La comedia bufa
Ayer me fui al estreno de Tensión sexual no resuelta, película que ha producido Santiago Segura y que sale hoy con tropecientas copias y una intensa campaña de publicidad destinada a repetir el éxito de películas afines como Fuga de cerebros o Fuera de carta. Por partes. Reconozco que el evento en sí me dejó un tanto sorprendido. Entre los invitados, personajes como Yola Berrocal, Paquirrín, Pedro Ruiz o Chenoa a cuya compañía francamente no estoy acostumbrado. En este tipo de sitios, siempre me divierte mucho comprobar cómo los "famosos" hacen una cola inmensa (que retrasa el pase de la película mínimo una hora, en este caso la convocatoria era a las nueve y la peli empezó a las 11) para que les hagan la foto en el photo call. Tiene tela ver a actores de teleseries, personajes del corazón y algún que otro tipejo serio aguantar estoicamente 45 minutos apelotanado para chupar cámara. En estos casos, afortunadamente, siempre suelo llevar una compañía más avezada que yo en este tipo de menesteres que me explica con paciencia quién es tal o cual a quién los fotógrafos gritan ("enseña mejor el escote Amaia", "que te veamos el piercing, Javier", tal cual) que me explica quiénes son porque muchas veces no tengo ni idea.
Después, la película. Tensión sexual no resuelta se inscribe en un nuevo tipo de película patria con afán industrial que recicla la chusquez de toda la vida con una mejora de la factura técnica y mayor derroche de medios. Ahora, los protagonistas van medianamente bien vestidos y a la moda (sin pasarse) y las casas son "de diseño" (también sin pasarse). En realidad, se trata de darle una capa de maquillaje a la comedia hortera, plagada de tacos y sempiternamente centrada en el folleteo (por decirlo en su lenguaje) de toda la vida. Hace poco, un director de cine con ciertas ínfulas me contaba su desesperación tras pasar de productora en productora con una comedia que él pretendía exquisita y encontrarse con que éstos le pedían, invariablemente, que la "atorrentara", o sea, que la hiciera parecido al caca, culo, pedo, pis, de Torrente.
Desde luego, los creadores de Tensión sexual no resuelta han seguido el consejo al pie de la letra. Empieza la película y Pilar Rubio nos presenta a la protagonista, una "insólita" escritora de éxito (otro clásico del cine español, incluido la muy superior Lucía y el sexo, los escritores nunca tienen libros en casa ni se les ve leer una línea jamás) en un país, textualmente, "en el que no lee ni Dios". Lo cual no es verdad. En este país, "gozosamente inculto" según Pérez Reverte, sí hay quien lee, otra cosa es que no lo hagan quienes ven este tipo de cine. Seguimos. La trama, un enredo amoroso y sexual de tres al cuarto en el que no faltan gays que van al gimnasio, jovencitas atontadas que no han tenido un orgasmo en su vida (gran finalidad de la vida, por lo visto) y un profesor universitario que da clases sobre Garcilaso pero habla como Belén Estebán, se echa a perder, precisamente, por ese atorrentamiento. Porque en medio de la estupidez generalizada hay algún buen chiste, algún giro de guión interesante y un actor, el joven Adam Jezierski, que ilumina la pantalla cada vez que sale.
Uno supone, al final, que en el guión y la dirección de esta Tensión sexual... hay una persona (Miguel Ángel Lamata) que no es tan vulgar ni tan inculta como una película que si no estuviera "atorrentada" sería una muy digna comedia. Es triste.