Los buenos propósitos
Me llamo Abel Hernández, tengo 37 años y soy musicadicto. Desde hace unos quince he dedicado buena parte de mis esfuerzos a escuchar y tocar y componer música en proyectos como Migala, Emak Bakia o, más recientemente, El Hijo. También a pensar y a hablar incansablemente con otros sobre sus asuntos. Desde entonces, mi entendimiento sobre lo que ésta es no ha variado en lo esencial: el ruido eterno capaz de atravesar el corazón y de mover y trastocar eso que unos llamarán mente y otros espíritu. No, ni la música ha mudado su esencia ni mi adicción ha disminuido, pero en cambio he visto como muchas de mis nociones sobre lo musical se iban viendo alteradas en aspectos sustanciales, muchas veces con motivo de que aquello realmente estaba cambiando, volviéndose más complejo y desarrollando nuevas ramificaciones.
Este rincón que ahora me conceden en El Cultural a fin de que lleve cuaderno de bitácora pretende ocuparse del fenómeno musical en toda su anchura desde tal experiencia, tomando como punto de partida mi relación como musicadicto con el mismo mundo de la música como industria, como pequeño universo y como parte del otro gran mundo. La subjetividad y el conocimiento interesado sobre lo musical moverán así pues los dedos de quien esto escribe, que lo hará desde el punto de vista de quien ocupa un ámbito, más que secundario, casi en los márgenes de tal fenómeno. Esta columna de aire será más bien lo contrario del asentamiento de un observador participante en una tribu exótica: el indígena músico será quien se haya infiltrado en el mundo de la prensa generalista (con perdón).
Sin descartar ocuparme de textos sobre discos o artistas, me propongo hablar menos de hechos concretos de tal naturaleza que a partir de ellos. Interesarán especialmente en estas líneas los lugares de intersección de lo musical con otras cosas; sus fronteras con la vida cotidiana y los sentimientos, la ciencia y la tecnología, la política y la sociedad, la literatura, el cine o las artes plásticas.
Me propongo arrojar luz y también nuevas preguntas sobre asuntos tales como qué nuevos inventos, herramientas e instrumentos están ayudando en el hacerse de la música y sus flujos de acción y reacción, para qué sirven un sello discográfico, una editorial y otros intermediarios entre el autor musical y el público hoy, qué papel e influencia tiene la prensa especializada en España, cómo afecta Internet y la globalización a la música actual, cómo afecta el Mercado como sistema a la creación, de qué se habla en las letras de los artistas importantes, qué tiene de tendencia programada cierta corriente musical, así, por poner algunos ejemplos.
En suma, acercar la música que se hace ahora mismo y con la que tengo conexión a quienes la viven más de cerca y más de lejos, tal es el casi inalcanzable pero buen propósito de esta columna de aire que aquí empiezo a hacer vibrar. Ojala este cantante adicto no se convierta por arte de ella en uno de esos, tan habituales, cantamañanas.
Para quien no conozca a El Hijo, he aquí su vídeo más reciente: "Toda la noche nevando", de Madrileña (Acuarela, 2010), dirigido por Nacho Vega. La ilustración que acompaña este primer post es del gran Luis Demano.