El Cultural

De charla con Cervantes

21 diciembre, 2009 01:00



Miguel de Cervantes anda en boca de todo el mundo desde que el otro día descubrieron una "Cápsula del tiempo" enterrada cerca de su estatua en Madrid; un mensaje envuelto en el misterio y que ha tenido a la ciudad ocupada.
Siento curiosidad por saber qué piensa él de todo esto. Me aproximo valiente a su figura, que han preservado del mundanal ruido como si fuera una de esas esculturas modernas que embala el tal Christo, o como se pronuncie.
Entre unas cosas y otras han conseguido que Miguel de Cervantes, aquél que pobre muriera y pobre vivió, se alce hoy fantasmal, como una víctima más de las excavadoras que tienen a Madrid en pie de guerra.
Con todo, no me arrugo ante el despliegue de dragas, palas y otros utensilios, como tampoco me arrugo ante el rugido de los leones que guardan la puerta del Congreso, ahí donde sus señorías, ajenos al trajín cervantino, se sacan el aguinaldo.
-Yo esperaba otra cosa.- Le digo a Cervantes, un tanto desilusionado. -He seguido los cronicones a la manera de un serial, y he llegado a pensar que una vez abierta la cápsula iba a descubrir el enigma de la Santísima Trinidad, pero por lo civil.
Es entonces cuando salta Cervantes y apunta que Dios no existe, pues no existe el que no ha sido creado ni engendrado por alguien, sigue diciéndome. Yo me quedo algo sorprendido. Según me contaron, él era cristiano que llamaban de los nuevos, de los que nunca ocultaron apego hacia la estirpe judía.
-Uno blasfema contra Dios, pero a nadie se le ocurre hacerlo contra el padre de Dios. -Remata con la voz envuelta por el embalaje. -Además, la religión en este país siempre ha sido materia pendiente de un hilo.
Ya puestos en el tema, le digo que yo me esperaba otra cosa dentro de la cápsula, encontrar una Biblia de Ferrara, la misma que en sus tiempos se manejaba de contrabando y por qué no, un Quijote apócrifo, un Quijote de Avellaneda que a mí tanto me divirtió.
-Ese hideputa lo tuvo fácil. Una vez creado el personaje, fácil es hacer remedo.
-Eran otros tiempos, -le digo- ahora se valora al autor más que a la obra, lo que pasa es que la obra no se valora nada, por eso sucede que la mayoría de los autores reciben miseria como única regalía.
Parece que Miguel de Cervantes quiere decirme algo, pero lo contiene. Por si acaso, voy y le apunto que tengo pensado aprovechar uno de los boquetes que hay en la calle para dejar constancia de la época que me ha tocado. Y le voy enseñando una serie de cosas que quiero dejar en mi "Cápsula del tiempo".
-Un libro electrónico, don Miguel, un cacharrito que sirvió como excusa para pagar menos a los autores. Una llave Allen que es llave multiusos, capaz de abrir un cinturón de castidad; luego una camiseta del Atleti, equipo de fútbol que llevó la derrota a la manera Cervantina, o sea, como victoria. También un recibo de la luz y un bote de mermelada de la que le gusta al perro de Ricky Martin, uno que es cantante.
-Da igual lo que introduzcas. -Salta Cervantes- Las épocas posteriores interpretarán a su manera. Dirán que la mermelada se utilizaba para engrasar cinturones de castidad, que el recibo de la luz era una canción que cantaba Ricky Martin, que la camiseta era traje de presidio y que el libro electrónico era lo que utilizaban los camareros en los bares para apuntar las comandas. Pero no concretarán bien lo de la l lave. -Y dicho esto, me aclara:- Creo que debería explicarse con una nota.
Le doy las gracias por el consejo y me pongo a la labor pues son tiempos de guerra, de una guerra donde el contrario va armado con hormigón, maneja excavadora y no conoce la misericordia. Para qué.