El Cultural

Series de cineastas II

11 noviembre, 2010 01:00
Berlin Alexanderplatz (Rainer W. Fassbinder, 1980, 14 capítulos). Adaptación de la gran novela de Alfred Döblin editada en 1929, Fassbinder, probablemente el cineasta europeo más prolífico de cuantos ha existido (casi medio centenar de películas, entre cine y televisión, en quince años de carrera), también encontró tiempo para filmar los "trece capítulos y un epílogo" de este retrato de la decadencia social y moral de los últimos años de la República de Weimar. Y con un resultado deslumbrante. Así, esta serie monumental (que vendría a ser una película de quince horas y media) se postula como la summa de la obra fílmica del alemán, donde volcó la mayor parte de sus preocupaciones estilísticas y temáticas, permitiéndose desarrollar escenas más comprometidas con el silencio, la larga duración y la distancia 'brechtiana' que caracterizó gran parte de su obra, especialmente el excelente drama histórico Effi Briest (1974). Prácticamente mientras filmaba Las amargas lágrimas de Petra von Kant (1972), Fassbinder también rodó en 1971/72 la mini serie en cinco episodios Ocho horas no hacen un día (Acht Stunden sind kein Tag), que a partir de la vida cotidiana de una familia de clase obrera describía la situación y los conflictos que reflejaban la realidad social alemana de su tiempo.



El Decálogo (Krzysztof Kieslowski, 1989, 10 capítulos). El gran cineasta polaco, junto al guionista Krzysztof Piesiewicz, vertió en su "decálogo" no sólo el desarrollo de los preceptos bíblicos como punto de partida argumental, sino más bien sus particulares principios estéticos y éticos, filosóficos y audiovisuales. El Decálogo son quinientos minutos de prosa poética, profusos en intensas metáforas visuales, con un estilo contemplativo que no recurre casi nunca a la palabra para exponer los conflictos morales, que van del aborto al adulterio, del asesinato a la mentira, de la traición a la herejía. "Tienen la extraña habilidad de dramatizar las ideas en lugar de hablar sobre ellas", escribió Stanley Kubrick sobre Kieslowski y Piesiewicz. Para costear El Decálogo, financiado por la televisión polaca no sin condiciones, Kieslowski se vio obligado a desarrollar el guión de los capítulos 5 y 6 en películas cinematográficas (con versiones de 85 minutos), invirtiendo el beneficio de los largometrajes resultantes -No matarás (1988) y No amarás (1988)- en el proyecto televisivo. El plan inicial de Kieslowski pasaba por que cada capítulo lo dirigiera un director debutante, pero finalmente decidió dirigir todos él y contratar a un operador de fotografía distinto por episodio (sólo repite con uno, Piotr Sobocinski), buscando así la autonomía formal de cada segmento. El Decálogo se concibe, desarrolla y emite durante el triunfo pacífico del pueblo sobre el moribundo régimen comunista, pero también cuando el trono del Vaticano lo ocupaba el polaco Karol Wojtyla. En esa esquizofrenia de creencias irreconciliables se desenvuelve la serie y el complejo de edificios en el que viven sus veinte personajes (que a veces se cruzan de un capítulo a otro), cuya intención es diseñar un microcosmos de Polonia en el que sus vecinos anhelan un sueño de libertad.

Cuentos asombrosos (Amazing Stories, producida por Steven Spielberg, 1985-1987, 45 capítulos). Un poco a la manera de la serie "Hictchcock presenta", Spielberg produjo este proyecto para la cadena NBC en la cumbre de su carrera (acababa de estrenar Indiana Jones y el templo maldito), si bien al final de la segunda temporada tuvo que cancelarse debido al escaso éxito de audiencia. La serie no tiene una línea argumental continuada, cada capítulo es como una breve película, y muchos de ellos están dirigidos por prestigiosos cineastas: el propio Spielberg -The Mission y Ghost Train-, Martin Scorsese -Mirror, Mirror-, Peter Hyams -The Amazing Falsworth-, Joe Dante -Boo! y The Greibble- …, etc. El capítulo que merece una especial atención es el dirigido por Clint Eastwood, Vanessa in the Garden (Temp. 1 / Epis. 12). Aparentemente muy alejado de las historias que generalmente interesan al autor de Sin perdón, se trata de un relato de fantasmas, muy gótico, como extraído de la imaginería de Edgar Allan Poe, protagonizado por un pintor y su musa (Harvey Keitel y Sondra Locke), cuyo sorprendente desenlace propone un fascinante juego visual que se cuenta entre lo más memorable que ha rodado nunca Clint Eastwood. Ahora que el gran cineasta norteamericano estrena Hereafter, una película en la que teoriza sobre el más allá, parece pertinente (re)descubrir esta pequeña joya oculta de su filmografía. Si prestamos atención a los pliegues de su filmografía -High Plains Drifter, El jinete pálido, Medianoche en el jardín del bien y del mal, Gran Torino…-, en verdad Eastwood, de un modo u otro, siempre ha practicado un "cine de fantasmas", de héroes espectrales.

Heremias (Lav Diaz, 2006, 540 minutos). El valor del tiempo. Esa es una de las grandes lecciones con las que la televisión aún puede iluminar al cine. Y valga por delante que Heremias no es un proyecto concebido como una seria para la televisión, pero que dadas sus circunstancias (su duración y la práctica imposibilidad de verla en pantalla grande), su consumo es mayormente televisivo. Con películas que duran cinco (Batang West Side) y once horas (Evolution of a Filipino Family) en su filmografía, la monumental Heremias, con una duración de nueve horas, es en realidad sólo la primera parte de una saga de trashumantes por las tierras filipinas. Rodada en un estilizado blanco y negro, la concepción del relato de Lav Díaz pasa por entregarse a la pura contemplación de escenas y paisajes, para que el paso del tiempo y la poética del vacío sean precisos y palpables, que adquieran un valor narrativo en sí mismos. Así, asistimos a conversaciones enteras alrededor de una hoguera o a cómo una enorme caravana de carros atraviesa el plano en diagonal durante diez minutos. "Los fundamentos de mi trabajo son el principio de no transigir y la filosofía de que el arte es libre. Así que en realidad la duración no debería ser un problema", explica Diaz en una entrevista a Alexis Tioseco. El autor filipino exige al espectador que se tome unas horas para sumergirse en el ritmo y las texturas de la vida rural que contextualiza la serie, y la recompensa acaba llegando, no sólo en largas escenas de planos fijos de una belleza hipnótica, sino en la forma de un cine (o televisión) que rompe todas las convenciones temporales. Como sostiene Gabe Klinger, "Diaz no es un mero conceptualista, sino un experimentador con una visión única de su país y del cine".