca me defraudaron. Poseía un talento excepcional: era capaz de manejar decenas de personajes con una habilidad pasmosa, de transformar el Antiguo Egipto en un mundo cercano, y un salón de damas de alta alcurnia en un lugar desternillante. Su libertad, su atrevimiento depararon títulos tan personales, tan divertidos, tan sabios, como Mundo Macho, La Torre de los Pecados Capitales, El sexo de los ángeles o los tres tomos de El Peso de la Paja. Vivió intensamente. Ya lo he escrito alguna vez: fue ejemplo de que no hay por qué elegir entre ser Homero y ser Ulises. Esta entrevista, la más difícil de todas, es un homenaje a alguien a quien, como ha escrito Molina Foix, era casi imposible no querer.
Respuesta: Claro, si algo no falta en el infierno es fuego.
P: ¿El infierno? Vamos, Terenci, un amigo muy católico me ha dicho que se ve que es buena persona y va a ir al paraíso aun en contra de su voluntad.
R: Será del Opus. Siempre están haciendo cosas por tu bien porque les encanta que lo pases mal. Que se queden con el cielo, además el infierno está lleno de Papas, ni aquí se libra uno.
P: Pero con el Papa de ahora coincide usted en condenar lo de Iraq.
R: Yo con el Papa tengo unas cuantas coincidencias: por ejemplo, a los dos nos entusiasma la Guardia Suiza.
P: Qué curioso que un autor tan cinéfilo no haya sido llevado al cine. ¿No le parece que en Mundo Macho hay una película excitante?
R: Muy difícil de hacer: había que contar con demasiados actores bien dotados, aunque hoy con el ordenador se hacen maravillas y a lo peor nos daban un Goya a los efectos especiales.
P: Su afición a retocar imágenes ¿no es un trabajo del subconsciente para evidenciar que pretende mejorar la realidad y apropiarse de un mundo fascinante?
R: Ya te pusiste estupendo. ¿No te acuerdas que te regalé una foto en la que sales mimado por Gong Li?
P: Claro. Gong Li y Ligón era el título que le puso. Retóqueme a Aznar.
R: Lo colocaría en la escena de sauna entre Laughton y Gavin en Espartaco. A lo mejor se le pegaba la sensatez del primero o la apariencia del segundo.
P: Le digo nombres y usted me dice una película. Bush.
R: Forrest Gump.
P: José María Aznar.
R: Forrest Gump.
P: Para ser cinéfilo le encuentro un poco limitado.
R: Los limitados son ellos.
P: Usted es un posmoderno. La copla, los comics, Shakespeare, Sinuhé, la ópera, todo tipo de cine...
R: Nada de lo humano me es ajeno, que escribió el poeta Terencio. Tengo buen estómago, y si eso es ser posmoderno, lo soy.
P: Se ha hablado en estos días de lo brillante, rebelde y sincero que es, pero apenas se ha hecho hincapié en que ha escrito alguno de los libros más fascinantes de la literatura española y catalana del siglo XX.
R: Es natural. El que se ha ido no es el escritor, que seguirá lo que pueda, y además entre los cultos y los críticos no abunda esa generosidad suya.
P: Sólo es evidencia. Recomiéndeme algo suyo.
R: Van a salir todos mis cuentos recopilados en un tomo, primero en catalán y luego traducidos. Pero si quiere algo mío de verdad, le recomiendo la Odisea de Homero y Sinuhé de Waltari.
P: A usted los armarios no le gustan demasiado.
R: Depende de para qué. Para vivir desde luego que no. ¡Qué olor insoportable debe haber allí dentro!
P: ¿Qué es la homosexualidad?
R: Como el coñac aquel: cosa de hombres. De todos modos, por culpa del tabaco, que te lo quita todo, los últimos tiempos me tuve que hacer etéreosexual.
P: Defina el neologismo
R: Dícese del que se enamora de cosas que no pueden corresponderle.
P: ¿Y qué es eso de no dejar pasar a su responso a los del PP y CiU?
R: Quienes no se reían conmigo, ¿para qué van a ir a llorarme?
P: ¿Todos los niños son el mismo niño?
R: Pregúntalo en Bagdad.
P: Pero a la infancia usted le ha sacado mucho partido.
R: La infancia es un paisaje que ves con ojos que vieron por los tuyos. Pude aspirar a compartir esa memoria porque en esa memoria seguiré existiendo.
P: ¿Qué quiere ser de mayor?
R: Quisiera ser el mendigo que cuenta historias en las puertas de los templos y hace que se detengan los caminantes. Si fuese ese mendigo, Gran señor de las palabras, contaría las historias que han enardecido a los pueblos del Nilo desde el principio de las generaciones. Sería acaso un buen narrador de lo que otros contaron antes porque el hombre ha vivido el mismo sueño desde el principio de los tiempos, y el tiempo no es más que un sueño narrado por los mendigos ante las puertas de los santuarios.
Hasta siempre Terenci, Gran Señor de las Palabras.