Image: Los derechos del pueblo: cómo nuestra búsqueda de seguridad invade nuestras libertades

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El Cultural

Los derechos del pueblo: cómo nuestra búsqueda de seguridad invade nuestras libertades

Especial 11-S: Polémicas de libro

9 septiembre, 2011 02:00

11-09-01. Atlas de la Guerra (La Esfera, 2002)

David K. Shipler. Alfred A. Knopf. Nueva York, 2011. 366 páginas, 27'95 $

La pugna entre libertad y seguridad renació con fuerza el 11-S y aún hoy no hay resultados, y sí fundados miedos, como explica el libro de David K. Shipler. Con su reseña inciamos la publicación de los mejores artículos del suplemento de libros del New York Times.

A las 11 de la mañana del 11 de septiembre de 2001, David K. Shipler (1942) experimentó lo que describe, con tanta inmodestia como exactitud, un "momento de extrema lucidez". Mientras que la mayoría permanecía pegada al televisor, presa de un aturdimiento postraumático, Shipler evidentemente se refugiaba en un terreno más noble. Sus pensamientos se dirigieron a las 10 primeras enmiendas de la Constitución de nuestro país. "Adiós a nuestras libertades civiles", recuerda que pensó. La consecuencia de esa valiosa revelación fue "el periplo" que culminó en su nuevo libro, The Rights of the People [Los derechos del pueblo]. El tema resultó demasiado amplio como para agotarlo en un solo libro, así que, seguramente, el segundo volumen verá la luz antes de que acabe el año. Aunque es posible que Shipler empezara con algo de ventaja, desde entonces se ha quedado un tanto rezagado. Se une a una larga lista de escritores que ya han tratado el tema de la erosión de las libertades civiles en EE.UU en el periodo posterior al 11-S. Escandaloso pero no sorprendente. La mayoría de estos libros, salvo excepciones notables, emigraron rápidamente de las mesas centrales de Barnes & Noble a los estantes de atrás, antes de llegar a su morada definitiva en el fondo de los almacenes. La bona fides [la buena fe y honrade] de Shipler -que ganó un Pulitzer en 1987 por Árabe y judío- servirá para impedir que The Rights of the People se rechace fácilmente.

Shipler trabajó como corresponsal de The New York Times, y tiene un don para esquematizar convincentemente material esotérico y difícil. También posee un claro dominio de la historia y narra mordazmente otras ocasiones de nuestro pasado en las que pecamos contra nuestra Constitución. Desde las primeras páginas de The Rights of the People queda claro que va a ser un libro muy diferente de Árabe y judío o, ya puestos, del trabajo más reciente de Shipler, The Working Poor [Los trabajadores pobres]. Ambos eran reportajes en los que se servía de un reparto memorable de personajes para matizar y dar un sentido de inmediatez al complejo tema que abordaba.

En The Rights of the People, Shipler no es tanto un reportero curioso como un editorialista indignado. No se le puede acusar de minimizar su razonamiento. Al contrario, tiene una tendencia a debilitarlo con hipérboles, cerrando su prefacio con una afirmación radical que no encontraría muchos adeptos en la Casa Blanca de Bush o en la de Barack Obama, ni entre la opinión pública: "La posibilidad más aterradora desde el 11-S no ha sido el terrorismo -por espantoso que sea- sino la posibilidad de que los estadounidenses renuncien a sus derechos a costa de perseguir la quimera de la seguridad.

Es lógico que las violaciones de las libertades individuales sean más frecuentes y atroces en tiempos de guerra, y un rápido vistazo al pasado revela que sin duda ha sido así. Desde el ataque a la libertad de expresión en 1798 que se conoce como Leyes de Extranjería y Secesión, cuyo propósito era acallar las críticas durante la guerra naval no declarada con Francia, hasta las tristemente célebres investigaciones llevadas a cabo durante la Guerra Fría por el Comité de la Cámara de Representantes sobre Actividades Anti-Estadounidenses, el fantasma del conflicto ha conllevado una paranoia de subversión interna. Como Shipler afirma, "por lo visto, en prácticamente todas las guerras, aquellos que ejercen la autoridad del Estado se ven atenazados por un miedo estimulante, no solo al enemigo, sino a un virus imaginario de resistencia y subversión en el propio país".

Históricamente, una dosis saludable de vergüenza retrospectiva, la sagacidad de nuestro poder judicial y, por encima de todo, la capacidad de recuperación de nuestra Constitución, han contribuido a garantizar que ningún estatuto o normativa acordados a toda prisa mientras estábamos en las garras de ese miedo sobrevive mucho tiempo. El sistema de derecho prevalece en última instancia. O prevalecía hasta hace poco, afirma Shipler. Pero, puntualiza, el sistema sigue sin corregirse desde el 11-S. Las libertades fundamentales arrebatadas en el periodo que siguió a los atentados todavía no han sido restablecidas. Las trasgresiones han abarcado todo el espectro constitucional, pero en este primer volumen Shipler se centra en la Cuarta Enmienda, que, en cualquier caso, protege a los ciudadanos frente a los registros y embargos irrazonables. Su planteamiento puede parecer disperso, pero es congruente con cierta lógica. Tras una breve lección de historia, se echa a la calle y observa a la policía en varios barrios de Washington mientras instiga a los sospechosos a renunciar voluntariamente a sus derechos de la Cuarta Enmienda y pone las casa patas arriba con la excusa de unas órdenes de registro a menudo basadas en "dudosos chivatazos". A partir de este punto, Shipler se refugia en una actividad más clandestina y politizada, el siniestro ámbito de la Ley de Vigilancia del Espionaje Extranjero y de las Cartas de Seguridad Nacional, las cuales conforme a la Ley Patriótica ampliaban los poderes de las divisiones del FBI, autorizándolas a hacer cosas como exigir a las bibliotecas públicas que entreguen sus registros informáticos. Shipler reparte la responsabilidad entre un Ejecutivo que se excede en el uso de sus atribuciones, un Congreso cómplice y unos organismos policiales y de espionaje que preferirían mil veces ser criticados por violar la intimidad que por pasar por alto otro atentado. También encuentra numerosos defectos en los tribunales.

No es que sus blancos no merezcan críticas pero las lleva demasiado lejos. Como ex corresponsal en Moscú de The Times, establece abundantes comparaciones entre los ideólogos de derechas del Gobierno de Bush y los del régimen soviético, señalando que ambos dependían de ejecutivos envalentonados que acobardaban a legisladores y jueces débiles. Curiosamente, el libro en el que pensaba la mayor parte de las veces mientras leía The Rights of People era Fast Food Nation, de Eric Schlosser. Al igual que Schlosser, que se proponía revelar el creciente dominio del sector de la comida rápida y sus perniciosas repercusiones para la salud, Shippler parece querer asustar a los estadounidenses. Parece inclinado a compensar con una retórica y metáforas pretenciosas la falta de dramatismo visceral de su tema de discusión. El hecho de que The Rights of the People no consiga finalmente impactarnos demasiado es en sí mismo una declaración concluyente. En ocasiones, deseaba que Shipler hubiera restringido sus ambiciones, que en lugar de tratar de cubrir tanto terreno trillado, hubiera ido en el sentido contrario y comprimido en un ensayo lo que aprendió en su periplo formativo. Podría haber puesto más empeño en catalogar por qué las violaciones de la Cuarta Enmienda son importantes, y no solo para las víctimas. Como escribe en las páginas finales del libro, "los derechos del criminal más miserable no son solo suyos. Nos pertenecen a todos".

Los libros del 11-S

La bibliografía sobre el 11 de septiembre es tan extensa como de arriesgado uso debido a la abundancia de libros cuyas paginas bullen cargadas de sonrojantes teoría conspiratorias. Pero también hay un puñado de excelentes títulos. Entre los de reciente publicación hay que destacar Nueva York, 8:45 A.M. Los reportajes ganadores del premio Pulitzer (Errata Natura, 2011), editado por Simone Barillari, una recopilación de reportajes ganadores del gran premio periodístico, desde el "apocalipsis" de Manhattan a la muerte de Bin Laden.

A la figura del terrorista saudí dedica Juan Avilés Osama Bin Laden y el fin de una era (La Catarata, 2011), donde el historiador se atreve a certificar, a propósito de su ejecución, el fin de la obsesión terrorismo internacional que ha marcado la última década.

El libro ya clásico sobre el 11-S, inusitado bestseller que se aupó durante meses al primer puesto de los más vendidos en EE.UU es 11-S. El Informe (Paidós). Se trata del fascinante documento pergeñado por la Comisión de congresistas que investigaron los hechos, un texto a priori jurídico que sorprende por su excelente prosa y su ritmo infernal.

De no menor interés es La torre elevada (Debolsillo, 2011), de Lawrence Wright, premio Pulitzer 2007, que recrea los hechos del 11-S con la información recabada en centenares de entrevistasrealizadas en Egipto, Arabia Saudí, Pakistán, Afganistán, Sudán, Gran Bretaña, Francia, Alemania, España y EE.UU.

Por último cabe reseñar el heterodoxo libro de Martin Amis titulado El segundo avión (Anagrama), un indignado arrebato a la usanza de Oriana Fallaci contra las más que evidentes relaciones entre terrorismo yihadista e Islam y la importante presencia que juega la sexualidad en tal ecuación.