Image: Javier Reverte

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El Cultural

Javier Reverte

"El río Yukon me ha resucitado"

30 septiembre, 2009 02:00

Javier Reverte

El escritor presenta hoy su libro El río de la luz. Un viaje por Alaska y Canadá

Alberto Ojeda
Hacía cinco años que Javier Reverte no se embarcaba en un gran viaje. Desde que volvió del Amazonas el cuerpo no le pedía aventura. Era una situación extraña para él, un hombre siempre dispuesto a hacer la maleta y conocer mundo. La malaria que contrajo en el gran río suramericano había diezmado sus afanes viajeros. Tuvo que ser otro río el que le devolviera lo arrebatado: el Yukon, que cruza Canadá y Alaska. En aquellas tierras recobró la esperanza y la niñez. Ahora cuenta la experiencia en El río de la luz (Plaza&Janés).

P.- Dice que el Yukon le devolvió la ilusión y las ganas de vivir que le había arrebatado el Amazonas.
R.- Sí, por eso he titulado el libro El río de la luz. El viaje al Amazonas me asomó a una realidad deprimente, por toda la gente que vive allí en condiciones miserables. Además, contraje la malaria y estuve ingresado varios días en la UCI. No morí de milagro. Aquella experiencia me dañó bastante la moral. Estuve cuatro años sin hacer grandes viajes. El Yukon, en cambio, es un estallido de fuerza y de luz, y en su curso apenas vive gente. Este río me ha resucitado.

P.- Seguía las huellas de Jack London. ¿Cuáles fueron los hallazgos que más le emocionaron?
R.- Jack London es uno de los autores norteamericanos que más me gustan, junto a Hemingway, Faulkner y Twain. Lo empecé a leer con 12 o 13 años, aunque no creo que sea un autor juvenil, porque en su literatura están muy presentes temas como la muerte y el suicidio. Yo tengo la manía de viajar a los lugares en que están ambientados mis libros favoritos. Sobre todo me impresionaron los escenarios naturales, porque los reconocía perfectamente gracias a su obra. Y en particular la isla donde permaneció, en una cabaña, un invierno entero, a la espera de poder entrar en Dawson City para buscar oro.

P.- El Yukon tiene fama de traicionero y peligroso. ¿No sufrió ningún percance durante los setecientos y pico kilómetros que navegó en canoa?
R.- Volcamos en los rápidos de Five Fingers. A mí, la ola que nos volcó me empujó a la orilla, de manera que no corrí demasiado peligro. Lo peor fue salir del bosque en que me metí, calzado con unas chancletas. Tardé casi dos horas en encontrar de nuevo al grupo. Más peligro corrió mi compañero, que, agarrado a la canoa, descendió más de tres kilómetros río abajo, con el riesgo de hipotermia.

P.- ¿Y aguanto bien el tipo?, porque recorrer más de 700 kilómetros remando no es cualquier cosa.
R.- Sólo había remado en el Retiro en alguna ocasión. El deporte que suelo practicar es beber vino en los bares y jugar al mus. Los primeros cuatros días estuve a base de antinflamatorios y me dolía todo el cuerpo, sobre todo los gemelos. Pero luego me encontré pletórico. De hecho podía haber continuado mucho más.

P.- Cuenta que la fiebre por el oro la azuzó la prensa amarilla...
R.- Sí, a finales del XIX la prensa sensacionalista estaba en pleno auge. Los gigantes de la prensa de aquella época, Hearst, Pulitzer y Bennet, no dudaron en exagerar las noticias para vender más periódicos. Dijeron que había cantidades ingentes de oro, que era muy fácil llegar a la zona y que todo el mundo volvía rico. Esto provocó una estampida hacia Canadá y Alaska: una ola de más de 100.000 personas. Sólo hicieron fortuna unos 400 pero fueron muchos más los que perdieron su vida y los que acabaron alcoholizados. Jack London también regresó más pobre, pero con un montón de historias guardadas en su recuerdo.

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