Image: De charla con Homero

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El Cultural

De charla con Homero

8 febrero, 2010 01:00

Escultura de Homero de la Colección Farnese, en Nápoles



Le han hecho otras figuras, pero ha sido en esta, donde mejor lo han sacado. O por lo menos a mí me lo parece. Tal es así que no tengo dudas al respecto pues da la sensación de que le acaban de arrancar la cabeza del cuerpo. Y eso dice mucho, sobre todo tratándose de él, de Homero, del hombre que fue un busto parlante. Según parece no aspiró a otra cosa. Para qué, si la mejor vida es la de bohemio, que viene a ser una mezcla simpática de embaucador y poeta, y donde él destacó por ser el primero.

No hay que olvidar que Homero inventó el oficio más antiguo del mundo, aunque después se le olvidase patentarlo. Luego llegaríamos los demás a aprovechar el descuido. Pero no me quiero salir de madre, iba diciendo que llegué hasta Nápoles para charlar con el que nada ve y todo escucha. Ante mi presencia se mostró callado, observándome con los ojos de mármol ciego. Por unos momentos, el contador de historias se quedó mudo, dando a entender que ya no le quedaba más que contar. Pero eso le duró poco, lo que tardó en irse el último visitante. Cuando nos quedamos a solas, aprovechó la intimidad para mostrarse confidencial conmigo, transmitiéndome su descontento ante las vanguardias literarias.

-Pues vanguardista fui yo y aún no estoy superado. Yo fui el creador del héroe moderno y no ese dublinés que siempre andaba salido. -Me aseguró todo molesto.
-¿Te refieres a Joyce? -Le pregunté, tuteándole, como si le conociera de toda la vida.
-Sí, se cargó la vanguardia contando una historia que poca gente entiende. Y la tituló como mi personaje. -Ulises. -Apunté yo.

El busto parlante asintió y yo seguí provocándole:
-Así que te falsificó.
-No, eso son palabras mayores, fíjate que yo soy una copia en mármol de mí mismo. Pero con el Ulises sentí que mi héroe moderno llegaba a su fin.

Le quité hierro al asunto, diciéndole que lo de Joyce fue una gamberrada. Igual que lo de pintar bigotes a la Gioconda o ponerle dos pistolas al Cristo de Dalí. Lo que pasa es que luego se ha intentado intelectualizar el asunto con referencias homéricas. Y eso ha sido el error. Los libros de instrucciones y los biógrafos tuvieron la culpa -le señalé-. La culpa no fue de Joyce, sino de los estudiosos.

-Entonces tú tampoco entiendes el Ulises -Me dijo él, con ganas de compartir el maltrato del que se sentía víctima.
-No, el Ulises me parece un galimatías. -Le aseguré con sinceridad.

Entonces fue cuando me arranqué a hablarle de Valle-Inclán, de su obra Luces de Bohemia, donde aparece Max Estrella, ciego y bohemio, y que no es otro que Alejandro Sawa, príncipe de los acusados y de los malditos, ciego también y embaucador y novelero bendecido por Víctor Hugo. Y mientras le iba contando, Homero me hizo un gesto raro. Como diciendo qué me cuentas tú a mí, chaval.

-Espera -le sujeté con autoridad-. No me pongas esa cara, que lo que te vengo a decir es que Valle-Inclán relató su vida fijándola en una noche. Una Odisea por los Madriles de principio del siglo pasado. Y lo hizo casi por la misma época que el Joyce aunque no es tan celebrado como él. A mí también me da coraje. Qué quieres que te cuente.

Llegados aquí se sintió más confortado. Luego le dejé que contase historias marineras, de su época, las mismas que él contaba por las tabernas de la Antigua Grecia a cambio de unas monedas, aunque fuesen falsas.