Image: Lejos de África

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El Cultural

Lejos de África

Especial Mundial de Suráfrica 2010

11 junio, 2010 02:00

Gabriel Orozco: Pelota ponchada, 1993

Antes de África no había nada. La vida era como una ciudad desierta la noche del derby. Yo caminaba por las calles vacías. Sólo me acompañaba el murmullo de los pensamientos que permanecían ocultos en el cerebro, como los lamentos y los cánticos del público que sonaban anónimos en el interior del estadio. Acabo de decir que antes de África no había nada y he mentido. Estaba el fútbol por todas partes. El fútbol marcaba mi estado de ánimo. Los momentos felices y las decepciones me las otorgaban unos hombres que si me los cruzara por la calle ni siquiera me saludarían. Esos desconocidos se habían interpuesto siempre en mis relaciones amorosas.

Tenía un calendario colgado en la cocina donde señalaba con un círculo rojo las fechas de las grandes citas. Aquellos eran mis particulares días festivos en los cuales no estaba para nadie. Entonces me convertía en un hombre invisible. Cuando tenía algún compromiso que coincidía con un partido importante, me las ingeniaba para encontrar la excusa perfecta. Me había convertido en un satélite que giraba alrededor del planeta fútbol. Hasta que apareció ella.

El azar quiso que conociera a África la víspera del debut de la selección española en el Mundial. Nos presentó un amigo común que detestaba el fútbol. Me habría gustado posponer nuestro encuentro para más adelante, después del campeonato, y disfrutar de su compañía cuando la temporada aún no se ha iniciado y los equipos sólo disputan torneos intrascendentes. Pero el amor no se hace por encargo. Así que me las arreglé para ver juntos los partidos en los bares. Miraba de soslayo el televisor sin demostrar demasiado interés mientras hablábamos de otras cosas. No expresaba las emociones. No quería que me confundiera con un hombre vulgar. El campo de fútbol brillaba en sus ojos verdes. Cuando se producía un gol veía la repetición con la vaga curiosidad del espectador que desconoce las reglas del juego, como si estuviera asistiendo a un partido de béisbol. Al llegar a casa por la noche, pensaba en el futuro con África y en las dificultades de las próximas eliminatorias. Mi deseo era llegar con ella hasta el final.

Nunca olvidaré la noche del 11 de julio de 2010. Ese día hacía un mes que nos conocíamos y lo íbamos a celebrar proclamándonos campeones del mundo. Nos citamos en un pub irlandés donde bebimos pintas de Guinness rodeados de televisores que retransmitían el partido. Me considero un hombre fiel, sin embargo en aquellos momentos mi corazón se hallaba dividido. Estaba con África pendiente de Johannesburgo. Pero supe contenerme y apenas exterioricé los sentimientos. Ella no hizo ningún comentario. Pensé que a lo mejor también estaba disimulando su afición al fútbol. Al final, levantamos la copa y brindamos por aquel mes fantástico. Sé que fui un insensato, pero en medio de aquel jolgorio me sobrevino un inquietante temor. La premonición de que después de las vacaciones de verano volvería a rodar el balón y me iría alejando de África.