Taquilla o no taquilla
El viernes pasado, en El País, Diego Galán se lamentaba de que hubiera "un tiempo en el que ni al público ni a los periodistas nos importaban un bledo las recaudaciones de taquilla". Proseguía: "En la actualidad está de moda hablar casi exclusivamente de inversiones y dividendos, como si nos hubiéramos convertido todos en inspectores de Hacienda". Finalmente, reclamaba que también se tuviera en cuenta "las miles de descargas ilegales en Internet", y menciona el fracaso en salas de Camino como engañoso ya que ha triunfado en el e-mule. En El Mundo de hoy, Daniel Écija, mandamás de Globomedia y hombre detrás del éxito cinematográfico de la temporada, Fuga de cerebros, le lleva la contraria y afirma: "Yo he oído decir a algún director de cine que que a él no le preocupa la taquilla. Eso me sorprende. Que no te interese saber con cuánta gente eres capaz de conectar... No lo entiendo. A muchos se les ha parado el reloj". Para rematar la cadena de mensajes contradictorios, la Faes, la fundación de Aznar, acaba de publicar un estudio en el que se llega a la conclusión de que la piratería no es el problema del cine español ya que la gente no se baja películas patrias. "El cine español, ni gratis", concluye el informe, con cierta mala idea.
Por partes. En primer lugar, nunca dejará de asombrarme el empecinado esfuerzo de Galán por defender al cine español. Lleva años haciéndolo y aunque se agradece que haya alguien que se dedique a ello, a veces le pierde un exceso de entusiasmo. De todos modos, no estoy tan seguro, como dice la Faes, de que la gente no se baje cine español en absoluto. Por otra parte, su conclusión de que el cine español debería dejar de hacer cine de autor es, sólo en parte, adecuada. ¿Quién tiene razón? Por partes. En primer lugar, yo creo que a los periodistas sí deben importarnos los resultados de taquilla. Yo me miro todos los lunes las recaudaciones y me paso un buen rato en ello. Más allá del famoso top 10 es imprescindible fijarse un poco en cómo han funcionado películas minoritarias. Por ejemplo, aunque la sueca Déjame entrar no está en ese top, está al borde de llegar al millón de euros de taquilla y eso significa que ha funcionado mejor que bien entre quienes prefieren un cine 'diferente'. También creo que es bueno saber que Sicko, de Michael Moore, ha sido un fracaso como que The Visitor ha sido uno de los éxitos indies más inesperados de la temporada.
Ahora, de allí a convertir los resultados en taquilla en el criterio fundamental hay un paso. Un paso grande. En este sentido, me parece absolutamente necesario que los medios de comunicación le dediquen mucho más espacio a Vals con Bashir o 25 Kilates que, por ejemplo, a Fast and Furious por mucho que esta última vaya a ganar muchísimo más dinero. Acierta, pues, Galán al denunciar la excesiva importancia que se le concede a la taquilla, pero tampoco se trata de que a los periodistas nos "importe un bledo". Y Écija. El exitoso productor televisivo tiene razón cuando dice que al cine español se le ha parado el reloj. Se le ha parado porque vive, en exceso, de películas pequeñas (muchas de ellas inestrenables) cuyos jóvenes y 'virtuosos' autores se dedican a hacer arte y experimentación sin dominar si quiera las más elementales reglas de la narración cinematográfica. Parece evidente que antes de hacer abstracción un pintor debe saber dibujar pero, a veces, lo evidente no está tan claro como debería.
Al final, resulta que la Faes y écija están de acuerdo en que en España sobran artistas y faltan personas que sepan realizar películas pensadas en el público antes que en su ombligo. En este sentido, Fuga de cerebros, con su millón de espectadores, apunta buenas maneras, un buen producto pensado para triunfar que, además, triunfa. Es buena señal. De todos modos, se detecta también en estas actitudes contrarias a lo artístico un cierto desprecio por el cine menos convencional que no es de recibo. O sea, que la cinematografía española necesita taquillazos, películas adolescentes y, a ser posible, con disparos y persecuciones. Pero muy mal iría si no hubiera todos los años alguna que otra película que además fuera buena. Y para eso es necesario que alguien se arriesgue con productos menos evidentes. La cuadratura del círculo está en un equilibrio entre la taquilla y lo autoral. En Francia o Estados Unidos lo han conseguido.