Sandra Cisneros: "Soy más compasiva como autora que como persona"
La escritora chicana más popular recala en España para presentar su última novela, Caramelo
8 mayo, 2003 00:00Sandra Cisneros. Foto: Eric Gay
Casi veinte años ha tardado Sandra Cisneros en publicar Caramelo, su segunda novela, quizá porque de la primera, Una casa en Mango Street (1984), que deslumbró a crítica y lectores, se vendieron más de dos millones de ejemplares en todo el mundo.
-¿Por qué tanto tiempo?
-No sé. Cuando me di cuenta, habían pasado los años (risas). En realidad, todos los que me rodeaban estaban más impacientes y exasperados que yo. He trabajado muy lentamente, a veces perdiendo el contacto con la realidad porque estaba en mi propio mundo. Incluso cambió mi manera de relacionarme con los demás, y mi propia vida. No quería repetir la fórmula de Una casa... y no sabía cómo.
Lo ha conseguido. Eso al menos opina Eduardo Galeano, para quien Caramelo es “un tren abarrotado de imaginación, sin estación final, que viene y va entre México y Estados Unidos, atravesando las fronteras del tiempo y el espacio, lleno de voces, de música, hecho de memoria y vida”.
Un dulce literario
Por su parte, Elena Poniatowska describe la novela como “una especie de dulce literario que se paladea lentamente, sin resultar nunca azucarado ni sentimental.” Y eso que los personajes de Caramelo se basan en seres reales. ¿O no?
“Muchos autores -explicaba Cisneros hace poco- dicen que ni sus personajes ni lo que cuentan tienen nada que ver con la realidad. Pues no me lo creo. Yo cuando escribo aprovecho parte de mi vida, de mis recuerdos”.
En otra entrevista era más explícita: “No creí que estuviera escribiendo un libro de historia. Pensaba que estaba elaborando un relato sobre mi padre, pero al narrar su historia tuve que situarle en el tiempo y el espacio, volver al pasado y descubrir cómo se convirtió en lo que llegó a ser. También tuve que inventar la historia de mi abuela, y acabé incluyendo mis propios recuerdos, notas a pie de página, cronologías...”.
Siete padres
A pesar de lo cual, sigue negando que la novela tenga carácter estrictamente autobiográfico:
-Sí, intenté que al menos físicamente Lala [protagonista de la novela] no se pareciera a mí, aunque emocionalmente sí tenemos que ver.
De hecho, y como Lala, también Cisneros es hija de chicana y mexicano, y tiene seis hermanos varones que intentaron controlarla desde niña y que esperaban que asumiera el papel tradicional de la mujer en la sociedad mexicana, al punto de crecer con la sensación de tener “siete padres”. Y como los Reyes de la novela, también su familia era humildísima, vivía entre Chicago y México, y a menudo su padre regresaba con toda la parentela a México DF para ver a la abuela paterna, por lo que Sandra no tenía amigos y se refugiaba de la soledad escribiendo poemas y cuentos. Por eso siempre le preguntan lo mismo: ¿cuánto hay de imaginación y de verdad en Caramelo?
-Generalmente si formas parte de una familia mexicana, nadie te cuenta nada, sólo mentiras saludables. Pero a medida que la gente me conocía como escritora, comenzaron a abrumarme con historias familiares. Y me encontré dibujando sus recuerdos, haciendo entrevistas con gente real, investigando... Lo mejor de escribir una novela es tomarte tu tiempo, sentarte con los personajes a veces nueve años, y contemplar la situación”. Eso le permite ser “más generosa como escritora que como persona, y siempre más compasiva”.
-¿Y su familia, qué le parece lo que escribe, le preguntan por ello?
-Qué va, en general me preguntan cuándo voy a limpiar la nevera y cosas así. Pero como este libro está basado en gente que conocieron, en mi padre, mis tíos y tías, lo han leído. Aofrtunadamente, los lectores se identifican con la familia Reyes. Sí, gente de todas las culturas lee el libro y se siente identificada porque le recuerda su propio hogar.
Escrita en inglés, Caramelo ha sido vertida al castellano por Liliana Valenzuela, “una muy, muy buena traductora que es también poeta. No podía buscar a nadie mejor”.
¿Y ahora? Ahora, Cisneros se confiesa exhausta: “Es como si tus cuatro hijos celebrasen su cumpleaños el mismo día y te preguntaran que para cuándo el siguiente. Bueno, no inmediatamente. No sé lo que podré ni lo que querré hacer”.
Otras voces chicanas
La tradición literaria de origen hispano en Estados Unidos se remonta a los Naufragios de Núñez Cabeza de Vaca, pero fue en la segunda mitad del siglo XX cuando el corpus narrativo chicano adquirió su “mayoría de edad”. José Antonio Villarreal, Tomás Rivera, Oscar Z. Acosta o Rudolfo Anaya reflejaban en novelas como Pocho; La autobiografía de un Brown Buffalo; o Bendíceme, última, una realidad sustentada en la diferencia, en la experiencia de ser “extranjeros en su propia tierra”. Después llegarían innovadores como Ron Arias, Alejandro Morales o Miguel Méndez, que comienzan a relegar el contenido sociológico en beneficio de una experimentación mucho más atrevida que la de sus colegas “anglos”. Y ya con el siglo agonizando, irrumpen las autoras chicanas: Denise Chávez, Sandra Cisneros o Ana Castillo comienzan a publicar en las grandes editoriales, son traducidas a varios idiomas y sus tiradas alcanzan cifras astronómicas. Su rebeldía existencial y narrativa ha encandilado a buen número de lectores y hoy son reconocidas como las voces más vanguardistas de la Literatura Norteamericana. J. A. G.