Series de cineastas (I)
Comentaba horrorizado el crítico australiano Adrian Martin que, cada vez con más frecuencia, lee ejercicios de alumnos suyos de los que infiere que, para las generaciones más jóvenes, el cine empezó con Quentin Tarantino. Es lo que él llama el "efecto QT", la falsa consideración de que todo lo que se hizo antes, simplemente no se hizo o ya no tiene ningún interés, eclipsado por la supuesta "revolución" que trajo consigo el "postmodernismo de manual" de Tarantino. Reservoir Dogs es, para muchos aspirantes a cineastas, el año cero de la cinematografía. No tengo nada en contra del autor de Death Prof. (digan lo que digan, su mejor película junto a Jackie Brown, que es hasta la fecha su filme más maduro y emotivo), pero qué horror imaginar una historia del cine sin todo lo que le precedió, que es de lo que descaradamente se nutre.
Por motivos similares, pareciera que la ficción televisiva, también para las generaciones más jóvenes de televidentes, tuvo su año cero en Los Soprano. Un poco para romper esa falsa creencia de que el mundo de la televisión pre-Sopranos era un lugar baldío y falto de creatividad, y también para no llevar a engaño a nadie que presuponga que Scorsese es el primer cineasta que migra su discurso a la televisión (el suyo es un caso más entre muchos), propongo en dos partes algunas recomendaciones de series de verdadero culto y enorme calidad realizadas por grandes cineastas, la mayoría de ellos europeos, aunque también hay americanos y asiáticos. Además, casi todas han tenido un decente lanzamiento en DVD y podrán encontrarlas sin problemas (por si acaso, incorporo un link). Comprobarán que, en muchos casos, la pequeña pantalla sirvió de campo de pruebas para algunas extravagancias de forma y de contenido que sus autores llevarían después a sus largometrajes para cine.
Twin Peaks (David Lynch y Mark Frost, 1990-1991, 30 capítulos). Es El Ciudadano Kane de las series de televisión, es decir, cuando la caja tonta se abrió al subconsciente como respuesta a los misterios del relato. Un punto de inflexión, que rompió radicalmente las ataduras y convenciones narrativas de la ficción catódica. No se comprende la obra de Lynch sin esta serie, donde volcó todas sus obsesiones, y que ha seguido profundizando en ellas con su cine. En gran medida, el juego de dobles (la rubia y la morena) de Mullholand Drive ya estaba contenido en Twin Peaks. Es una lástima que la segunda temporadavsea tan débil en comparación con la primera, incluso hay un capítulo dirigido por Diane Keaton (Temp. 2 - Cap.15) que es probablemente el punto más bajo de la serie. Dale Cooper es el padre de todos (y son muchos) los agentes del FBI que han protagonizado series posteriores (y ninguno lo ha superado en carisma), y no hay otro espectáculo televisivo que transmita una atmósfera tan enfermiza, tan sensual, tan musical, tan hipnótica como Twin Peaks. Desde su famosa cabecera, con la seductora composición de Angelo Badalamenti, es televisión de autor al ciento por ciento.
The Kingdom (Riget, Lars von Trier, 1994-1997, 8 capítulos). Dicen que es la respuesta de Lars von Trier a David Lynch, cuando el primero quedó fascinado por la libertad narrativa que emanaba de los fotogramas de Twin Peaks. Si el delirio es capaz de convocar a millones de espectadores en la televisión, pensaría el autor de Rompiendo las olas, yo iré más allá. Pues bien. Si alguien todavía tiene dudas sobre la "honestidad" creativa de Lars von Trier, ese enfant terrible del cine europeo, seguramente se le despejarán todas las dudas con The Kingdom, una serie financiada por la televisión pública danesa. Más desatado que nunca, aquí Lars Von Traer muestra sus cartas y da rienda suelta a su maestría para tomarse en serio la parodia y para tomarse en broma lo existencial. Un auténtico impostor, en el buen sentido de la palabra. Digamos que es un cóctel del Von Trier del Dogma que hizo Los idiotas, el Von Trier socarrón que hizo El jefe de todo esto, el Von Trier experimental que hizo Dogville y el Von Trier maldito que hizo Anticristo. La trama, absolutamente delirante, acontece en el interior de un hospital tan tecnológico como decadente, donde se desatan fenómenos sobrenaturales como voces en el ascensor, fetos que desarrollan malformaciones inconcebibles, ambulancias fantasmas o síndromes de Down con poderes telequinéticos. Detrás de cada horror, está el humor, irreverente y macabro, y una galería de personajes (médicos, enfermeras y pacientes) que desde luego no tiene nada que envidiar (si acaso su ternura) a los excéntricos habitantes de Twin Peaks.
La Commune (París, 1872). (Peter Watkins, 2000, 6 capítulos). Obra maestra absoluta. Una producción francesa filmada en estudio y como un documental experimental, que recrea los acontecimientos de la Comuna de París desde el punto de vista de un telediario, con reporteros de "Comunne TV" y de "Versalles TV" preguntando a los agitadores, micrófono en mano, qué sienten y qué opinan sobre los acontecimientos revolucionarios o emitiendo boletines oficiales desde el Palacio de Versalles. El efecto resultante de este brutal anacronismo tecnológico es un juego mental asombroso, en el que el espectador se ve forzado a interactuar con un capítulo histórico del siglo XIX como si asistiera a las crónicas de la CNN sobre la guerra de Irak. Un ejercicio fílmico radical que encuentra en la televisión, debido a la dilatación del tiempo que permite y al formato que está empleando, su mejor forma de manifestarse. Su director, el británico Peter Watkins, es un reconocido documentalista cinematográfico que ha explorado diversos registros de historia-ficción en filmes como Culloden (1964) o The War Game (1965). Prohibido perdérselo.
La próxima semana regreso con más recomendaciones sobre series de cineastas.